El empleo es un asunto tan importante que constituye una quimera el intentar sacarlo de la refriega partidista. Por eso, mientras unos tratan a toda ... costa de mostrar la continuación de una evolución positiva y ajena a los acontecimientos políticos acaecidos a lo largo de 2018; los otros se esfuerzan en demostrar que las medidas adoptadas y las anunciadas por el nuevo gobierno -casi incluso su mera presencia-, ha tenido efectos perjudiciales para el mercado laboral.
¿Dónde está la verdad, quién tiene razón? Pues como suele ser habitual se encuentra en todas partes, de manera parcial y en ninguna, de forma total. Es evidente que los datos registrados en 2018 son buenos y es absurdo tratar de negarlo, por más que demuestren el desprecio del sector público -el gran empleador del ejercicio-, por la crisis y por mejorar su eficacia. Como es igualmente evidente que la economía española tiene una inercia de crecimiento que empuja tanto al PIB como al empleo y que va a durar, esperemos, todavía un rato más.
En cualquier caso, precisar el pasado, calificar el resultado y apropiarse de los éxitos y achacar los fracasos son actividades que entretienen mucho a nuestros dirigentes políticos, pero es algo que nos debe de preocupar poco a quienes no tenemos intención de presentarnos a las elecciones que tendrán lugar a lo largo del año y que somos la inmensa mayoría de los sufridos habitantes de este país. Lo que a todos nos concierne es el futuro del empleo, en el corto y en el largo plazo. Ambos van a estar sometidos a fuertes tensiones y nos conviene prepararnos para ello.
Las del largo plazo ocupan un espacio mayor que el disponible, así que me refiero a los de corto. ¿Qué vemos para 2019 y 2020? A favor tenemos la prolongación del crecimiento, si creemos al gobierno y a la totalidad de los organismos que analizan estas cosas, pero en contra existe la misma coincidencia a la hora de asegurar que será sensiblemente menor. A lo que habría que añadir las medidas ya adoptadas con respecto al salario mínimo y al aumento de las cotizaciones sociales, que no ayudarán nada a la contratación, y las reformas previstas en la legislación laboral que pueden empeorar las cosas aún más.
Así que, una vez congratulado por los resultados, el Gobierno debería preocuparse por el futuro y analizar con cuidado el impacto de las medidas que adopta. El objetivo central no puede ser su aprovechamiento electoral, sino su eficacia real sobre el mercado laboral. ¿Será así? No estaría yo seguro...
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