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«A nosotros nos ayudan, y hacemos lo mismo»
Menores extranjeros no acompañados trabajaron ayer de voluntarios en la Gran Recogida del Banco de Alimentos
El de ayer fue un 'día de perros', meteorológicamente hablando, y muchos ciudadanos seguramente optaron por quedarse en casa, pero en caso de salir «si ... hay un lugar al que irían, será un supermercado... que tenga aparcamiento para dejar el coche». Así de optimista se mostraba Jesús Mari Lorenz, un voluntario del Banco de Alimentos que ayer se encontraba coordinando la Gran Recogida en el Eroski de Arcco en Donostia. Y ese talante se contagiaba al resto de personas que le ayudaban en la tarea.
La cifra
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17 chicos de origen extranjero que residen en el centro Zabalduz Uba de Martutene se repartieron ayer en los supermercados de Arcco y de Pasaia de Eroski para colaborar con el Banco de Alimentos.
Entre ellos estaba un activo equipo formado por los menores extranjeros no acompañados ('menas') que residen en el centro Zabalduz Uba de Martutene. A las diez de la mañana se enfundaron los chalecos azules de voluntarios y enseguida comenzaron a trabajar, aunque hubo momentos de relajo que coincidían con algunos de los momentos de más viento fuera. Compañeros suyos hacían lo mismo en el Eroski de Pasaia.
No es la primera vez que los chavales de este colectivo colaboran con la Gran Recogida anual del Banco de Alimentos. Lo llevan haciendo desde hace tres años y también sirven de apoyo a otros eventos que transcurren en la ciudad, como la Lilathon, la Behobia-San Sebastián o la recogida de ropa y calzado del año pasado de Zaporeak para los campos de refugiados de Chios.
Ayer estaban acompañados por una de sus educadoras, María Gran, que también se sumó a la labor de llenar los carros. «Intentamos que participen en las iniciativas comunitarias que se realizan en un entorno cercano. Es una manera de que conozcan a la sociedad donde están viviendo y que la sociedad les conozca a ellos». Experiencias como esta sirven para acabar con estereotipos.
A ninguno de estos chicos se les obliga a participar, pero tampoco haría falta porque casi todos se apuntan rápidamente cuando se les informa de que pueden colaborar. «Están activos y se implican mucho. La verdad es que tienen mucha disposición y son ellos los que deciden venir», indicaba la educadora. Ayer, su tarea consistía en repartir a los compradores que llegaban al supermercado las bolsas con el logotipo del Banco de Alimentos y ordenar en cajas los productos donados.
Eran todo chicos, son muy pocas las mujeres menores de edad que se deciden a atravesar sin acompañamiento el Estrecho y llegar a España, como lo hicieron en su momento Morad y Yasir, ambos de 14 años, que proceden de Marruecos, el mismo país de origen de Mohamed, que es dos años mayor que sus compañeros de centro y que al principio se erige como portavoz del grupo.
«Ya hemos colaborado en la Behobia repartiendo agua», comentaba empleando un castellano más que correcto, lo mismo que Morad y Yasir. También recordaba que, como ayer, ese día hizo muy mal tiempo, «pero hoy, al menos estamos bajo techo porque el día de la carrera llovía y llovía. Además, esto es más movido y se pasa el tiempo rápido. Es distinto ir con los carros y decidir dónde tienes que colocar los alimentos que repartir botellines de agua. La gente sobre todo deja pasta, garbanzos, galletas y ¡chocolate!».
Sus puestos de voluntarios, unidos a sus vivencias anteriores y sus orígenes, les permitían tener una visión particular de la gente que pululaba por el supermercado y que les reclamaba para trasladar las bolsas a las cajas en carros. «Sobre todo es gente mayor la que da los alimentos. No he visto a muchos chicos hacer compra», explicaba Mohamed. Yasir añadía más: «Es que en San Sebastián hay mucha gente mayor. Es lo que he visto desde que estoy aquí».
«Quiero ser bombero»
Los tres marroquíes apuntaban que por lo general los donantes «han sido muy simpáticos. Todos dan las gracias, nos dicen que lo hacemos bien y eso siempre gusta», explicaba Morad. Yasir no compartía del todo esa opinión. Durante un buen rato le tocó estar repartiendo las bolsas en la entrada al supermercado y se llevó más de un rechazo «con alguna mala cara. No pasa nada si no se quiere ayudar, pero no hay que responder mal».
Lo que sí tenían claro los tres era la razón por la que ayer ejercían de voluntarios. «A nosotros nos han ayudado y queremos hacer lo mismo. Hay que ser solidario, si no el mundo estará mucho peor». Incluso alguno de ellos es a lo que quiere dedicarse en el futuro, cuando tenga una profesión. Por ejemplo Morad no tiene duda: «Quiero ser bombero y ayudar a la gente». Mohamed todavía no lo sabe, «aunque puede ir por ahí» y a Yasir no le dio tiempo a responder porque tuvo que salir corriendo ante el reclamo de una mujer para que le ayudara a trasladar varias bolsas.
Jesús Mari Lorenz estaba encantado con sus jóvenes compañeros de trabajo. «Son muy voluntariosos, aprenden muy rápido y saben tratar a la gente. Dan las gracias a los que vienen con las bolsas por colaborar con el Banco de Alimentos. Yo lo que estoy comprobando es que son unos chavales muy sensibles y da gusto verles trabajar. Por ejemplo, tenemos 'chupa chuses' para los niños que acompañan a sus padres y enseguida les dan, y así dejan contentos a los pequeños y a los aitas. La experiencia es muy satisfactoria», comentaba el veterano voluntario mientras seguía manteniendo el optimismo sobre la solidaridad de los guipuzcoanos.
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