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Los sindicatos vascos volverán a llenar hoy, Primero de Mayo, las calles de Euskadi de reivindicaciones. Donostia acoge varias manifestaciones que comparten un mismo diagnóstico: ... la pérdida de empleo en Gipuzkoa, la presión sobre los salarios y la necesidad de fortalecer derechos sociales ante un contexto económico incierto. Las cuatro grandes centrales sindicales del territorio -ELA, LAB, CCOO y UGT- se movilizan separados, salvo estos dos últimos, con lemas diferenciados pero con mensajes de fondo coincidentes: más soberanía salarial, más protección social y empleo digno.
ELA, el principal sindicato de Euskadi celebra su acto central en Bilbao, con presencia de su líder, Mitxel Lakuntza. La central mayoritaria celebra el Primero de Mayo bajo el lema 'Decidir aquí el salario mínimo', y ha instalado una recogida de firmas en favor de establecer un SMI propio en Euskadi. Para el sindicato nacionalista vasco, esta es una herramienta clave para luchar contra la precariedad y redistribuir la riqueza. «Es una de las formas más efectivas para combatir la desigualdad», aseguraron ayer en su comunicado.
LAB, por su parte, también tiene prevista movilización en Donostia, además de otros seis actos repartidos por Euskal Herria. El sindicato independentista marchará bajo el lema '¡Patronal explotadora! En defensa de los y las trabajadoras, decidir aquí salarios y pensiones mínimas'. La central liderada por Igor Arroyo pone el foco en una agenda propia de país, con tres prioridades estratégicas: reforzar los servicios públicos, impulsar un nuevo modelo industrial y garantizar ingresos mínimos desde un marco soberano vasco.
En la capital guipuzcoana, CCOO y UGT volverán a manifestarse conjuntamente a partir de las 12:00 horas desde los jardines de Alderdi Eder. Lo harán bajo el lema 'Proteger lo conquistado, ganar futuro', en una jornada que marca el último Primero de Mayo para Loli García como secretaria general de CCOO Euskadi. Desde UGT también estará presente Tximi López, actual vicepresidente de la gestora que dirige el sindicato en Euskadi.
Ambas centrales defenderán el papel del diálogo social para seguir avanzando en derechos laborales, con especial énfasis en la necesidad de reducir la jornada laboral máxima a 37,5 horas semanales, garantizar el acceso a la vivienda, mejorar los salarios y avanzar en igualdad de género. En su manifiesto, defienden un sindicalismo «internacionalista, transformador y solidario», especialmente necesario en un momento de creciente desigualdad social y precariedad laboral.
La jornada llega en un momento paradójico para Gipuzkoa. Aunque el recorrido a largo plazo es bueno, el territorio ha sufrido en el primer trimestre del año una destrucción neta de 11.000 empleos (se queda en 304.100 ocupados), lo que le aleja del magnífico resultado de 2024, que cerró con 328.400 ocupados, según la Encuesta de Población Activa.
Luis Felipe Andrade 63 años
Luis Felipe Andrade tiene 63 años y lleva unos cuatro viviendo en Donostia. Ayer acudió a las oficinas del Servicio Vasco de Empleo, Lanbide, en el barrio de Gros, para informarse sobre la posibilidad de solicitar una prestación por edad, después de agotar el subsidio por desempleo. «Estaba cobrando el subsidio durante cuatro meses, pero como trabajé cinco días en una empresa, me han dado de baja. He venido para ver si puedo renovarlo o pedir otra ayuda hasta encontrar otra oportunidad», relata con un tono pausado y resignado.
Originario de Ecuador, ha trabajado en varias empresas de limpieza desde su llegada a Euskadi. Antes, en su país, desempeñó múltiples oficios: desde labores en un periódico o un laboratorio químico, hasta el departamento legal de una gran empresa y la aduana. «Siempre me he buscado la vida», resume. Ahora vive en Donostia junto a su pareja, sin familiares cercanos, y reconoce que la edad le juega en contra en el acceso al empleo. «También con mi edad es más difícil...», repite.
Berenice González 27 años
A unos metros de allí, en la misma oficina de Lanbide, Berenice González, de 27 años, espera su turno para renovar la demanda de empleo. «Vengo a darme de alta, a cambiar la dirección y a buscar un trabajo informal, de momento», explica. Su caso también refleja una realidad habitual entre la población joven migrante: está en proceso de regularización de su documentación, lo que limita sus opciones, pero no su voluntad de avanzar. «Eso toma tiempo, pero ya estoy en ello», asegura con paciencia.
Berenice vive en el barrio de Amara y, aunque no está trabajando, empieza en breve un curso de inglés que espera le abra nuevas oportunidades. «Empiezo clases la semana que viene y me van a servir muchísimo para encontrar algo». Procedente de Perú, su actitud es proactiva, pero es consciente de que la informalidad y la precariedad marcan el primer paso de muchos jóvenes en situación similar a la suya. Aun así, no pierde el foco: «Espero poder terminarlo y que me ayude a entrar al mercado laboral con más opciones».
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