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El regreso de Orio empezó remontando la ría por el borde de la orilla. M.E.

Olvídate de ti: un paseo y un arroz

La Agenda Portátil ·

Crónica de dos escapadas: una 'zapatilla movie' hasta Orio y un regreso a Rekondo / Los Goya desde Donostia / Subijana y aquel Mundaiz

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 6 de marzo 2021, 09:53

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De pronto, un jueves de libranza. Y sol. Había que recurrir a los clásicos: el paseo por Igeldo hasta Orio como forma de exorcismo. Por un rato olvidas las vacunas, las infantas y hasta la carrera hacia la Copa txuri urdin: lo ideal sería olvidarte hasta de ti mismo. Aunque los manuales de autoayuda proponen que pasees para buscarte, a veces puede ser mejor lo contrario: escaparte, también de ti. Coges los bastones, un par de mandarinas y la botella de agua y tira millas.

Dicen los filósofos paseantes que nos gusta repetir los mismos recorridos como a los niños les gusta repetir hábitos y situaciones: es una forma de seguridad. Pero la ruta siempre cambia. Hoy, en la subida a Igeldo, me encuentro con el gran Perico Alonso. Por ejemplo. En vez de la ruta de Mendizorrotz elijo el camino de Santiago, más salvaje y cercano al mar. Tres horas después de salir de casa llego a la playa de Orio. Pintxo y caña en un bar donde felizmente sigue habiendo periódicos de papel. Cojo el Marca: hoy prefiero saber de la lesión de Piqué que de AstraZeneca.

Coinciden los mayores y los adolescentes en su lamento de que el Covid les ha robado un año. Los mayores, porque saben que la meta no está lejos y no pueden desaprovechar ratos; los jóvenes, porque son edades que no volverán. Los de la edad media (que no de la Edad Media) sentimos la misma sensación de estafa contra el virus pero no podemos quejarnos en alto:nos ha tocado el papel de ser algo así como «el sentido común». Yo sigo el paseo esta mañana de jueves como una rebelión contra el coronavirus: aún no puedo viajar a Cadaqués, pero sí patear el entorno. Y tampoco está mal. Cruzo el «casco» de Orio y remonto la ría por el paseo habilitado junto a la orilla, un paisaje sorprendente en este rato de marea baja. A la altura del restaurante Oliden termina el camino y subo al Lurraldebus de vuelta. Cuando llego al Antiguo y quito el «modo avión» al móvil la realidad vuelve en forma de «guasaps» y «memes» de las infantas.

Tengo amigos preocupados por mi adicción al paseo, pero no se asusten: combino la zapatilla con la buena mesa, siempre que las normas y la seguridad lo permitan. Mi otro día de fiesta de la semana fui con un buen amigo a comer a Rekondo (ya ven que no salgo de Igeldo) aprovechando que el sol permite usar esa mítica terraza. En este tiempo de cambios y dudas es bueno regresar a los clásicos: saludar a Txomin Rekondo y a su hija Lourdes, dar cuenta de un arroz con almejas, unos chipirones y un buen vino y alargar la sobremesa con esa red de gentes tan distintas que siempre acabas encontrando en el restaurante, al aire libre y respetando los mandamientos del Labi, que se resumen en dos: ten cuidado y que los demás también lo tengan. Y bajas de Rekondo reconciliado con la vida, o algo así.

Escapo de mí mismo con paseos kilométricos y unas croquetas. Hacer del jueves otro sábado, a lo San Basilio, o convertir Igeldo en un spa de ovejas, árboles y mucho mar.

Icíar Bollaín en el sofá

Hoy llega la noche de los Goya. Es un año distinto por el virus, por el «Zoom» y porque no hay favoritas claras. Me gustó Ane y cómo aparece la kale borroka de decorado, y es interesante el retrato generacional de Las niñas. Pero la «mía» es la teatral Sentimental, de Cesc Gay, el gran cineasta que sí hace la crónica de nuestra quinta a lo largo de su carrera. También es divertida La boda de Raquel. Su directora, Icíar Bollaín, seguirá la gala desde Donostia, donde vive estas semanas por el rodaje de «Maixabel». Sería divertido que ganara hoy su Goya desde un sofá donostiarra. Otra rareza para el año del virus.

Penaltis al juez

Sus compañeros de entonces lo recordamos siempre con sus guantes de portero. Podría haber titulado «yo lancé penaltis al presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco» pero sería falso: yo apenas lanzaba penaltis; lo mío, en aquel Mundaiz del campo de gravilla, era como mucho el balonmano. Y más la Literatura con el hermano Ernesto. Nuestro compañero Iñaki Subijana es el nuevo «nagusi» de los jueces vascos. Creo que ya es hora de hacer mi documental sobre aquella clase de nacidos en el 63, de la que salió gente tan distinta y variada. Como Iñaki.

mezquiaga@diariovasco.com

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