Texas se rinde a los soldados vasco-americanos
El Capitolio de Austin tributará el miércoles un homenaje a los más de mil reclutas de origen vasco que combatieron con el Ejército de EE UU en la II Guerra Mundial
Mi padre solo hablaba de la guerra cuando se acercaba el aniversario de la fecha del derribo de su avión B-24 cerca de Viena», ... recuerda Sarah Garde. La estadounidense, hija de Alfonso Garde, artillero de un bombardero de EE UU durante la II Guerra Mundial, es una de las invitadas a la sesión que se celebrará este miércoles en el Capitolio de Texas. La Cámara de Representantes de Austin, capital del estado petrolero por excelencia, votará ese día una iniciativa sin precedentes al otro lado del charco: una propuesta para rendir homenaje a los soldados de origen vasco que lucharon con el ejército estadounidense en la II Guerra Mundial.
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Alfonso Garde fue uno de los más de mil descendientes de vascos y navarros que se enrolaron en las tropas de EE UU para combatir a las potencias del Eje. Hijo de un matrimonio originario del Roncal que se había afincado en Nuevo México a principios del siglo pasado, se alistó en el ejército al poco de cumplir los 18 años. Apenas dos años después su avión fue derribado en combate por cazas de la Luftwaffe y los tripulantes que sobrevivieron, entre ellos el propio Alfonso, fueron hechos prisioneros por los nazis. Tras un penoso cautiverio, su epopeya tuvo un final feliz con la derrota de las tropas de Hitler y la liberación de todos los soldados presos por parte de los ejércitos aliados.
La de Alfonso Garde es una de las más de 1.100 biografías de combatientes de EE UU de origen vasco que ha rescatado del olvido el proyecto 'Fighting Basques: Memoria de la Segunda Guerra Mundial' de la Asociación Sancho de Beurko. Se trata de una iniciativa liderada por los historiadores Pedro J. Oiarzabal y Guillermo Tabernilla que ha sacado a la luz en los últimos ocho años fragmentos de una realidad desconocida hasta hace muy poco: el papel desempeñado por los soldados vascos en la II Guerra Mundial.
«El 85% de los soldados de origen vasco que se alistaron al Ejército de EE UU eran hijos de emigrantes»
Parte de esa tarea quedó reflejada en el libro 'Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial' publicado en 2018, donde se aventuraba que entre 2.000 y 2.500 soldados vascos habían luchado en las filas de los ejércitos aliados en la contienda.
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Listas de reclutamiento
La publicación abundaba en el papel de los combatientes vascos que se habían adherido a las tropas francesas, británicas y rusas. Las pesquisas llevadas a cabo desde entonces, sin embargo, han ampliado el arco de la investigación hasta situarlo en territorio estadounidense. «Hemos completado más de 1.100 biografías de veteranos de origen vasco de la II Guerra Mundial en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos», explica Oiarzabal.
El historiador ha investigado en las listas de reclutamiento de la práctica totalidad del país contrastando diferentes bases de datos hasta completar el primer listado de esa naturaleza del que se tiene noticia. «Los apellidos han sido lógicamente una de las principales fuentes de identificación», apunta Oiarzabal, que precisa que el 85% de los 1.100 reclutas eran descendientes de emigrantes vascos. «El resto eran nacidos en el País Vasco, aunque también hay algunos nietos de vascos afincados en EE UU».
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La propuesta ha sido promovida por un miembro de la Cámara de Representantes de Texas descendiente de vascos
Ha sido la investigación de la Asociación Sancho de Beurko la que ha abierto las puertas a la propuesta del homenaje que se debatirá esta semana en la Cámara de Representantes de Texas. La iniciativa parte del demócrata Rafael Anchía Michelena, uno de los integrantes del legislativo tejano, cuyo abuelo, de origen vizcaíno, llegó a luchar en las filas del Ejército de EE UU en la I Guerra Mundial a pesar de que carecía de la nacionalidad estadounidense. «Es la primera resolución legislativa en la historia de Estados Unidos sobre la contribución vasco-americana en el último conflicto mundial», subraya el historiador Oiarzabal, que destaca el «gran simbolismo» de la iniciativa.
