Pedro Delgado | Ganador del Tour en 1988
«El Tour va mucho más allá del ciclismo»El segoviano, gran figura del ciclismo de los años 80, conserva intacta su popularidad en su faceta de comentarista televisivo; en 1992 estuvo en Donostia como corredor
P
edro Delgado es él y sus circunstancias, en plural, porque el segoviano es un personaje de la cultura popular española. Es sus victorias -ganó el ... Tour de Francia, nada menos-, sus derrotas y la forma en que llegó a ellas. Y es también su estilo inimitable de las retransmisiones televisivas del verano. No para de saludar, de hacerse fotos, de firmar autógrafos y de hacer un chiste con todos los que le dicen algo, que son legión. Domina el terreno que pisa con maestría.
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- El Tour vuelve a salir de Euskadi. Usted estaba allí la última vez.
- Son recuerdos de corredor. El hecho de no tener que ir a Francia, el idioma, los viajes tan pesados en el inicio de una gran vuelta... Todo fue mucho más fácil que si hubiéramos empezado de Créteil, como el primer Tour que hice. Sientes que corres en casa y el calor de la gente. Fue un inicio muy especial.
- ¿Pudo disfrutar?
- Claro. Cuando eres un veterano tienes la capacidad de saborearlo todo. Además, fue una salida, como va a ser la de este año, dura. El territorio aquí es muy difícil y en la tercera etapa ya tocábamos los Pirineos con el Marie Blanque. Recuerdo un Tour que salía de casa pero a la vez le llamaron de la Unión Europea, porque visitamos muchos países: Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Suiza, Italia, Francia, naturalmente... El hecho de salir del País Vasco fue un puntazo, tiene mucho más valor que una etapa corriente.
- ¿A qué se refiere?
- Esto va más allá del ciclismo. No voy a decir que ponga al País Vasco en el mapa, pero sí que refresca a la gente dónde está y todo el mundo va a oír hablar de Bilbao y San Sebastián. En China, en Japón, en Sudamérica, en Estados Unidos... Todo el mundo tiene que saber que estamos aquí. Es un ambiente increíble y una inversión a largo plazo, porque con las imágenes de televisión se va a invitar a la gente a venir en el futuro. Como todo, lo positivo tiene la cara negativa para la gente que vive aquí, que lo va a sufrir y se tiene que llenar de paciencia. Es un acontecimiento que muchas veces desborda las expectativas de las autoridades y puede dar la sensación de que vaya faena que llegue aquí, pero ese momento es repentino. Cuando se ve después la repercusión que ha tenido, todo el mundo cambia de opinión. Siempre ha sido así.
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- El Tour de 1992 en Donostia fue impresionante, pero esta edición también promete.
- El Tour llega en un gran momento. Pogacar perdió con Vingegaard y viene con ganas de revancha. Y con el terreno que hay aquí, las tres primeras etapas son territorio comanche, difícil, que permiten escapadas y que la carrera esté muy viva.
- ¿Su carrera ciclista estuvo marcada por el Tour?
- Como todo en la vida, el Tour ha cambiado mucho. El que yo debuté, el de 1983, no es el de ahora. Era la mejor carrera del mundo, pero no tenía la repercusión de hoy a nivel internacional. Del Tour yo sabía muy poco. Se decía que era la gran carrera del ciclismo, pero no conocía los puertos ni cómo se corría. Sobre todo, había comentarios negativos de gente que lo había disputado. 'Qué se os ha perdido allí, aquello es un matahombres, qué necesidad tenéis de ir'. En aquella época, durante el Tour había un calendario paralelo en España, no había por qué ir a Francia. Fue un reto que se marcó José Miguel Echavarri, enamorado de este deporte. Como no había equipos de aquí ni de otros países como Italia que quisieran ir, se nos abrió la puerta. De pronto descubrimos que con ese ciclismo de segunda que teníamos en España arrancamos al mismo nivel que otros. Fue un revulsivo. Luego hubo interés, pero en 1983 fuimos porque no quería ir nadie. Entonces había fronteras, físicas, pero también mentales. Creo que aquello permitió abrirlas, presumir de que ya éramos Europa... Hubo un mensaje muy positivo en aquel primer Tour.
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- Allí se da a conocer...
- Sí, me llamaban 'le fou des pyrénées' y fui tres veces segundo... Ganamos la etapa del Puy de Dôme con Ángel Arroyo, que acaba segundo... Después de una primera semana muy accidentada, fue llegar la montaña y encontrar nuestro sitio. Empezamos a sentir que podíamos ser protagonistas y nos dio confianza. Siempre cuento que en el 83 tengo un sueño, estando segundo en la general, de que esa carrera la podía ganar algún año. Aunque luego el Tour se dedicó a ponerme zancadillas, que si me rompo la clavícula, que si muere mi madre... Los sueños no se correspondían con la realidad, pero aquellos primeros Tours son imborrables.
- Dicen que se descolgaban hasta en la salida neutralizada...
