Feijóo, uniformado con camisa blanca como sus más estrechos colaboradores, se estrenó la noche del 23-J en el balcón de Génova en unas circunstancias ... un tanto peculiares. El PP ganaba las elecciones, pero no sumaba con Vox la mayoría absoluta. Las expectativas quedaban frustradas y el dirigente gallego no podía disimular en su rostro el sabor amargo de una insuficiente victoria en las urnas. Para más inri, el líder del PP tuvo que escuchar cómo los simpatizantes de su partido atronaban a coro el nombre de Ayuso -vestida de llamativo rojo- en el momento en el que que Feijóo quería justificar el endiablado resultado. Todo un mal trago. La sombra de la presidenta madrileña, con su reciente mayoría absoluta en el bolsillo, volvía a planear en un momento delicado para el presidente popular que afronta desde ahora el más difícil todavía. Afrontar una investidura imposible podría ser cuestionada internamente en el PP como un movimiento estéril de Feijóo, que añadiría más frustración si Sánchez finalmente consigue los apoyos suficientes -Puigdemont incluido- para renovar su mandato por cuatro años en Moncloa. Tras la traumática caída de Casado la presión en el PP alcanza un alto voltaje del que no se libra ni el propio presidente.
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Mientras, el presidente Sánchez, tras abrillantar un capítulo más de su 'manual de resistencia', gana tiempo para que sus habituales socios reflexionen y decidan finalmente apoyarle una investidura que acaricia con sus dedos. Un traspiés estratégico puede ser letal.
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