Al debate del miércoles asistirán representantes de la North American Basque Organizations (NABO), la red que agrupa a los centros vascos en EE UU, además del propio Oiarzabal en representación de la Asociación Sancho de Beurko. También acudirán familiares de algunos de aquellos reclutas, entre ellos los tres hijos del exartillero descendiente de roncaleses Alfonso Garde. La familia Garde ha sido precisamente una de las que más luz han aportado a las investigaciones gracias sobre todo a las memorias que escribió el excombatiente casi cuatro décadas después del fin de la II Guerra Mundial.
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Las memorias de Alfonso Garde constituyen un valioso testimonio para reconstruir con todo su colorido la época que le tocó vivir. El descendiente de roncaleses dibuja con pluma ágil su peripecia bélica, desde el momento en que decide alistarse hasta los interrogatorios a los que es sometido después de haber sido capturado por los nazis. «Como la mayoría de los hombres de 18 años en ese momento, no veía la hora de ponerme uniforme», escribe sobre su temprana incorporación a filas.
En paracaídas
Tras un periodo de instrucción en territorio estadounidense, Garde es destinado a un escuadrón de bombarderos en el sur de Italia. El adiestramiento había convertido al joven recluta en un avezado artillero de la llamada torreta de bola, un apéndice que los bombarderos incorporaban en la parte inferior de su fuselaje que equipaba dos ametralladoras para repeler los ataques de los cazas. No batalló durante mucho tiempo: se estrenó el 15 de agosto en una ofensiva contra los alemanes en el sur de Francia y el 23 de ese mismo mes su bombardero fue derribado por una escuadrilla de cazas de la Luftwaffe a 65 kilómetros de Viena.
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Garde fue uno de los cuatro tripulantes del B-24 que sobrevivieron. Los otros seis murieron. Saltó en paracaídas y fue apresado y trasladado a Budapest, donde se enfrentó a un interrogatorio. «Nos habían advertido que los interrogatorios a prisioneros de guerra podían ser muy duros; nos salvó el hecho de que la guerra había dado un giro a favor de los aliados».
Luego fue trasladado junto a otros muchos aviadores aliados capturados a un campo de prisioneros en territorio polaco, donde permaneció cinco meses. La contienda estaba ya en su etapa final y los avances de las tropas soviéticas en su camino a Berlín eran palpables. Hitler ordenó que los prisioneros fuesen llevados al corazón de Alemania. Es lo que se conoció como la 'Marcha Negra' o 'Marcha de la Muerte', una movilización a pie hacia el oeste de 80.000 prisioneros aliados en medio de uno de los inviernos más cruentos de la guerra.
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A Garde le tocó caminar más de 800 kilómetros. Lo cuenta así: «Una mañana nos informaron de que íbamos a evacuar el campo de prisioneros. Los siguientes tres meses iban a ser de puro infierno. Salimos con la ropa que llevábamos puesta, una manta y lo que pudiéramos llevar a la espalda. Nuestros problemas empezaron casi de inmediato. El frío trajo mucha gripe y enfermedad. Luchamos contra la congelación, la fiebre y la neumonía. En poco tiempo estábamos infestados de piojos. El hambre era la peor parte. La disentería se extendió por beber agua no potable. Me enfermé bastante, pero sobreviví porque algunos de mis compañeros me llevaron literalmente a cuestas durante una semana».
La caminata, en la que perecieron cerca de 3.500 prisioneros aliados, fue el último episodio de su cautiverio. El Tercer Reich se había desmoronado y la guerra tocaba a su fin. Tras la rendición de Alemania, Alfonso Garde regresó a su casa de Nuevo México, donde emprendió una nueva etapa de su vida dedicado a la educación. Sus tres hijos estarán el miércoles entre los testigos del homenaje de Texas.
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