Entre las hazañas de mi trayectoria ciclista, destaca la carrera en la que me retiré porque no soportaba los descensos. Las subidas las pasaba, porque ... podía pedalear de pie, pero las bajadas se convirtieron en un suplicio porque no podía sentarme. Fue el verano de las pomadas, el verano en el que caminaba como John Wayne al apearse del caballo.
Algunos ciclistas sufren más en los Alpes y otros en los perineos. ¡Cuántos se han bajado de la bici porque ya no aguantaban el roce con el sillín! Ocurría con más frecuencia en los tiempos de las badanas de cuero, que eran ásperas y formaban pliegues. El roce producía forúnculos, abscesos, fístulas. El donostiarra Ramón Mendiburu se retiró en el Tour 67, víctima de la forunculosis. Veinte años después era manager del equipo Kas cuando su ciclista Sean Kelly estaba a punto de ganar la Vuelta a España y sufrió un absceso en el perineo (una infección de glándulas que produce pus, inflamación y fiebre). Pregunté a Mendiburu si es cierto que Kelly se puso un filete en el perineo para amortiguar la zona y correr así una etapa de 220 km. «¡No! No era un filete. Era un solomillo que le compré yo mismo en una carnicería de Ponferrada». Kelly sufrió una agonía perineal durante varios días hasta que se retiró, con el maillot amarillo, entre lágrimas. Aquel solomillo leonés cocido durante cinco horas en jugos perineales irlandeses pudo pasar a la historia de la gastronomía ciclista, pero supongo que lo tiraron.
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