Arde la tarde al sol del Poniente, hay tribus ocultas cerca del río esperando que caiga la noche. Hace falta valor, hace falta valor, ven ... a la escuela de calor». Nunca la canción de Radio Futura me llegó tan hondo, y menos en el 84, como algunas de estas tardes estivales de 2025.
Con la bochornera deliras y sueñas con bajar a un río helador a mezclarte con otras tribus. Otra posibilidad refrescante es comentar con los amigos, sobre todo con los que piensas que estarán peor.
Ah, ya... ¿o sea que en El Algarve hay una brisa deliciosa? Pues chico... ¿ Y en Huelva y Cádiz microclimas fresquitos? Vaya por Dios. Los que andan por Galicia solo te refieren paraísos terrenales. «Entiendo –insistes tú– el paisaje y el marisco bien ¿pero el calor?».
Hay otras tribus por la costa levantina que, para abundar en el desastre, ya no tocan temas climatológicos sino de afluencia: «No hay nadie, la verdad es que no hay nadie en los chiringuitos y en los restaurantes». Y adjuntan en la redes sociales fotos de terrazas vacías. Su argumento: España esta fatal, los precios disparados y los bolsillos paupérrimos. Sale mejor viajar por Europa. Alguien le contesta: no seas alarmante; por la sombra de la palmera te diré que esa foto de la terraza es de las 11 de la mañana, con todo el mundo en la playa. Y acaba todo el mundo enzarzado: por el cambio climático (o no), por el Gobierno y los precios y, finalmente, porque el cizañero llama Jávea a lo que es Xavia.
Arde la tarde.
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