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Que lo apliquen ellos

Jueves, 29 de diciembre 2022

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La última novedad en materia fiscal, el Impuesto a las Grandes Fortunas, se podría haber efectuado con menos prisas, con más calma y, sobre todo, ... con menos ideología. Pero, es cierto, que entonces se corría el riego de hacerlo bien. La intención no era solo castigar a los ricos –que eso siempre está muy bien y es oportuno–, sino de doblegar la insolencia de las comunidades autónomas 'díscolas'. El objetivo siempre es el mismo, recaudar más, pero ellas habían elegido el 'otro camino', el de bajar impuestos y aumentar la base imponible, en lugar de la ortodoxia oficial de subir los tipos y que la base imponible se las arregle como pueda. La versión díscola es más lenta y arriesgada, pero si sale bien es mucho mejor. La ortodoxa es más sencilla, no requiere más esfuerzo que el de un ligero manoseo al BOE y ya está. El efecto es inmediato y lo que suceda mañana solo interesa a quienes gobiernen mañana, cuya identidad nos es hoy desconocida. Solo faltaría que los políticos de hoy tuvieran que preocuparse por las situaciones futuras. Bastante trabajo tienen los pobres –pobres de corazón en el sentido evangélico claro–, con lidiar con el presente opresivo.

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