«Siempre quise conocer el mar y nuevos lugares. Me encanta, no quiero irme»
El MOMIM boliviano toma el relevo de sus predecesoras, que disputaron la Donosti Cup en 2011, donde había madres, tías y abuelas de las actuales jugadoras
Aquí no leerán respuestas del tipo «hemos luchado hasta el final» o «hemos merecido más suerte», o «no hemos dado nuestra mejor versión». Si algo ... tiene la Donosti Cup, y por ello es su reconocimiento mundial, es porque va más allá del mero resultado. Por ello escuchar de la boca de Karin Jamel –responsable de las bolivianas del MOMIM, donde hay hijas y nietas de aquel equipo que aterrizó en 2011 en Donostia– que «aquellas mujeres que vinieron dicen que les gustaría morirse recordando cómo entraban al campo de fútbol en la Donosti Cup», la cosa se pone seria.
Los días y las horas en la capital guipuzcoana para este equipo de altiplanicie andina son un constante agradecimiento. «Lo diferente con la anterior delegación es la tecnología. Demostramos que por muy recóndito que sea el lugar de donde venimos, porque no tenemos ni luz, ni agua, ni electricidad, ni carreteras pero las chicas están a la par de la modernidad, conservando una herencia cultural que nos han ido dejando nuestros padres».
Para entender lo de ahora, como en muchos ámbitos de al vida, hay que repasar lo anterior. En 2011 «vinieron un grupo de mujeres madres que jugábamos al fútbol como una manera de unirnos, de compartir, de luchar contra muchos factores adversos», recuerda la responsable del equipo latinoamericano. Y ahora estas niñas se están beneficiando de aquella gran experiencia, ya que «hijas, nietas y sobrinas han venido once años después. No hay nadie en nuestra comunidad que no sepa que vino un grupo en 2011» y que ahora han regresado un grupo de chicas de entre 15 y 17 años.
«Las mujeres que vinieron en 2011 quieren recordar al morir cómo entraron a un campo de fútbol en la Donosti Cup»
Karin, casi con los ojos humedecidos de la emoción relata lo que supuso aquel viaje desde Camiri, en la parte este de Bolivia, hasta Donostia. «Mujeres que eran amas de casa que pensaban que la vida se había acabado para ellas pero que después de venir acá se hicieron profesoras, enfermeras, emprendedoras». De hecho, para ellas el hecho de coger un avión, cruzar el charco, aterrizar en un país a tanta distancia y el recibimiento que tuvieron por parte de todos «es el recuerdo más lindo que tendrán en su vida».
No más que girar la cabeza y ver las caras y los ojos de la jóvenes que se han embarcado en este viaje, o que es un sueño para ellas. Sara es una de las jugadoras del MOMIM «es increíble, es un sueño» dice esta joven de 16 años. Algo que en nuestra sociedad es tan manido como coger un avión o hacer un viaje e ir a otro país, resulta algo extraordinario para este grupo de chicas bolivianas, algunas madres ya. «Siempre he querido salir del país, conocer el mar y conocer nuevos lugares. Es increíble, me encanta, no quiero irme», asume con resignación Sara a quien ni la lluvia le borra la sonrisa.
Un tema capitular en la visita de este equipo boliviano es el mar. «Sí, nos hemos bañado», indica con la sonrisa cómplice de sus compañeras de equipo. En Camiri hay río y los niños y niñas se bañan sin problema. «¡Pero es que aquí el agua es salada!», exclama Sara recordando que después del baño todos fueron a dar un gran trago de agua.
Sara explica que «estamos aprendiendo mucho de los equipos a los que nos enfrentamos». Y ahonda en una gran diferencia, ya que los rivales «son clubes y nosotras solo hemos entrenado tres meses antes de venir». El viaje de vuelta se acerca inexorablemente y Sara con pena dice que «lo primero que voy a contar a mi familia en Bolivia es que visto el mar». Un mar como esperanza para mujeres que han podido alcanzar un sueño.
Las finales de este viernes pueden verse en diariovasco.com.
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