Ni contigo ni sin ti
Análisis ·
Si Sánchez consigue la aprobación de los presupuestos, malo, y si no lo logra, peorLos presupuestos generales del Estado tienen la máxima importancia pues plasman, en números, las ideas del gobierno y ordenan sus prioridades. Si una imagen vale ... más que mil palabras, un número vale más que mil declaraciones. Por eso son capitales y por eso, su aprobación, a lo largo de un proceso siempre largo y complejo, concita todas las miserias de la política y muy pocas de sus virtudes. Los partidos que los elaboran siempre visten sus números de colores bonitos. Ya sabe, cosas del tipo: estos son unos presupuestos sociales, avanzados, progresistas, capaces de fomentar la actividad, de reequilibrar la riqueza y de... ¿quitarle el dolor de muelas quizás?
Por su parte, los partidos de la oposición no ahorran esfuerzos en criticarlos. Siempre con los mismos adjetivos: son unos presupuestos insolidarios, injustos, innecesarios, inconvenientes, improductivos... ¿quizás hasta mal redactados y con errores aritméticos? Hasta tal punto es así que yo he llegado a pensar que quienes los presentan redactan primero el texto de su presentación y luego cuadran los números como pueden, mientras que los partidos de la oposición no llegan a mirar los números y tienen redactada la respuesta antes de conocerlos. Ya sé que todos estos juicios son una maldad exagerada e incierta, pero repasen lo que ha sucedido en anteriores ocasiones y verán que quizás no sea leche, pero blanco y en botella... sí que es.
El Gobierno central se encuentra ahora sumido en una situación ciertamente desagradable e incómoda. Después de haber cambiado de opinión varias veces en cuanto a su presentación -¿le sorprende esta actitud en Pedro Sánchez?-, ahora parece decidido a presentarlos en sociedad a lo largo de este mes de enero. Los que saben de estas cosas, y habitan en páginas anteriores dedicadas a la política, aseguran que su éxito o su fracaso en la tramitación parlamentaria determinará la duración de la legislatura. Y también afirman que su futuro queda en manos de los partidos independentistas catalanes, una vez que Podemos firmará lo que le pongan delante -para no quedar de nuevo como el partido que arruinó la posibilidad de un gobierno de izquierdas-, y que el PNV aportará su voto, a cambio de algunas transferencias aunque sean menores, con tal de retrasar la fecha de las elecciones.
En 2019 quizás no tengamos tantos empleos ni tanta actividad, pero sí mucho entretenimiento
Y esto es lo malo. Si Pedro Sánchez no consigue aprobar sus cuentas, tendrá que bajarse del Falcon, ¡con lo barato que le sale, 256 euros por ir y volver de Castellón en avión privado!, y volver al diésel, justo ahora que él mismo ha subido los impuestos que lo gravan. Una opción que, como podrá comprobar es muy desagradable. Pero, si consigue su aprobación, será en una muy incómoda compañía y se pasará los días, y las noches también, escuchando preguntas del tipo: qué les ha dado usted a cambio, cuántos preceptos constitucionales ha pisoteado, etc. Lo cual mejorará mucho más las expectativas electorales de Vox que las suyas propias.
Claro que un año en política es una eternidad y puede pasar de todo. Pero dentro de ese todo cabe tanto lo bueno como lo malo, sin descartar los cisnes negros, esos acontecimientos que nadie espera ni sospecha que puedan suceder y, sin embargo, suceden. Así que, si consigue la aprobación de los presupuestos, malo y, si no la consigue, peor.
¿Y su contenido? De eso hablamos menos. A Sánchez le encanta el gasto y no teme al déficit. Ni siquiera le espanta la posibilidad de gobernar con los odiados y odiosos presupuestos de Rajoy prorrogados. Su esperanza es que el combo que le apoyó para derribar a su antecesor tenga menos remilgos en aprobar los decretos ley que más le interesan, que en salvarle las cuentas en su conjunto. Y, con cosas así de divertidas, vamos tirando. En 2019 quizás no tengamos tantos empleos ni tanta actividad como necesitamos, pero entretenimiento... por quintales. Cuente con ello.
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