Es imposible desligar a Willem Dafoe de tantos momentos asombrosos vividos en los cines en las últimas cuatro décadas. Y tan distintos como el Bobby ... Perú de 'Corazón salvaje' o el Cristo tentado por Scorsese. Por muy fija en la memoria que esté, repasar su filmografía y evocar las transformaciones de su peculiar rostro, más de personalidad que de maquillaje, sigue asombrando. No hace falta barrer para casa, no es ninguna exageración decir que es uno de los mejores actores del mundo. Imprevisible y magnético.
Y ahí está creando un eslabón perfecto con otras personalidades rotundas, Isabelle Huppert y Penélope Cruz, con ese toque de la flor en el pelo, cual puesta al día de la gardenia de Billie Holiday que, en el caso del rostro cincelado de Dafoe, aporta un nosequé indio. La foto empleada es un retrato ya existente del fotógrafo Martin Schoeller, que tenía su orquídea real pero, retocada y digitalizada, le ha venido al pelo al estudio Patio para enlazar las voluptuosas formas de todos los carteles.
Como cantaba Andy Williams en el tema de amor de 'El padrino', un perfume embriagador, en el mejor sentido, se desprende de la propuesta del estudio donostiarra, que ha trabajado sobre la línea que marcó TGA hace dos años con el cambio de imagen del Festival. Ahora cada año será un estudio diferente en que se encargue de la imagen. Patio unifica todos los carteles en un solo concepto con variantes. Y detalles sutiles: véase las gambas y tenedores que se esconden en la flor de Culinary. Se pierde algo de identidad de cada una de las secciones, pero las imágenes son bellas, cálidas y sugerentes, y el mosaico funciona como un imán para los sentidos.
En un año dominado por el paisaje clinico de las mascarillas, los olfatos secuestrados y pervertidos y los ánimos encorsetados, va a ser un respiro oxigenante ese derroche de vitalidad vegetal, esas formas sensuales, esa olorosa embriaguez.
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