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Miguel Olalla (en la foto) y Luis R. Pertierra son dos de los científicos españoles que estudian estos invasores en la Antártida. L. R. PERTIERRA

El calentamiento da alas a los mosquitos en la Antártida

Científicos españoles estudian cómo frenar una 'invasión' de especies exógenas en auge por el cambio climático y la presencia humana

Jueves, 16 de enero 2020, 00:11

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Y pese al título de este reportaje, uno de los mosquitos que más problemas está dando en la Antártida es precisamente uno que no tiene alas, ese de la foto, el Eretmoptera murphyi. Fue introducido accidentalmente hace medio siglo en aquel continente -el menos afectado por especies invasoras por su clima y su aislamiento- a través de la base inglesa de la isla de Signy (Orcadas del Sur) desde el archipiélago subantártico de Georgia del Sur, probablemente durante los experimentos de trasplante de plantas en la década de los sesenta. Y ha tenido todo ese tiempo para adaptarse al frío e inhóspito entorno, creciendo en progresión geométrica año tras año, sobre todo porque el calentamiento global lo hace cada vez menos frío e inhóspito.

Los expertos advierten de que es posible encontrar densidades de más de cientos de miles por metro cuadrado en aquella remota isla, «convirtiéndose en una máquina transformadora del medio». Pero este pequeño invasor no es el único. Científicos españoles están estudiando ya las distintas especies que van colonizando el continente y cuáles son los factores que les están ayudando a expandirse: «Las previsiones de cambio climático auguran mayor facilidad para el establecimiento de esta y otras especies no nativas que, si no son frenadas, dañarán irremediablemente la vida autóctona». Esto se suma a la cada vez más habitual presencia humana en la zona, alrededor de 5.000 científicos y 30.000 turistas al año.

En la próxima campaña antártica española, investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad Rey Juan Carlos, junto con colaboradores ingleses y australianos, se trasladarán también a la Isla Rey Jorge para analizar la reciente presencia de otro mosquito invasor (Trichocera maculipennis) «que amenaza a los frágiles ecosistemas terrestres antárticos».

Los científicos hablan de su rápida propagación«a pesar de las barreras geográficas como los glaciares. Las siguientes adaptaciones permitieron su invasión y existencia dentro del sistema de alcantarillado en las estaciones científicas antárticas: su poder de sobrevivir en la más completa oscuridad, la capacidad masculina de aparearse en la superficie del sustrato sin enjambre previo en vuelo y la adaptación de las larvas terrestres para sobrevivir en alimento semilíquido».

Los investigadores alertan de que es precisamente el pequeño tamaño de todos estos invasores lo que hace «muy difícil cualquier acción de erradicación, con lo que las medidas actuales de protección ambiental se limitan a evitar su expansión a nuevos enclaves». Los científicos españoles intentan ahondar en la «ecofisiología» de estos organismos para «realizar modelos predictivos de su posible expansión geográfica, con el fin de establecer medidas de cuarentena y de predecir futuros procesos de invasión», explican.

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