- Eso fue en el primer Tour. Cuando los veteranos te decían que a ver qué ibas a hacer a Francia, tú pensabas que los abuelos ya estaban pasaditos de moda, mayores y había que dejarles que protestasen. Pero el primer día salimos tarde en la neutralizada porque nos entretuvimos en el coche. Nos vino gritando José Miguel a ver qué hacíamos allí, que ya habían salido. Arrancamos y en la primera curva, uno caído; en la segunda, otros tres y nosotros que libramos por los pelos. Nos miramos Arroyo y yo y nos dijimos 'madre mía, qué es esto'. En el primer paso de montaña, que era un repecho, se disputaba el maillot y nosotros, cortándonos. 'Si nos quedamos en un puerto de cuarta, vamos bien'. Pero luego llegó la montaña y encontramos nuestro sitio. Nos dimos cuenta de que a los demás les dolían las piernas igual que a nosotros.
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- Con el paso de los años le va sucediendo de todo en Francia, pero en 1988 gana el Tour.
- Es lo máximo. El segundo año ya no es el primero. Si el año del debut hubiéramos tenido la experiencia que teníamos en el segundo, Arroyo o yo habríamos ganado aquel Tour. Pero nos felicitábamos si llegábamos a ver quién levantaba los brazos. Llegar con los primeros era un éxito. Mentalmente, era como si hubiéramos ganado y simplemente habíamos llegado en el pelotón. Ni se nos pasaba por la cabeza poder ser protagonistas. Éramos el sparring que recibíamos, pero que no íbamos a poder dar. Sentirte protagonista fue un revulsivo. El segundo año sabes que puedes ganar. Luego se me tuerce varios años y tenía la sensación de que tenía un gafe en el Tour de Francia, porque en la Vuelta estaba siempre en el ajo y gané la primera en 1985.
- Se convirtió en un personaje porque siempre le pasaba algo.
- ¡Pero yo no me lo construía! Es que a mí me pasan cosas muy raras en el día a día.
- Pero cuando sale tarde en Luxemburgo no es una cosa de novato, era el ganador del Tour en ejercicio...
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- Claro, claro. Pero la gente no lo entiende. Ya había salido tarde en una Vuelta a Aragón, le he visto salir tarde a Bernard Hinault... En nuestra época no era tan anormal. Lo que no fue normal es que me pasase a mí con el maillot amarillo. No era tan fácil, pero demostré que se podía hacer (risas). A lo que me refiero es que son otros tiempos. Íbamos a calentar y al volver el tráfico o cualquier percance te podía retrasar. En Luxemburgo recuerdo que la gente se volcaba, que si fotos, que si autógrafos, y me aparté un poco para poder estar tranquilo. 'Dejadme en paz, que yo estoy aquí para ganar el Tour'. Me quería aislar y me aislé tanto que me olvidé de que tenía que salir.
- En 1992, a la salida de San Sebastián, llega en una fase distinta de su carrera. Indurain ya es el campeón del Tour.
- Miguel ya había mostrado su potencial, pero en el 92 yo pensaba que todavía podía hacer algo porque en la Vuelta a España, que aún era en primavera, acabé tercero y estuve muy competitivo. Miguel venía también de ganar el Giro de Italia, era joven, con capacidad en las cronos, y la idea es que la carrera decidiría. Pero, claro, ya en Luxemburgo remató la faena de tal manera que estaba claro que todo era Miguel. El gran Indurain salió del Tour de 1992. No se puede decir que en el 91 fuera una sorpresa, pero fue más duro. Tuvo que asimilar una nueva situación y ese fue uno de sus puntos fuertes. Corría mejor con presión que sin presión.
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- ¿Qué opina del ciclismo actual?
- El ciclismo fresco del siglo XXI me encanta. Son ciclistas jóvenes, más irrespetuosos, más provocadores, haciendo un ciclismo más épico, atacando desde lejos, provocan un ciclismo muy dinámico que hace que la carrera no sea solo la última media hora. Los últimos años todo venía marcado por la tecnología, por los datos, era un poco un ciclismo de escuchar a los consejeros y no a las piernas o al corazón del ciclista. Con esta generación, son ellos los que mandan. Tienen a su disposición toda la tecnología, pero están aquí para divertirse. Es una bocanada de aire fresco.
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- ¿Quién es su favorito para este Tour?
- A todos nos pasa lo mismo. Igual en el Jumbo Visma piensan distinto, pero mi favorito es Pogacar. Es que es un bendecido, un dios. Que el Jumbo no lleve a Roglic es un error. Creo que para hacer frente a Pogacar necesitan a dos corredores como Vingeggard y Roglic. En el momento en que solo sea uno contra uno creo que Pogacar tiene todas las de ganar.
- Usted corrió con Hinault. ¿Pogacar es el más parecido a él?
- No. A mí, quien me recuerda a Hinault es Evenepoel. Pogacar es más parecido a Merckx, porque incluso tiene punta de velocidad. Se lo pasa bien corriendo. Evenepoel me recuerda más a Hinault porque es más diésel, un gran contrarrelojista que en la montaña se tiene que defender, mientras que Pogacar te ataca en montaña donde quiera. Es muy bueno, lo más parecido a Merckx que ha habido hasta ahora.
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