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El pabellón de Trukutxo se vio envuelto el año pasado en una agria polémica entre el PNV y la alcaldesa de Azpeitia, Nagore Alkorta (HB), después de que el Grupo CL planteara un proyecto para reactivar la planta de Amue, la que está en el centro de la localidad y que se cerró en 2013. Una propuesta que contemplaba una inversión de 50 millones y la generación de 700 puestos de trabajo. Parte de la inversión iba destinada a recomprar la maquinaria, ya que ésta fue adquirida en subasta por un consorcio de empresas cuando Gallardo entró en concurso de acreedores y cerró la acería.
Nagore Alkorta defendió desde el principio que la reanudación de la actividad en Amue chocaba con el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) aprobado en 2013, refrendado por unanimidad por EH Bildu, única formación que gobierna en la localidad, pero también por el PNV. El documento destina esos terrenos a uso residencial. La alcaldesa planteaba que la única opción pasaba por el traslado a Trukutxo, en las afueras de la localidad.
Sin embargo, el Gobierno Vasco, y en concreto el departamento que lidera Arantxa Tapia aseguraba que las dificultades urbanísticas eran salvables sin desbordar el PGOU; es decir, que la reapertura de Amue era posible, al tiempo que acusaba al Ayuntamiento de oponerse por «criterios políticos».
Las posturas se mantuvieron irreconciliables y tras varios meses de enfrentamientos verbales, en los que también intervinieron responsables forales del PNV, el Grupo CL desistió del proyecto. Y es que el conglomerado extremeño dejó claro desde el inicio que su propuesta era inviable si se trasladaba a Trukutxo, tanto por una cuestión de plazos como de costes.
Su intención era poner en marcha la factoría en seis meses, lo que hubiera sido imposible si se partía de cero en un pabellón vacío. Además, argumentaba que construir una factoría prácticamente al completo dispararía la inversión hasta los 150 millones, al tiempo que retrasaría la entrada de dinero en caja, puesto que la producción no arrancaría hasta pasado un par de años.
Finalmente, tras verse atrapados en una controversia política de la que se mantuvieron al margen, el Grupo CL decidió tirar la toalla y abandonar el proyecto. A partir de ahí, se continúo desmantelando una acería que fue el motor económico de la comarca, pero que ha sabido recomponerse del golpe que supuso su cierre.
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