Butaca & mascarilla: la gran secuela
Si en 2001 fue el 11-S el que dejó patas arriba el Festival, veinte años después toca otra vez esa maestra severísima que es la pandemia
En 'Entre copas', uno de los protagonistas trata de impresionar a su interlocutora contándole que está escribiendo una novela. «¿Y cómo se titula?», le pregunta ... ella, interesada. «'El día después de ayer'». «Oh -replica la mujer- ¿te refieres a hoy, no?» Pues bien: estamos en el Zinemaldia 2 de la Pandemia y ya podemos rebautizar la 69 edición como «la de después del año pasado». Covid-19: todo el sabor de la variante Delta, pero ya con la protección de la Astrazeneca.
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Hace veinte años, un grupo de majaras dedicó la mañana a estrellar aviones contra edificios estadounidenses y algunos dijeron que el mundo había cambiado para siempre. Lo hizo, sobre todo los aeropuertos, pero lo que es la vida siguió básicamente igual que antes.
El 11-S pilló al Zinemaldia en vísperas de su 49 edición y con un director, Mikel Olaciregui, que se estrenaba en el cargo. En ese momento, todo se vino abajo: el tráfico aéreo se paralizó, los invitados americanos se echaron para atrás -con la excepción de Harvey Keitel y algún otro-, y dos Premios Donostia quedaron pendientes de entrega hasta hoy. Sólo siguieron en pie las películas, lo cual no es poco en un festival de cine. Pasaron por aquí todas las estrellas españolas del momento, que habría que ver qué fue de buena parte de ellas, aunque ése es otro tema. Un par de décadas después, el mundo otra vez ha cambiado y esta vez, la vida también. Por fortuna, al virus se le combate con mascarillas y no con antifaces de dormir. De lo contrario, la llevaríamos clara. El Festival se ha hecho verde y sostenible y en principio, parece bien porque, aunque con algunos reparos, estoy a favor de salvar el planeta. Tenemos también el guirigay de los premios de interpretación sin género y el del Premio Donostia a Johnny Depp, una controversia que ha alumbrado nada menos que una jornada dedicada a explorar los límites éticos del Festival.
La idea es surrealista, a la vez curiosísima y el resultado, seguro que apasionante -quizás no por los motivos esperados-. Por lo demás, es una iniciativa que abre las puertas del infierno porque la cifra de sectores que pueden sentirse decepcionados con decisiones del Festival tiende a infinito. Un día podemos debatir si es pertinente desde el punto de vista ético programar algo tipo 'La pelota vasca', otro si premiar a un director musulmán, al siguiente si galardonar a un actor sionista o finalmente si distinguir a un antivacunas. Nada de todo esto constituye un delito, pero tampoco Depp está imputado, procesado o condenado por alguno. En 2021, que vas a ofender a alguien es una certeza y no está claro que la ética sea el campo de batalla idóneo para ese combate.
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Por de pronto, toca zambullirse en esta 69 edición pandémica, que también será inolvidable, aunque la primera que vivimos peligrosamente siempre será la 68. Suerte a todos.
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