Siempre tiene su dificultad el trasvase entre distintos lenguajes artísticos. También en lo último de la veterana Claire Denis, que pasa al cine una obra ... teatral, 'Combat de nègre et de chiens' (Combate de negro y perros) del dramaturgo galo Bernard-Marie Koltès.
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Sus diálogos, su dicción, su tempo, continúan siendo teatrales en el mal sentido, en el de llenar la pantalla de pesadez y artificiosidad. Y los recursos cinematográficos que la realizadora aporta no encajan bien. Por ejemplo, encajando una secuencia diurna en un jeep entre la larga noche que vivimos a ambos lados de una valla.
Porque aquí se trata de sobrevivir a una noche, a una película, larga y enfermiza. La historia de 'Le cri des gardes' o 'The Fence' va de postcolonialismo y degradación humana. En un lugar indeterminado del África Occidental, los negros locales trabajan al servicio de una empresa de blancos foráneos. Muere más o menos accidentalmente un obrero (algo considerado habitual e inevitable) y su hermano, desde el otro lado de la valla, se pasará toda la noche reclamando con serena dignidad el cuerpo del fallecido y poniendo nerviosos a los blancos.
Claire Denis, en las antípodas de la sensualidad que destilaron algunas de sus películas, ofrece un catálogo de asperezas, traumas y negruras. Todo se repite una y otra vez, todo suena rimbombante una y otra vez, tortuoso una y otra vez. El cine no tiene por qué ser cómodo, a veces incluso no debe serlo, pero en este caso parece gratuito perder al espectador con unos personajes insoportables (sólo la recién casada con el capataz, Mia McKenna-Bruce, resulta real e interesante) y una atmósfera enfermiza a base de artificio, que agota sin llegar a emocionar. Es como «una moneda caída al suelo, que ya no brilla para nadie».
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