Aquí «resistiré» se dice «cultura». (O eso nos gustaría)
La Agenda Portátil ·
La foto de familia de 'la otra Real', la de los festivales y museos, esa que el verano de la pandemia se conjuró para aguantar en la trincheras de las artes / Los abrazos de Zabalaga y BalenciagaFue como 'Novecento' pero en La Concha. El año pasado, mientras en otros sitios cantaban el «resistiré» en los balcones pero suspendían festivales y eventos ... por la implacable pandemia, en Gipuzkoa se apostó por «resistir» en la trinchera cultural en una particular batalla simbólica: se optó por mantener los festivales y las programaciones de museos, aunque fuera con la limitaciones de aforo y las medidas de seguridad provocadas por el virus.
Antes de que en 2016 Europa otorgara a Donostia el título de capital cultural europea esta ciudad ya se había ganado a pulso esa identidad. (Precisamente por eso la capitalidad europea otorgada por Bruselas, hace cinco años, fue tan rara: como ya éramos 'ciudad cultural' desde antes se intentó inventar otra cosa, con más voluntad que acierto. Pero ese es otro debate). Lo bueno de nuestros grandes eventos culturales es, además, que son una proyección de cara al exterior, pero sobre todo un disfrute para los indígenas.
La primavera del año pasado, cuando el virus y las incertidumbres arrasaban, hubo una reunión en el Ayuntamiento con un punto épico en el que los 'agentes' culturales se conjuraron para sacar adelante una cultura de resistencia: pese a las dificultades, con todas las limitaciones, mantener los festivales y lo que se pudiera como mensaje ciudadano de que «aquí seguimos». Ya lo contamos aquí: el relato de los asistentes a aquella 'cumbre' parecía una obra teatral de Albert Camus. Alguno, quizás exagerando, lo comparó a la reunón de los notables que en Zubieta, en 1813, decidieron reconstruir San Sebastián tras el incendio que destruyó la ciudad.
El verano pasado salió razonablemente bien. Otros vecinos suspendieron sus festivales de jazz, cine o clásica. Aquí los tuvimos. Este año, por fortuna, la situación está mejor. Los rectores de festivales, museos y cosas culturales posaron esta semana con el alcalde Goia en otra 'foto de grupo' de celebración del verano cultural donostiarra. Esta vez no hubo tanta épica y sí más relajación, luz y taquígrafos. Y ojalá podamos vivir otra vez entre violines, playas y películas.
Aquí café se dice Baqué (me gustaría saber el inventor del eslogan, tan bueno) y «resistiré» se dice «cultura», o al menos eso nos gustaría. Hay quien puede tachar esa oferta cultural de elitista, pero es porque no la conoce: miles de personas pueblan los festivales y programas estivales de los museos. Sí, faltan en esa foto más creadores de base, más artistas sin oropeles, más pequeñas salas de conciertos que luchan contra la crisis con escaso amparo institucional. Pero nuestros festivales también son cultura popular.
Disfrutemos si el virus y la crisis lo permiten, aunque sea sin sanfermines o con semanasgrandes descafeinadas (velga la redundancia). Veamos las luces. De momento yo tengo cita mañana para mi segunda dosis de Moderna.
Chillida y Tàpies
Zabalaga fue escenario del abrazo entre Chillida y Oteiza y ahora acoge el abrazo de otros dos amigos, Chillida y Tàpies, en uno de los grandes eventos de este verano en Gipuzkoa. Los dos artistas eran casi de la misma edad y ya no están, pero queda su obra. Y sus respectivos legados dialogan en el caserío de Chillda Leku, ese edificio que «hablaba» para dirigir al escultor y al arquitecto Joaquín Montero cómo debía ser su reforma (lo he contado muchas veces pero aquel relato era apasionante si lo escuchabas en boca del propio Eduardo).
Otro museo, el Balenciaga, celebró ayer su décimo aniversario. Cuando empezó fue noticia por líos diversos. Queda el museo, su oferta, su capacidad de proyectar al modisto y a Getaria al mundo. Siempre es buena idea ir a la villa de Elkano y Balencaga. El cumpleaños es otra excusa.
Tres libros y medio
La semana entrante se presenta en Tolosa el libro de conversaciones con mi amigo Antxon Elósegui que ha escrito Joxemari Iturralde y tiene un aspecto fascinante. En unos días sale también el nuevo poemario de Borja Sémper, titulado 'Cosas que pasan'. Después, el 25 de agosto, se anuncia 'Los vencejos', la nueva y esperada novela de Fernando Aramburu.
Pero no todo son novedades con fecha. Leo que el gran Ramon Saizarbitoria escribe «con calma, a mi ritmo», una novela «al estilo 'Martutene'». Y no es por meterle prisa, pero ya la estamos esperando. Dale, Ramon.
mezquiaga@diariovasco.com
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