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La culpa es nuestra, de los que comentamos y escribimos de televisión. Hace unos años nos dio por criticar a los políticos por no querer salirse nunca de la norma en sus apariciones televisivas, por participar únicamente en espacios informativos, por no aparecer en otro tipo de formatos. Veíamos a Clinton u Obama acudir a propuestas de entretenimiento y atreverse con juegos ocurrentes o demostrando habilidades que no conocíamos de ellos y nos vinimos arriba. Y nos dijimos: ¿por qué aquí no? Y empezamos a dar la turra con que los nuestros también debían acceder, con que tenían que aparcar la rigidez y dejarse ver en escenarios más informales. Y al final nos hicieron caso.

Comenzaron a hacer concesiones puntuales hasta que le fueron cogiendo el gusto y han invadido toda la parrilla. Se prestan a todo, a freír huevos, a tocar instrumentos, a comentar chascarrillos, con tal de figurar. No hay programa que se precie que no quiera contar en su escaleta con representantes del PSOE, del PP y de todos los nuevos partidos. Y, como vamos empalmando elecciones, ellos se muestran encantados para llegar así a públicos diversos. Hace unos años hubiese sido impensable una presencia tan constante de figuras políticas en los magacines matinales o que accediesen con naturalidad a colaborar en secciones como la de cocina de La Sexta Noche. Y esto está muy bien, se han quitado el corsé y el formalismo. Ahora bien, ¿es necesario que todos los programas hablen de política?

Lo pensaba esta semana cuando Errejón visitaba 'El Hormiguero' y Motos le preguntaba si se había bañado alguna vez en la piscina de Pablo Iglesias, una cuestión de rabiosa actualidad. ¿Era esto lo que queríamos? El espacio estrella de Antena 3 no ha escapado a la tentación y ha citado a su plató a los principales líderes del arco parlamentario con resultados dispares: hemos visto a Soraya bailar, a Rajoy en una cinta de correr y a Iglesias cambiando pañales. A cambio, hemos tenido que escuchar también a Abascal diciendo barbaridades sin encontrar enfrente a un periodista que le diese la réplica con datos en lugar de hormigas. El objetivo de sacar a los políticos de su zona de confort no debería ser ni banalizar su labor ni dar carta blanca a sus discursos.

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