Loreak Mendian: un universo en cien metros
La firma donostiarra comenzó en las faldas de Urgull y al ritmo de la música electrónica del Etxekalte en los años 90
El universo original Loreak Mendian no mide más de cien metros. Los que hay desde la ikastola Orixe al pub Etxekalte. En Donostia a principios ... de los 90 no hay luz para que nazcan las flores. Una margarita aparece dibujada en los baños de los bares de lo Viejo, en los huecos de azulejo, pared o puerta que deja libre la política. Desde pequeño, Xabi Zirikiain baja de la ikastola de la falda de Urgull donde estudiaba camino a casa y pinta en los lienzos que le ofrece el camino, la ciudad. Firmado, Loreak Mendian.
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Alguien le habla de la margarita a Pukas, que le encarga un boceto. Zirikiain ve que puede tener recorrido y decide hacer camisetas por su cuenta, que se venden por colegios y en la universidad. La otra punta del universo es el Etxekalte, donde el colectivo Sirope, del que forma parte Zirikiain con algunos amigos, empieza a programar sesiones de música, que desde el hip-hop se adentran en la electrónica. Ese sótano se convierte en lugar de culto. Hay fiestas con DJs, se editan fanzines, se diseñan carteles...
Londres es el centro del mundo musical y el trasvase de la escena indie a la electrónica llega al Etxekalte, casi extramuros de la Parte Vieja de Donostia, una ciudad más dura que hoy. En un momento en el que el surf y la cultura transcurrían por vías paralelas, sin tocarse, la llegada del snowboard, más cercano al skate, pone esos dos mundos en contacto y de ahí al 'streetwear' solo hay un paso. En ese caldo de cultivo se monta la primera tienda de Loreak Mendian, en la calle Mari, encima de la muralla, camino del castillo. Se abre el 19 de mayo de 1995.
Es un local amplio, con un ventanal al muelle, donde las camisetas de la margarita son el producto estrella, aunque hay una zona de venta de discos y también de ropa de segunda mano. Hasta algún mueble. Si en la música la referencia era Londres, en el mundo del grafiti lo era Nueva York, donde Basquiat había superado el virtuosismo con trazos más sencillos pero con más fuerza. De ahí surge la margarita. Y de Keith Haring.
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La ubicación de la tienda era anticomercial, pero no había 'connaisseur' donostiarra que no se dejara caer por allí. Llegaba ropa de Londres, entonces imposible de encontrar por estos lares. Era amplia, con una estética de garaje. Se creó un ambiente con el triángulo que formaban Loreak Mendian y el Etxekalte con el bar Akerbeltz, a medio camino, en cuya barra Karmelo C. Iribarren escribía poemas por las noches desde 1985. En lo Viejo de los 80 y 90, era un microclima pero no una burbuja, porque todo el mundo pasaba por allí.
En ese principio llegó Víctor Serna, que había estudiado empresariales, con su perspectiva de negocio. Además de su producto propio, empezaron con la distribución de marcas potente de ropa urbana como Carhartt o Stüssy. Superan los colores del surf y exploran las posibilidades de los tonos de la ropa de trabajo, más minimalistas. Los cuadros del estampado vichy. Todo ello les abre mercados y les da contactos, que a futuro serían importantes en el desarrollo de la marca Loreak Mendian y, desde 2017, ya solo Loreak.
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Clásicos revisitados
Con motivo de la pasarela del Museo Cristóbal Balenciaga de la mano de San Sebastián Moda Festival, en mayo, Víctor Serna explicaba en estas páginas que «siempre nos hemos apoyado en el pasado para traerlo con nuestra visión al presente. La base son los clásicos revisitados. Nuestra naturaleza se centra más en ser que en parecer, por lo tanto, nos movemos por nuestras convicciones, aficiones, mostrando nuestro entorno y cultura».
El fundador de Loreak Mendian explica que «los inicios de una marca siempre son duros, pero la ilusión de impulsar un proyecto de país con tantas posibilidades te hace estar cargado de energía. Es cierto que ha habido un par de momentos que nos hemos podido desviar del camino, pero nuestra esencia jamás la hemos perdido y esa es nuestra fortaleza».
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La firma asegura que diseña «piezas de calidad y atemporales. Construidas con patrones sobrios y de líneas depuradas, confeccionadas con tejidos de calidad y diseñadas de manera creativa, funcional y con la sostenibilidad siempre en mente».
Tras la entrada en concurso de acreedores de Ternua Group, que adquirió Loreak en 2019, el Juzgado de lo Mercantil Número 1 de Donostia –a cargo del juez Pedro José Malagón, que en su día adquirió cierta popularidad al encargarse del proceso concursal de la Real Sociedad– ha aprobado su venta a la empresa Borobitex participada por Víctor Serna, uno de los fundadores.
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El atractivo de la marca ha facilitado que Loreak sea la primera división de Ternua que ha encontrado comprador. La operación, sin embargo, se ha cerrado en 800.000 euros, que el Fondo de Garantía Salarial y varios bancos consideraron insuficiente. La venta incluye el mantenimiento de los puestos de trabajo y los arrendamientos de las tiendas de Donostia, Bilbao y Madrid.
Loreak vuelve a manos de uno de sus fundadores. Karmelo C. Iribarren ya no escribe poemas en la barra del Akerbeltz ni la tienda original existe. Ahora hay un hotel. Donostia 2025.
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