Joachim Trier y Stellan Skarsgård, ayer en el photocall de 'Affeksjonverdi'. IÑIGO ROYO

Joachim Trier y Stellan Skarsgård | Director y actor de 'Affeksjonverdi'

Perlak
«Si quiero liberarme del ego, pienso que en la película han trabajado 1.066 personas»

El realizador noruego relata en 'Affeksjonverdi' una trama familiar entre un director de cine, interpretado por el actor, y sus dos hijas

Alberto Moyano

San Sebastián

Domingo, 21 de septiembre 2025, 09:40

El director noruego Joachim Trier trae a Perlak 'Affeksjonverdi' ('Valor sentimental'), con la que se llevó el Premio al Mejor Guion en el Festival de ... Cannes y protagonizada por Renate Reinsve, Elle Fanning y Stellan Skarsgård. Con este último, el realizador presenta ante la prensa su cinta, un drama familiar en torno a un director de cine, sus dos hijas y las heridas que arrastran.

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– Hay una idea que se repite a lo largo de la película: «Rezar no es hablar con dios, sino admitir que estamos desesperados».

– Joachim Trier: Yo quería hacer una película sobre una familia funcional, que lo es evitando determinados temas cuando se comunican entre sí, para crear ese efecto dramático. Se habla mucho de la herida y de las diferencias a la hora de conectar unos con otros. Quería transmitir la idea de la desesperanza y la soledad dentro de una familia, donde se reconoce que el padre ha sufrido una pérdida y una de las hijas ha pasado por una experiencia similar. Es algo que se remonta quizás incluso a sus abuelos. Se trata de elegir una y otra vez qué tipo de vida llevas. Yo soy ateo y por supuesto que respeto todos los tipos de espiritualidad que existen, pero también me siento más inspirado y tengo momentos más elevados cuando escucho música de Bach o de Tchaikovski. Sí creo que la religión puede representar unas necesidades más profundas. El escritor C. S. Lewis describe muy bien esa dicotomía entre la pérdida y el amor. Es algo de lo que también hablaba Lewis: el rezo como un acto de desesperanza.

– ¿Cómo fue el proceso de escritura del guion? ¿Pensó siempre en Renate Reinsve para este papel y en Stellan Skarsgård para el suyo?

– J. T.: Desde el principio tenía en mente a Renate para ese papel y durante la escritura hablé mucho con ella. A Stellan, sin embargo, no le conocía pero he admirado su trabajo desde pequeño. Sí que tenía la sensación de conocerle de toda la vida, así que le dije que le necesitaba para este papel porque si no, la película no funcionaría. Y él fue lo suficientemente educado como para decirme que habría un 90% de posibilidades de que aceptara. Era un personaje muy difícil de retratar porque no queríamos caer en el cliché del típico padre frío. Le dije que necesitaba a una persona capaz de transmitir, además de esa frialdad, una calidez. Eso sólo lo podía conseguir con Stellan.

– ¿Cuál era el otro 10% que le hacía dudar de si aceptar el papel?

– Stellan Skarsgård: En realidad, iba a aceptar el papel al 100%, pero quería mantener el suspense. Por eso le dije lo del 10%.

– J. T.: Lo utilizó como incentivo para que yo hiciera el mejor guion posible.

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«Soy ateo, pero también me siento más inspirado y tengo momentos más elevados cuando escucho a Bach o de Tchaikovski»

Joachim Trier

Director

– ¿Cree que su cine es apolítico o todo cine tiene un componente político?

– J. T.: Una cosa es tener un mensaje político intencionado y otra, decir que el arte siempre tiene un elemento político. Nuestra intención siempre ha sido contar historias de personajes muy específicos, pero es verdad que dentro de las tramas familiares aparecen personas que tienen que negociar, que tienen recuerdos, que tienen poder y que tienen una historia, cosas que también suceden a nivel político. Es interesante al hilo de la pregunta ver cómo viajan las películas de un país a otro y cómo todas las interpretaciones posibles son bienvenidas. Yo vengo de Noruega donde hay una determinada cultura y una determinada clase social que tiene dinero y que cada vez se expande más y en la que, curiosamente, resulta cada vez más difícil crear entornos familiares y mantener la conexión entre sus miembros.

– En esta película se habla mucho del cine como un poder curativo para estas heridas familiares. ¿Cómo han vivido esto a nivel personal?

– S. S.: Yo no creo que el cine tenga un poder curativo, más allá de que tenga alguna utilidad terapéutica para un director como Joachim, pero igual me serviría correr una maratón. No creo que el trabajo de los artistas consista en darnos la mano y tener esa sensación curativa. Es una ciencia muy básica en la que tratas de mostrar la realidad con una mirada fresca o nueva, y de explicar lo inexplicable. Dicho lo cual, es algo que yo tampoco puedo explicar.

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«No creo en el poder curativo del cine, más allá de alguna utilidad para el director; igual me serviría correr una maratón»

Stellan Skarsgård

Actor

– Un personaje se asombra de lo rápido que ha transcurrido el tiempo desde los 55 a los 70 años. ¿Qué pasa en la vida de las personas en esta etapa?

– J. T.: Stellan... ¿qué es lo que pasa en esa etapa?

– S. S.: No mucho. Eso me pregunto yo todo el rato. Mi sensación es que no he perdido nada, aunque mi personaje sí lo parezca, pero sigo siendo alguien con mucha curiosidad.

– J. T.: Lo que quizás no entiende el personaje de Gustav es que ha pasado el tiempo y que le queda muy poco para hacer lo que quiere. De eso trata la película, de cómo de limitado es el tiempo. Como dicen en 'Annie Hall': «Qué mala es aquí la comida». «Sí, y encima las raciones son muy pequeñas».

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Crítica de la película 'Valor sentimental'

– Stellan, ¿se han inspirado en algún director de cine para componer a su personaje?

– S. S.: Por supuesto, estaba pensando en todos los directores con los que había trabajado para ver qué podía meter de cada uno... No, enseguida me di cuenta de que el personaje no tenía que ver con la vida de un director, sino con la de cualquier artista, ya fuera un pintor o un músico. Es un conflicto que no es específico de la profesión de director. Mi experiencia, que consiste en mi obsesión con la profesión y por la que he hecho sufrir a mi familia, es que un artista no puede evitar hacer lo que debe porque es como dejar de ser tú mismo y al final, se divorcian de ti igualmente.

– ¿Van siempre de la mano del artista el pánico escénico y el ego, este último como máscara para esconder cosas que no se quieren mostrar?

– J. T.: Interesante cuestión. Sí son dos rasgos que van bastante unidos. Está, por un lado, esa especie de anhelo por reclamar más atención y afecto y, por otro, también está la vergüenza que sienten todos los artistas ante el temor a que no se reconozca su trabajo. Citando a (Francis Ford) Coppola, «el director es uno de los últimos dictadores en una sociedad democrática», aunque ya no estoy tan seguro de que sea así viendo cómo están las cosas hoy en día. Trato de liberarme del ego recordando que en los créditos de la película aparecen 1.066 personas que han trabajado en esta película a horas espantosas, noche y día, y que soy parte de ese equipo enorme. Lo que suelo pensar es que como no lo haga bien va a ser un horror. Siempre escribo en equipo, nunca solo, y eso me ayuda a liberarme del ego y a quitarme importancia. Hasta que un día te encuentras en Cannes con 2.000 personas y estás sudando como un cerdo porque tienes la presión de que tu película haya salido bien, así que también lo paso mal y tengo mis ansiedades.

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