Pau Etxaniz, nada más cruzar la línea de meta, sabedro de que su tiempo era muy competitivo e iba a estar entre los mejores. EFE

Bronce para Pau Etxaniz

Un 88.87 para que se quede tatuado

El descenso que realizó Pau Etxaniz, soberbio, se quedó a escasas 65 centésimas del oro, que ganó el italiano Giovanni de Gennaro

Viernes, 2 de agosto 2024, 02:00

Más de dos horas de sube y baja de emociones concluyeron con una gesta histórica, con la medalla de bronce que se colgó del cuello ... Pau Etxaniz, no sin sufrimiento. Todo lo contrario. Cómo lanzó al suelo el botellín de agua que estuvo estrujando a medida que llegaban los piragüistas y cómo salió a la carrera en busca de sus familiares y allegados, forma ya parte de la historia del deporte guipuzcoano. Manteado por su aita, Xabier, por Maialen Chourraut, el resto del equipo y personas federativas que siguieron a pie de canal unos minutos que, por momentos, se hicieron eternos.

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Pau Etxaniz logró un impresionante tiempo de 86.87, el mejor de toda la jornada, pero recibió dos segundos extra de penalización al tocar la puerta 19 -finalmente fue 88.87-, lo que le impidió subirse a lo mas alto del podio. La medalla es tan sorprendente como merecidísima. Nada más llegar a la meta y comprobar en el vídeomarcador el tiempo en el que había parado el crono, su gesto ya vislumbraba que algo grande podía llegar. Y llegó.

El donostiarra, de 23 años, realizó una bajada espectacular en la final, colocándose en un primer puesto provisional con un tiempo de 88.87 segundos. Su alegría tenía toda la razón de ser porque enseguida empezó a hacer cuentas. En las semifinales, a primera hora de la tarde de ayer, en el mismo recorrido con las mismas 23 puertas colocadas de igual modo, Pau paró el crono en 96.11 con dos segundos de penalización. Es decir, había bajado en ocho segundos el tiempo de las semifinales y no solo eso. Había aún algo mejor. Su crono era el mejor de toda la jornada, superando el 89.51 que firmó el británico Joseph Clarke en el preludio de la gran final.

El rostro de Xabier

Las buenas vibraciones que tenía el palista del Atlético San Sebastián en el agua, tuvieron su reflejo fuera de ella. El rostro de su padre y entrenador, Xabier Etxaniz, era gráfico también. El 88.87 era un tiempazo. Sin embargo, la espera iba a ser eterna. Los contrincantes iban cayendo ante el gran tiempo del donostiarra hasta que el italiano Giovanni De Gennaro -que partió en quinto lugar- superó el tiempo de Etxaniz por apenas medio segundo (88.22), arrebatándole la primera posición. El palista de Brescia, campeón del mundo en 2013, se proclamaría a la postre campeón olímpico de K1.

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Una vez que la posibilidad del oro se esfumó, Etxaniz seguía con todas las opciones intactas de conseguir una medalla, por lo que toda la emoción se centraba en los descensos del resto de rivales. Ninguno logró superar el tiempo del donostiarra, hasta que llegó el turno del local Titouan Castryck, un enemigo de cuidado y entre los favoritos para encaramarse al primer peldaño del cajón. Empujado por la afición francesa, que abarrotaba el Estadio Náutico de Vaires-sur-Marne, a 22 kilómetros de París, el jovencísimo palista de 19 años paró el crono con un tiempo de 88.42, superando por la mínima el tiempo de Etxaniz, lo que le valió para lograr la medalla de plata.

En ese momento el gesto de Pau se torció. Sabedor de que su espectacular bajada se podía quedar sin premio. Felizmente no sucedió. Quedaban dos palistas por descender del canal: el alemán Hegge y el británico Clarke. Ambos habían obtenido en las semifinales un tiempo mejor que el de Pau Etxaniz. El teutón paró el crono en 93.73 y solo quedaba el último descenso. Etxaniz se convertía en Mikel Oyarzabal en la final de la Eurocopa. La gloria le separaba con un británico enfrente. Los tiempos de Clarke fueron sensiblemente peores que los del donostiarra pero estaba muy cerca. Sin embargo, Clarke se enganchó en un remolino, las centésimas fueron cayendo y el 89.82 se convertía en bronce para el guipuzcoano. Una presea que sabe a oro y una bajada para recordar.

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Una espera angustiosa

Esta maravillosa historia de gloria tuvo su momento puntiagudo. Por ello quizá un bronce se saborea como un oro porque la espera para comprobar si estaba entre los tres primeros fue más angustiosa en las semifinales pero por un motivo más distinto.

Etxaniz pasó unos veinte minutos realmente malos desde que alcanzó con su piragua el final de su bajada parando el cronómetros en 94.11 (más dos segundos por una penalización) hasta que los jueces decretaron que el neozelandés Finn Butcher se había saltado una puerta y a su tiempo, 90.40, hubo que sumarle cincuenta segundos de penalización. A falta de que los cuatro mejores palistas realizaran la prueba - el británico Clarke, el italiana De Gennaro, el checo Prskavec y el francés Castryck- el palista del Atlético San Sebastián estaba ya clasificado para la gran final. Solo faltaba por saber el lugar de la salida en la gran final que fue el primero, ya que Pau obtuvo la duodécima posición. Fuera de la final se quedó el polaco Mateusz Polaczyk.

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En la ronda de semifinales donde partieron veinte piragüistas en busca de los doce mejores puestos, Etxaniz realizó una bajada sobria y sólida. Destapó el tarro de las esencias en la final y dejó lo mejor de sí mismo para el momento clave. Donde los campeones se diferencian de los meros deportistas. Un 88.87 para tatuárselo de por vida.

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