El fracaso de los servicios de empleo
Apenas cinco de cada 100 personas que encontraron un puesto de trabajo el año pasado se colocaron a través de estas organizaciones, públicas o privadas
Si usted busca trabajo, sepa que las mayores posibilidades de obtenerlo es a través de su entorno personal más cercano, esto es, familiares, amigos y conocidos. Así lo ha conseguido casi la mitad de los españoles (en torno al 48%) según el Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras que cerca de una cuarta parte tuvieron éxito yendo directamente al posible empleador (empresa o particular) o presentando un currículum. Sin embargo, apenas llegan a uno de cada diez quienes encontraron la solución idónea mediante los anuncios en medios de comunicación, además de internet, y menos del 5% tuvo su oportunidad a través de alguna institución de enseñanza o de formación laboral.
Pero, ¿y los canales físicos tradicionales, es decir, los servicios de empleo? ¿Cuál fue su rendimiento? Pues a la vista de las cifras del INE correspondientes a 2017 realmente escaso, pues apenas llegaron al 5% de colocaciones entre los privados y los dependientes de la Administración. No obstante, resultaron más productivos los primeros, que lograron dar un puesto a más de medio millón de personas que buscaban trabajo (en concreto, 538.800); el problema es que solo supusieron el 3,4% de quienes firmaron un contrato. En el caso de las oficinas públicas (antes englobadas en el INEM y ahora en el SEPE), solo propiciaron empleo al 2% (312.400 personas).
En ambos casos, no obstante, mejoran las cifras del ejercicio anterior. El problema es que son crecimientos mínimos (cuatro décimas los servicios privados y dos los públicos) y eso considerando, además, que hablamos de volúmenes reducidos en comparación con quienes encuentran una ocupación asalariada por otros medios. Claro que la eficacia de unos y otros no ha sido precisamente la mejor desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en 2006 y 2007, antes del estallido de la última gran crisis económica, las empresas de trabajo temporal lograban colocar solo a un 4,2% al año, mientras que el antiguo INEM no superaba el 3%.
Y todo ello mientras la reforma de los servicios públicos de empleo para hacerlos más eficaces, de la que se venía hablando hace años, se quedó en su momento en solo pequeñas modificaciones, casi más ligadas al capítulo de prestaciones públicas. Quienes más han padecido esa situación son los parados de larga duración, un colectivo que aunque se ha ido reduciendo conforme avanzaba la recuperación económica desde 2015 (el año pasado lo hicieron un 17,2%) todavía suma 1,61 millones de personas, cuatro veces más que las 399.000 personas que en 2017 buscaban su primer trabajo remunerado pero sin conseguirlo. Además, un millón de personas dejaron de estar empleadas hace tres años o más.
También ha bajado al hilo de la reducción de la tasa de desempleo, que terminó el año pasado en el 16,5% según la última Encuesta de Población Activa (EPA), el número de hogares con todas sus miembros en paro; en concreto, lo ha hecho un 12,8% pero aún así son 1,21 millones los que todavía no logran salir de esa dramática situación. Ahora bien, nueve de cada diez personas que perdieron su empleo en 2017 lo habían tenido otros años, en concreto 3,53 millones. El principal motivo de quedarse sin él fue la finalización del contrato, lo que pasó en la mitad de los casos (52,9%), mientras que a un 10,3% les despidieron directamente o suprimieron su puesto.
Poco teletrabajo
Una submuestra de la misma EPA publicada hace pocas fechas por el INE revela otros datos llamativos, por ejemplo, sobre el denominado teletrabajo. Nueve de cada diez ocupados (el 91,8%) no realizó sus tareas profesionales ni un solo día desde su domicilio particular y solo un 4,3% sí lo hizo, al menos, la mitad de sus jornadas laborales; otro 3% también siguió sus pasos, aunque solo de forma ocasional.
Respecto a los turnos laborales, el trabajo en fin de semana parece dejar de ser una excepción. Y es que más de un tercio de quienes trabajaron en 2017 (el 36,9%) tuvo que hacerlo también, al menos, un sábado al mes. No obstante, aún son mayoría (el 60,2%) quienes solo lo realizaron entre semana. Sí parece, por el contrario, que el domingo es de descanso para muchos, pues solo uno de cada cinco (el 21,3%) tuvo que cumplir con su empresa un mínimo de uno mensual.
¿Y trabajar por la noche? Pues, en promedio, solo el 12,5% de los ocupados lo hizo, aunque otro 7% señala que «ocasionalmente» también le tocó una jornada de ese tipo y a otro 5,6% le pasó igual la mitad de los días. Eso sí, en este ámbito la diferencia de género todavía se nota bastante: un 15,2% de hombres son trabajadores nocturnos frente a un 9,3% de mujeres.
En cuanto al tipo de puesto, dos de cada tres ocupados (el 69,3%) trabajan como empleados a secas, esto es, tienen jefes y ningún subordinado. A su vez, el 6,5% son encargados, jefes de taller u oficina, capataces o un puesto similar, mientras que otro 6,8% tienen categoría de mando intermedio. Los directores de empresa suponen el 7,2%, aunque solo el 0,7% lo son de una grande o mediana. Por último, uno de cada diez (10,1%) son trabajadores independientes: no rinden cuentas ni se las dan a ellos.
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