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Romper el muro de las dos horas en maratón regresa con fuerza a los corrillos de los seguidores de este deporte y a las páginas de los periódicos
Antxon Blanco
Viernes, 6 de enero 2017, 08:11
Romper el muro de las dos horas en maratón. El viejo sueño de atletas y entrenadores regresa con fuerza a los corrillos de los seguidores ... de este deporte y a las páginas de los periódicos. ¿Por qué? Dos empresas de material deportivo, Nike y Adidas, quieren ser las primeras, ellas y sus atletas patrocinados, en conseguir el grial de los 42 kilómetros.
Los ingenieros de Materiales se han remangado la bata para diseñar unas zapatillas con unos elementos que podrían entrar en lo antirreglamentario, y ayudar así más que a correr a volar. Los fisiólogos o quizás ahora entren los bioingenieros buscarán esa sustancia que ¿retarde? el cansancio o el entrenamiento inteligente a través de cálculos de la respuesta fisiológica del cuerpo.
Planteado el tablero con las fichas de los que no corren, faltaría colocar al gran rey de todo este teatro, el atleta. Es cierto que las condiciones genéticas del maratoniano actual son mejores que las de los corredores de los años 80 y 90. Que el maratón está de moda desde hace un par de décadas -no tanto en épocas anteriores-, y que las cifras monetarias que se mueven actualmente en los principales maratones empujan a una dedicación absoluta que antaño no existía.
Si las marcas deportivas más poderosas se ponen cabezonas, si los ingenieros toman el reto de las 2 horas como si se tratara de perfeccionar el coche autómata y los entrenadores y atletas dan preferencia a ese objetivo, hay que preguntarse cuándo se producirá ese enorme hito en el atletismo.
Días después de batirse el último récord mundial de maratón (2014, Dennis Kipruto, 2h02:57) escribí que se había roto una de las barreras como era el bajar de 2h03, pero lo más importante era que el nuevo plusmarquista había corrido en menos de 2 minutos 55 segundos de media cada kilómetro (2:54). Por supuesto también me preguntaba cuándo se bajaría de las 2 horas. Y yo era mucho más pesimista que los que vaticinaban que estábamos muy cerca en el tiempo. Y sigo siendo menos optimista (o más realista) que los paracaidistas que ahora llegan al atletismo y lanzan una fecha como si esto fuera poner la caña y pescar un salmón en un pestañeo.
Reconozco que la superación de marcas en los 42 kilómetros está siendo en los últimos años más rápida que en el pasado siglo. Sin embargo, las estadísticas son muy cabezonas y las mejoras, aunque sean unos pocos segundos, cuestan, en ocasiones, años. Puedo entender que la mejora tecnológica y biomédica aplicada al atleta puede acelerar que el récord se acerque a las dos horas.
Necesitamos una mejora de 3 minutos para llegar al 1h59:59 y en el análisis a la cronología de plusmarcas (yo marcaría como punto de referencia inicial al semiprofesional australiano Derek Clayton con su 2h09:36 en 1967), vemos que para rebajar tres minutos -del 2h06:05 del brasileño Da Costa en 1998 al 2h02:57 de Kimetto en 2014- transcurrieron 16 años. Quien defienda la tesis que últimamente hay superaciones en menos espacio de tiempo, la estadística de nuevo les rompe esa teoría: para mejorar 1 minuto y medio han tenido que pasar 7 años -de Gebreselassie en 2007 con su 2h04:26 al vigente de Kimetto-.
Admito que los avances tecnológicos son imparables e impredecibles y que los bioingenieros manejan datos y sistemas que el binomio atleta/entrenador desconoce. Pero estoy convencido de que el papel del corredor seguirá siendo protagonista en la hazaña de arañar unos segundos al récord mundial. Hoy por hoy no veo capacidad de correr un maratón en ritmos de 2:50 de media por kilómetro por mucho que mejoremos las zapatillas (no quiero pensar en un material no homologado) o apliquemos nuevos sistemas de entrenamiento a no ser que fuera un robot y no un ser humano.
Personalmente me inclino más por una fecha más cercana al año 2030 que al 2025, y en me parece irreal plantear la cuestión antes del 2020.
El reto es apasionante. Todo apunta a que existen muchos intereses y que el santo grial tiene una recompensa millonaria. Los nuevos caballeros del rey Arturo son hoy por hoy espigados corredores con procedencia mayoritaria de África y que lucen en sus escudos/camisetas un logo que recuerda un ala de la diosa griega Niké, o bien las tres rayas del viejo trébol alemán. Pero siempre serán dos piernas, una cabeza, un corazón, un nombre... y una sonrisa, los verdaderos héroes de la hazaña.
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