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La extremada sinceridad de Nacho Duato (Valencia, 1957) sorprende en tiempos de lo políticamente correcto. Habla con pasión de su nuevo proyecto: la Compañía Nacho ... Duato, una formación junior que visita esta tarde el Victoria Eugenia. Pero también de su trabajo como director del Ballet Mikhailovsky de San Petersburgo. Precisamente sus compromisos en Rusia impedirán su presencia en San Sebastián – «me encantan los vascos, la ciudad es preciosa y tiene dos teatros que están muy bien»–, donde habría que remontarse a 2009 para su última visita al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND) que lideró durante dos décadas.
–¿De dónde surge la Compañía Nacho Duato?
–Este proyecto surgió por dos exbailarines míos, Emilia Jovanovich y Luis Martín Oya, que vinieron a casa, me dijeron que estaban montando ballets míos por todo el mundo y a la gente le encantaban. El público tenía ganas de ver ballet sin tapujos ni chorradas. «No hay derecho que aquí en España no se cuide tu trabajo. Como el Ministerio no lo va a hacer, tendremos que hacerlo nosotros», me comentaron.
–Y crearon una academia y una compañía joven. ¿Cuáles son los objetivos y cómo se financia?
–Queremos formar a la máxima gente posible y además, estoy poniendo mucho énfasis en las clases de Escuela Bolera que imparte Aída Gómez. La Escuela Bolera es una joya de nuestro país que se está perdiendo. A nivel de financiación, no tengo ni un duro y quiero subrayar que no tengo nada de dinero público. La Nacho Duato Academy se mantiene con las cuotas que pagan los alumnos y con lo que gana la Compañía Nacho Duato cuando hace actuaciones. Yo no gano ni un duro.
–Pero usted sigue siendo el director del Ballet Mikhailovsky en San Petersburgo, ¿cómo compagina ambas facetas?
–Esta academia me da la vida, porque estar con bailarines jóvenes es lo más bonito. Por otro lado, tengo una compañía con 180 bailarines profesionales, más invitados del Bolshoi y del Mariinsky, y un presupuesto de tres millones para montar ballets. Tengo el círculo completo: una cosa me enseña cómo hacer la otra. De mí han dicho que tengo las manos manchadas de sangre porque sigo en Rusia. Me parece hipócrita decir que no puedo trabajar en Rusia, porque Rusia esté en guerra con Ucrania. Yo tengo a 25 bailarines ucranianos en el Mikhailovsky. Los rusos me quieren todavía más por seguir allí. Rusia está llena de sanciones desde el primer día de la guerra, pero Israel no tiene ni media sanción por lo que está pasando con Gaza.
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–Su programa para el Victoria Eugenia incluye dos piezas de sus inicios y una recién estrenada.
–'Na Floresta' y 'Duende' son piezas muy frescas y adecuadas para bailarines jóvenes. Son piezas muy musicales, inocentes y alegres de mis principios. He envejecido yo, pero mis piezas siguen tan frescas (ríe). Son una ventana abierta al mundo gritando: «Venid a vernos bailar y mirad qué bonita es la danza y la música». 'Cantus' es una pieza de nueva creación dedicada a los niños de la guerra. He estado en Gaza y en Sierra Leona y los niños no dejan de ser niños, y cuando acaban los tiroteos salen a jugar.
–¿Cuáles son sus influencias y su sello como coreógrafo?
–Se ha hablado mucho de las influencias del coreógrafo Jiří Kylián en mi trabajo, porque yo venía de ser bailarín suyo en el Nederlands Dans Theater. Él es como un diamante y yo como una piedra de la playa de El Saler o como un coral del fondo del mar. Mi trabajo es mucho más telúrico, con más garra y luz, en definitiva, más mediterráneo. Una persona tiene muchos prismas durante su vida y es normal que creara 'Jardí Tancat' cuando estaba en Holanda viendo llover y echaba de menos mi casa de Valencia, 'White Darkness' cuando mi hermana murió de una sobredosis, o 'Herrumbre' después de los atentados de Atocha.
–¿Qué importancia tiene la elección de la música para crear?
–Yo soy un músico frustrado, pero como de pequeño era muy nervioso, no podía estar seis horas haciendo escalas en el piano. Mi trabajo es muy musical. Las dos cosas más milagrosas que conozco son la fotosíntesis y la música. Yo soy un ateo que no cree en el más allá, pero cuando escucho 'El arte de la fuga' de Bach casi creo en Dios.
–¿Qué le parece la elección de su exbailarina Muriel Romero como directora de la Compañía Nacional de Danza?
–Sólo he visto el póster de 'Don Quijote' y me basta con eso. Muriel es simpática, cariñosa y muy buena persona. Ahora preguntas quién dirige la Compañía Nacional de Danza y nadie lo sabe. El Ministerio de Cultura ha optado por tener una compañía sin personalidad y cuando tú tienes una compañía sin personalidad, ésta gira poco por el mundo. ¿Qué puede ofrecer? 'Don Quijote' y 'Carmen'. Pero antes íbamos de gira por todo el mundo porque la CND era marca España y era una de las mejores del mundo en su estilo.
Programa: 'Na Floresta', 'Duende' y 'Cantus'.
Coreografía: Nacho Duato.
Lugar: Teatro Victoria Eugenia.
Fecha: Hoy, a las 19.30 horas.
Entradas: 12-28 euros.
–Por último, ¿qué es la danza para usted?
–No sé si vivo para bailar o bailo para sobrevivir, pero sé que no podría vivir sin música y si la música está en contacto con la danza, todavía más. Yo era una persona muy problemática desde pequeño y me estaban medicando desde los doce años hasta que empecé a bailar en la escuela Mudra en Bruselas. La danza me curó de una depresión endógena y de una fobia rara. Creo que la danza me ha salvado la vida.
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