Mataron a Javier y Lucrecia sabe cómo y por qué
La directora de 'La niña santa' retrata en 'Nuestra Tierra' toda la podredumbre que aún rodea el asesinato de un líder indígena
Ella es una de las grandes y más respetadas líderes de las cinematografías latinas. Todas las mujeres iberoamericanas (y también muchos hombres) que quieren hacer ... cine o lo están haciendo ya vuelven su mirada a esas películas tantas veces porogramadas bien en el Zinemaldia bien en potentes encuentros en Tabakalera. Títulos como 'La ciénaga', 'La mujer sin cabeza' o 'Zama'.
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Ella, que cree que la falsedad, la mentira, el artefacto bien armado son varios de los privilegios y los poderes del cine, ella que en 2019 creó la parafernalia para 'Cornucopia', el espectáculo que Björk presentó en el centro cultural The Shed de Nueva York y dijo que trabajar con la artista total que colaboró y peleó con Lars von Trier era verdadero 'pasaporte hacia el siglo XXII', fue aclamada en Venecia por esta 'Nuestra tierra', uno los títulos cinematográfica, social y políticamente más bravos proyectados en Horizontes Latinos.
Estamos ante una investigación visual, terrenal, llena de aristas, de rabia, dolor y poder sobre el asesinato en 2009 de Javier Chocobar, miembro de la comunidad indígena de Chuschagasta del pueblo diaguita de la Provincia de Tucumán. Le mataron, como a tantos otros, por defender un territorio que era el suyo y es el de los suyos. Como pasa tantas veces, sus asesinos fueron capturados pero están libres.
Con una cámara, una composición, una puesta en escena y un montaje (honor y gloria a los editores Jerónimo Pérez Rioja y Miguel Schverdfinger; admiración entregada hacia los sonidistas y para el director de fotografía Ernesto De Carvalho) absoluta y perturbadoramente feroces, contando en la escritura del no menos brutal y bien apuntalado guion con la colaboración de María Alché, la cineasta que en 2018 trajera al Zinemaldia su 'Familia sumergida' y en el 23 triunfara en la Sección Oficial con 'Puan', Lucrecia Martel fabrica un potentísimo y portentoso artefacto cinematográfico utilizando para dar testimonio y presentar todas las posibilidades, armas y herramientas que ofrece el Cinematógrafo. Pocas veces una toma de dron puede causar tanta sensación de espanto, por ejemplo; pocas veces resultan tan inquisitivas y demandantes las escenas en sede judicial. Pocas funcionan con tanta aspereza como aquí esas grabaciones de móviles que, ya lo comentaron muchos en Venecia, tienen la textura de aquel 'found-footage', esas filmaciones no siempre profesionales que alguien hace y ese mismo alguien olvida o pierde, o se las arrancan después de muerto; ese 'metraje encontrado' por otros que tanto juego da en las películas de horror desde los tiempos de la Bruja de Blair.
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No es cómoda 'Nuestra Tierra'. Por un lado tiene la fuerza de un relato 'true crime' y por otro el espectador sabe con total plenitud que este crimen es demasiado real y su expediente judicial nunca se cerrará. Y sí, tiene mucha razón 'Time Out' cuando nos aconseja que, puestos a hacer conexiones, pensemos en 'Los asesinos de la luna', de Scorsese.
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