El Giro resucita a un campeón: Egan Bernal
El colombiano se corona en Milán y confirma su regreso a la aristocracia del ciclismo después de los problemas físicos que amenazaron su carrera
El Giro de Italia ha resucitado a un campeón y ese ha sido el gran valor de la carrera. Desde Milán, Egan Bernal ( ... Ineos) regresa al gran ciclismo después de un calvario de dolor que amenzaba la continuidad de una trayectoria llamada a medirse con la de los mejores de la historia. El colombiano se ha levantado y el futuro vuelve a abrirse ante él, igual que se abrió en la cima del Iseran cuando ganó el Tour de Francia de 2019.
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Entre aquella tarde de julio y ayer, unos dolores de espalda provocados por tener una pierna 1,7 centímetros más corta que la otra le obligaron a abandonar el último Tour con el dorsal 1 y a poner el contador a cero. Tras una dura recuperación en lo físico y mucho más en lo psicológico, por las dudas, el Giro le ha devuelto al primer plano mundial, el lugar que le corresponde por sus extraordinarias condiciones. A los 24 años, Bernal se anota la segunda gran vuelta de su carrera y, si no hay cambio de planes, en verano acudirá a la Vuelta a España en busca del triplete. En toda la historia, solo siete hombres han ganado las tres grandes: Anquetil, Merckx, Gimondi, Hinault, Contador, Nibali y Froome. Sería el más joven en lograrlo, con 24 años, uno menos que Gimondi e Hinault.
El Giro se resume en un gesto, el de Bernal quitándose el chubasquero a 300 metros de la meta de Cortina d'Ampezzo para mostrar la maglia rosa en todo su esplendor. El colombiano demostró que era perfectamente consciente de que estaba corriendo contra la historia. Sabía que esa fotografía, con los brazos abiertos como Marco Pantani, era el certificado oficial de su regreso a la primera línea. Un triunfo que le vuelve a franquear la entrada al aristocrático club de grandes figuras del ciclismo.
«El que domina el fuego»
Es su lugar, porque Bernal es un predestinado. Se lo dijo el doctor José Bulla a su madre antes de nacer. «Este niño te lo envía el cielo. Hará grandes cosas en la vida. Déjame elegir su nombre». Escogió Egan, que «en griego antiguo significa triunfador, un hombre emprendedor que jamás se rinde. Es también el que domina el fuego». A su madre, Flor, no le gustó, pero lo dejó correr a condición de que ella elegiría un segundo nombre. Así, el ganador del Giro de Italia se llama Egan Arley Bernal.
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Nació un 13 de enero, como Pantani, en una casa modestísima, de las que cuando había para comer no había para nada más. Su padre fue ciclista amateur. Competía en las carreras de 'turismeros', pruebas de bicis de piñón fijo donde la única regla era que no había reglas. Lucía el maillot del CicloAses, uno de los mejores equipos de Colombia, pero no tuvo la suerte de ser profesional. Al revés que su compañero y amigo Fabio Rodríguez, conocido gregario de Tony Rominger en el Clas de los 90.
El antiguo profesional tomó bajo su protección al chaval cuando tenía 8 años, en una escuela de ciclismo que todavía sigue funcionando en Zipaquirá. De ahí pasó a las estructuras de Pablo Mazuera, nieto de presidente y hombre para todo del mountain-bike colombiano, que le permitió por primera vez no tener que preocuparse de que hubiera algo de comer en la mesa de la familia. Fue el paso previo al fichaje por el Androni de Gianni Savio, Europa, el éxito y el dinero.
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De Egan Bernal destacan sus excepcionales condiciones físicas. Antes de un Mundial juvenil de mountain-bike, pasó una prueba de esfuerzo en la sede de la UCI en Aigle que dejó a todo el mundo boquiabierto. Su nivel de consumo máximo de oxígeno se situaba a la altura de los de Greg Lemond, Miguel Indurain y Chris Froome. Cuando le hablaron de ello, el chaval demostró una madurez aún más sorprendente que sus números: «Eso indica que tienes motor, pero no garantiza que vayas a ganar el Tour». Pero con esas cifras ya circulando por ahí, su salto al profesionalismo era inevitable y el viejo Savio fue el más rápido.
Con y sin Evenepoel
La victoria de Bernal tiene la máxima importancia, ya que supone el regreso al primer nivel de uno de los mejores ciclistas del mundo. Este Giro quedará en los libros por esta cuestión y no tanto porque haya sido una gran carrera. Trece etapas han sido para ciclistas que nunca habían ganado en una grande y se han sucedido las escapadas exitosas.
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El valor del triunfo del colombiano no admite discusión, pero se fundamenta más en esa resurrección para el gran ciclismo de la próxima década que en la brillantez de su victoria, que ha sido parcial. Concretamente, se ha reducido a dos tercios del recorrido. Lo mejor del Giro fueron las 16 primeras etapas, hasta el gesto de la maglia rosa en Cortina. Esa jornada, con la novena en Campo Felice y la de Montalcino -las dos con 'sterrato'- han sido los puntos culminantes de la carrera. Y en esa fase, el mejor también fue Bernal, que sin tocar una montaña propiamente dicha ya era líder.
Esa parte del Giro fue vibrante y coincidió con la presencia en carrera de Remco Evenepoel (Deceuninck), lo que viene a confirmar que la ilusión y la pasión son ingredientes esenciales del deporte y los que le dan toda su magia. La expectativa de que el belga pudiera entablar una pelea legendaria con el colombiano elevó la calidad de la carrera. Aquel sprint salvaje por un segundo de bonificación en una meta volante ilustró aquella fase poderosa, moderna y creativa. No se concretó, por el derrumbe del belga.
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Lo que vino después tuvo más nivel deportivo, el pulso contra Simon Yates (BikeExchange) y Damiano Caruso (Bahrain) en las grandes montañas, pero menos poder evocador. Bernal tiró de motor, conocimientos y equipo para sujetar con mucha solvencia la carrera y anotarse una victoria inapelable, de categoría.
Lo más importante de este Giro es que ha resucitado a Bernal, pero la gran victoria del colombiano está por llegar.
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