Tras el prólogo del donostiarra Pedro Gracia Pérez de Viñaspre, que ofreció una versión acústica de su grupo Havoc (6 de junio en el Dabadaba ... con banda, no se lo pierdan), Mikel Erentxun entró a saco en el Victoria Eugenia. Menudo un triplete de infarto: 'La vereda', 'Tiempo de descuento' y 'Corazones'. Poca broma con la bravura eléctrica que exhibió la banda que ha brindado una nueva vida en directo al donostiarra: Marina Iniesta (guitarra), Fernando Macaya (bajo) y Karlos Arancegui (batería). En la primera mitad del bolo la guitarra acústica la tocó únicamente en medios tiempos como 'Llamas de hielo' o 'Mañana', porque para el resto echó mano de su amplio catálogo de eléctricas.
Así fue en varias canciones de su nuevo álbum, 'El último vuelo del hombre bala' (2019), del que enlazó 'Círculos', con alusiones directas a San Sebastián; 'Muchacha de ojos tristes', propulsada por un riff emparentado con el 'I'm Waiting for the Man' de la Velvet; 'Tu amor es un nudo', uno de los escasos instantes de calma eléctrica, y 'Déjalo estar', que incluye ese verso que bien podría ser el lema del actual Mikel Erentxun: «Resiliencia, equilibrio y corazón». Porque a sus 55 años, y tras haber dedicado 35 de ellos a la música, ha sabido resistir y reinventarse sin necesidad de mirar atrás si se exceptúa la breve reunión de Duncan Dhu en 2013.
Anoche no tiró excesivamente de retrovisor, ni siquiera en lo respectivo a su carrera en solitario. Sonaron algunas composiciones de 'Acróbatas' (1998) como 'A pleno sol', 'Quién se acuerda de ti' o 'Todo es igual siempre', versión de su amado Morrissey, pero las interpretó siempre de manera más cruda, visceral y urgente. Fue también el caso de 'Si te vas', 'El hombre que hay en mí' o de himnos como 'A un minuto de ti', el tema que abría su debut 'Naufragios' (1992), interpretado sin sombra de afectación.
A partir de 'Cicatrices' recuperó la guitarra acústica, pero para sacar chispas de ella como en esa desaforada interpretación rockabilly de 'Cartas de amor' que fue una auténtica locura. 'Veneno' la tocó en solitario y se la dedicó a Rafael Berrio, su autor, y en 'Tu nombre en los labios' la banda volvió y el líder sopló la armónica antes de recuperar la eléctrica en el último bis para ofrecer el único clásico de Duncan Dhu de la velada. Costó unos instantes reconocer 'En algún lugar' con guitarras sucias y saturadas, pero el público al fin se puso en pie y cantó enfervorecido junto al exultante anfitrión.
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