Elecciones municipales y forales

La campaña más apretada arranca ya

El futuro puede despejarse en Gipuzkoa por un margen inferior a 5.000 votos. Adquiere una importancia estratégica la circunscripción de Donostialdea, con tres junteros en liza que resultarán claves para la formación de mayorías. Y, claro, las elecciones municipales de San Sebastián serán determinantes.

El PNV liderado por Eider Mendoza parte de favorito en las encuestas, pero con una considerable cautela interna porque tiene la sensación de que no ha terminado de movilizar a su electorado. Es una percepción de incertidumbre que, llevada al extremo, podría proporcionar alguna sorpresa mayúscula. En 2015 quedaba claro el mensaje de que había que desalojar a EH Bildu de la Diputación y ese discurso movilizó mucho voto no estrictamente jeltzale y procedente del PSE, del PP y de la abstención.

El contexto ha cambiado, EH Bildu se ha puesto la americana, y le ha sentado bien, pese a las contradicciones de un viaje tan rápido. Y la polémica del 'Puerta a Puerta', que fue decisiva para la derrota de Martín Garitano, queda algo lejana en la retina electoral. Aunque seguro que reaparecerá en los próximos días.

Los jeltzales no ocultan su inquietud, porque si una parte de su electorado se queda en la abstención, las expectativas de una victoria de EH Bildu pueden crecer exponencialmente. La izquierda abertzale ha moderado sus formas y ha dulcificado su escenografía. Piensa que tiene movilizado al máximo a su electorado y que el cartel de Maddalen Iriarte, su candidata, es un buen gancho 'transversal' para atraer a nuevos sectores, en especial entre los más jóvenes, a los que les seduce la bandera del cambio. En el primer video de campaña presentado ayer, Iriarte intenta envolverse en el mantra de la proximidad: «Los ciudadanos tienen que tomar parte de la política si luego quieren respuestas y quieren exigir».

Este es el trasfondo que explica el giro que ha dado últimamente el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, al llamar a movilizarse al nacionalismo sociológico y a no dormirse en los laureles. El PNV piensa que el estandarte clásico de la gestión ya no es suficiente. Ortuzar puso ayer en valor la ecuación autogobierno-bienestar económico y social. Un binomio que no soltará hasta el final.

En este tablero el PSE sabe que su verdadera fuerza va a venir tras el 28-M al dirimir los equilibrios. Asume que la polarización nacionalista le resta margen de maniobra, con excepción de los municipios en los que detenta la alcaldía. Para el PSE, los alcaldes socialistas y la marca PSOE son la infantería que logra movilizar a un electorado que siempre es el más reacio a ir a las urnas. La estrategia de José Ignacio Asensio es colocar al PSE en la centralidad pactista de Gipuzkoa, con la defensa de la pluralidad como gran activo. Y de ahí no se va a salir un milímetro.

El guion de Elkarrekin Podemos-IU pasa también por dirigirse a un voto crítico, situado en la izquierda, vasquista y urbano que fue el grueso del triunfo de Podemos en dos generales (2015 y 2016) y que después ha ido retrocediendo posiciones. La batalla de la irunesa Miren Echeveste pasa no solo por retener a ese elector para que no vuelva a EH Bildu sino, sobre todo, recuperarlo de la abstención.

En esta pugna foral veremos hasta qué punto el talante 'fresco' de Mikel Lezama, el candidato del PP, con el factor de Alberto Núñez Feijóo en la recámara, sirve a los populares vascos para recuperar una parte de ese espacio de centroderecha no nacionalista que hace cuatro años fue a Markel Olano para evitar la vuelta al poder de la izquierda abertzale. Era un 'voto de orden' cuyo destino es uno de los secretos del 28-M mejor guardados. La tradición liberal es esa pieza de la arqueología política vasca, tan valiosa como los dólmenes prehistóricos que los aspirantes a la Diputación visitaron en su excursión a Mulisku Gain. Que no siempre echarse al monte es sinónimo de radicalidad.