Piketty, Krugman y Stiglitz. ¿Y tú de quién eres?
Así piensan, así sienten, así respiran los grandes gurús económicos del siglo XXI
Son los nuevos Adam Smith, John Maynard Keynes y Milton Friedman. Los gurús de la economía. Aquellos cuyas teorías influyen en las ... estrategias y en el rumbo de los países más poderosos. Thomas Piketty (Clichy, Francia, 1971), Paul Krugman (Albany, Nueva York, 1953) y Joseph Stiglitz (Gary, Indiana, 1943) son las tres figuras mediáticas de esta era. Eso sí, con un matiz respecto a sus predecesores del siglo XX. Estos economistas se han ido inclinando hacia la izquierda política y económica, dejando de lado el libre mercado. Ahora, los temas de actualidad económica se centran en la desigualdad, el Estado de Bienestar y los motivos por los que los mercados son ineficientes.
¿Intervencionismo o desregulación? Los nuevos tiempos son diferentes a la década de los ochenta del siglo pasado, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher apostando claramente por la fiesta salvaje y la jauría procedente de Wall Street. Acuérdense de la frase lapidaria de Gordon Gekko en la película homónima de Oliver Stone: «Lo que importa es el dinero; el resto es conversación». Eso era la Biblia. Hasta 1970, la cara pública de la economía era Friedman, un economista de corte liberal que viajaba por el mundo demostrando el poder de los mercados libres y las virtudes del capitalismo. Pero aquella fiesta se acabó, alguien detuvo la música y la ortodoxia actual camina despacio y con buena letra. Así piensan, así sienten, así respiran los grandes gurús económicos del siglo XXI:
Thomas Piketty
El nuevo Karl Marx
Así bautizó 'The Economist' a este francés, autor del libro 'El Capital', que llegó al número uno de la lista de 'best seller' de Amazon en Estados Unidos en 2014. Expertos consideran que el mensaje de su manuscrito recuerda a las predicciones de Marx sobre el inevitable antagonismo entre una minoría cada vez más rica y una mayoría cada vez más pobre. Lo cierto es que está a punto de convertirse en el pensador más importante de su generación, que ha desatado en el último lustro acalorados debates acerca de la dinámica del capitalismo y, en especial, del auge aparentemente imparable de la minúscula élite que controla una porción cada vez mayor de la riqueza del mundo.
Una de sus ideas madre radica en sostener que no hay razón para creer que el capitalismo sea capaz de resolver el problema de la desigualdad. Un problema que, según insiste, lejos de mejorar, empeora. Piketty asevera que quienes poseen capital y activos generadores de riqueza (por ejemplo, un príncipe saudí) siempre serán más ricos que los emprendedores que intentan conseguir capital. O sea, que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. ¿No cantaban sobre eso los Clash en la década de los setenta?
Hasta aquí el análisis. La parte más sencilla. La crítica. ¿Pero qué hay de las soluciones? Lo que defiende Piketty es un impuesto progresivo, un tributo global, basado en la imposición a la propiedad privada. «Un impuesto progresivo sobre la riqueza es la única solución sensata», sostiene. Sú última sugerencia, un impuesto que permita dar a todo el mundo 120.000 euros a los 25 años. ¿Qué le parece?
Paul Krugman
El 'keynesiano' partidario del mercado
Este economista estadounidense, premio Nobel en 2008, uno de los más populares del momento, defiende la intervención del Gobierno en la economía y el gasto público masivo para salir de la crisis. Fiel defensor de la sanidad pública, se autodefine como 'keynesiano partidario del mercado'. Si bien cree en el papel que desempeñan los mercados, también considera que, en situaciones de crisis, hay que intervenir para evitar males mayores.
Protagonista mediático en la última recesión que asoló el mundo, es crítica con las medidas que se toman en ese tipo de situaciones límite, casi siempre centradas en reducir el déficit público y el endeudamiento, así como incrementando los impuestos. Contrario a las denominadas políticas de austeridad, Paul Krugman defiende que cuando los gobiernos de grandes potencias económicas como la Unión Europea, Japón o Estados Unidos llevan a cabo recortes presupuestarios, consiguen ahorrar a costa de unos recursos que no estimulan la inversión. «Estamos pues ante la llamada trampa de liquidez en la que caen muchos gobiernos en aras del ahorro. Así, la economía se resiente y, por tanto, cada vez es menor la recaudación de impuestos. Progresivamente, lo anterior, provoca que el endeudamiento aumente», dice su mantra.
Paul Krugman ha sido muy crítico con la austeridad económica. Por ello, el estadounidense propone un aumento del gasto público que contribuya a generar confianza y a estimular la economía. «Trabajando para incrementar la demanda agregada y ajustando de manera gradual el déficit público, se logrará un incremento del producto interior bruto (PIB). Todo de forma que la ciudadanía sufra en menor medida los efectos de la crisis», argumenta. Quizá convenga escucharle y tomar nota por si la desaceleración que asoma en el horizonte llega a nuestras latitudes...
Joseph Stiglitz
Una infancia que marcó su ideario
La lista la cierra otro premio Nobel, que se llevó en 2001 por sus análisis de mercados e información asimétrica. Todas las biografías de Joseph Stiglitz cuentan que se hizo economista porque no entendía cómo las teorías sobre el desarrollo en Estados Unidos se contradecían tanto con la realidad que él vivió de niño en el Medio Oeste. La ciudad donde nació sufría a mediados del siglo pasado un imparable declive que arrastraba a miles de familias al paro y a la miseria. Mientras tanto, en Chicago, a solo tres cuartos de hora en coche, una escuela de economistas de prestigio -entre ellos, Fridman- defendía las mismas recetas que habían provocado esa penosa situación.
Stiglitz ganó Nobel por sus investigaciones sobre la naturaleza ineficiente de los mercados y su incapacidad para garantizar un reparto estable y equitativo de la riqueza. Y aunque reconoce cierta satisfacción intelectual por haber acertado en sus advertencias sobre los efectos perversos que tienen la desregulación y la liberalización del sistema financiero sobre la vida de las personas, muestra una seria preocupación sobre las recetas europeas para salir de la crisis. Los recortes, asegura, no solo no arreglan el problema, sino que lo empeoran.
Este célebre economista cree que para abandonar el estancamiento los gobiernos deben actuar efectuar grandes inversiones públicas en infraestructuras, educación y tecnología. Este gasto debe ser financiado, en parte, por nuevos impuestos sobre el medio ambiente, incluyendo impuestos al carbón y a los monopolios, además de otras rentas que están contribuyendo de «forma desproporcionada» a la desigualdad.
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