«Me emociona más cantar en el Kursaal ante mi amoña que debutar en el Metropolitan»

Estos días cierra cada función de 'Il barbiere di Siviglia' en Nápoles con enormes ovaciones que resuenan en el Teatro San Carlo. Hace unas semanas, tras su debut en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, la crítica le auguró «un futuro estratosférico». La carrera del tenor Xabier Anduaga (San Sebastián, 1995) no deja de crecer desde que ganara en 2019 el premio Operalia y en 2021 el International Opera World, Oscar de la lírica, como mejor cantante joven. El próximo año le esperan el Metropolitan de Nueva York, el Liceo de Barcelona o el regreso al Real de Madrid. Antes, este agosto, volverá a Donostia con la ópera 'La Fille du Régiment', en la Quincena Musical, con Elena Sancho-Pereg. «Me emociona más cantar en el Kursaal ante mi amoña que debutar en el Met», dice.

Anduaga habla desde Nápoles a través del teléfono. Aunque sigue residiendo en San Sebastián («me acabo de comprar una casa») viaja por el mundo convertido en el nuevo fenómeno que los amantes de la lírica quieren ver. «Yo no me voy a poner límites, aunque de momento de disfruto el presente», asegura.

– Ahora está en Nápoles, actúa en todos los grandes teatros del mundo... ¿Dónde está su casa?

– Mi casa es Donosti y eso no va a cambiar jamás. Volver a Donostia es mi tranquilidad, donde estudio y descanso, donde estoy con mi familia y amigos. No lo cambio por nada. Acabo de comprarme casa y mi futuro está ahí.

– No parece mala fórmula: moverse por el mundo con los pies en la tierra. En su tierra.

– Así es. Al principio parecía difícil de compaginar, pero los aeropuertos de Hondarribia, Bilbao y Biarritz te conectan bien. No estamos tan aislados.

– La pandemia interrumpió un momento dulce de su carrera, cargado de premios y contratos, pero ahora parece recuperar esa buena trayectoria.

– Sí, la pandemia paró el mundo y también la música. Pero hemos vuelto a la plenitud de los teatros y las temporadas y estoy teniendo la oportunidad de mostrar otra vez mi trabajo.

– Hace unas semanas debutó con éxito en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.

– No me esperaba un éxito así. Era mi primera vez. Había cantado ya en varias ocasiones en Madrid, pero la acogida fue espectacular, con el teatro lleno de gente que venía a disfrutar, no a criticar. Me sentí cómodo desde el primer momento y fue un placer cantar todas las romanzas de zarzuela que cabían en el horario del concierto. También canté en euskera una propina, 'Haurtxo polita', muy emocionante y aplaudida. España es muy abierta y eso se vio en la Zarzuela.

– Voy a leerle tres frases de las críticas que se escribieron esos días. Por ejemplo: «tiene una voz de una belleza apabullante».

– ¡Qué voy a decir! La ópera es subjetiva y lo que a unos parece bello a otros les resulta menos atractivo. Yo estoy contento de haber trabajado mi voz natural y la facilidad que siempre tuve, transformados en algo que llene un teatro y haga disfrutar a la gente. Para mí lo más importante es que el público disfrute, no que esté nervioso a la espera de que el cantante dé bien la nota o no.

– Otra frase de la crítica: «Su voz es emocionante». Tan importante como la perfección técnica es la capacidad de emocionar al espectador, como subraya usted siempre.

– Si un músico no te emociona el espectáculo no funciona. La música es para emocionar y para transmitir. Todo lo demás, la técnica o el estudio, es la base y algo absolutamente necesario, pero lo más importante es la emoción.

– La última perla: «Le espera un futuro estratosférico».

– Ojalá. Vivo el hoy con todas las ganas y tengo una agenda repleta de compromisos, pero prefiero vivir el día a día sin pensar mucho más allá. Eso me agobiaría. Disfruto del presente.

– Empezó a cantar de niño con el Orfeón Donostiarra y ahora disfruta de un presente brillante. Si repasa su carrera hasta hoy, ¿cuáles serían los grandes hitos marcados en su memoria?

– En el Orfeón disfruté muchísimo, hice mis mejores amigos y aprendí a amar la música. Luego, cuando empecé a estudiar, fue fundamental tener como profesor a Alberto Zedda y estar en la Academia de Pesaro. El premio de Operalia, en Praga en 2019, fue un paso importantísimo, con aquel jurado internacional y repercusión mediática. Pero a nivel musical me quedo con momentos de menos proyección exterior pero intensos para mí, como un ensayo al piano con un director.

– En agosto vuelve a casa, al Kursaal. ¿Es una responsabilidad añadida cantar ante los suyos o un placer?

– Para mí cantar en Donostia, donde nací, vivo y aprendí, es un placer, una ilusión. Y la oportunidad de que me escuchen personas, como mi amoña, que sé que no podrá viajar para verme en el Metropolitan en abril. Que ella me pueda ver es más importante, y emocionante, que cantar en cualquier teatro del mundo. Que las personas que más quiero me puedan escuchar de cerca es una de las cuestiones prioritarias de mi carrera. Que de alguna manera vivan conmigo esta vida.

– Lo del Met es uno de sus próximos compromisos importantes, pero hay muchos.

– Es importante, claro. Hace dos años que pasé la audición para este contrato, aunque pasó tiempo hasta que se pudo anunciar. Para cualquier artista es muy reconfortante ver su nombre en el cartel del Metropolitan. También me hace mucha ilusión volver esta temporada al Real de Madrid, un lugar donde me siento especialmente cómodo, como en casa. También debutaré en el Liceo, vuelvo a la Abao en Bilbao y a muchos teatros españoles.

– ¿Cuál es su teatro fetiche, donde se siente especialmente cómodo?

– El Real de Madrid es uno de ellos. La gente me trata muy bien. Pero acabo de debutar también en el Covent Garden de Londres y ahí, como en el Real, ves que todo el mundo que trabaja en el teatro disfruta de lo que hace y ama su trabajo, gente joven que transmite pasión por la música. También en el público vi muchos jóvenes, y eso hace falta: necesitamos cantera de artistas pero también de espectadores.

– Es una lástima que en los teatros de ópera el público siga siendo abrumadoramente maduro, quizás también por cuestiones económicas.

– Lo del dinero habría que matizarlo. Yo también soy aficionado a la gastronomía, como buen vasco, o al fútbol, y sé que un buen restaurante o un buen partido cuestan mucho dinero. En la Quincena, por ejemplo, la entrada más cara es 80 euros: no es tanto. Hay que mostrar que quienes hacemos la ópera somos jóvenes y normales. Todos los que van por primera vez a la ópera salen con ganas de repetir. Yo he recomendado a los amigos de mi cuadrilla que vayan al Kursaal, y estoy seguro de que volverán.

– «El volcán guipuzcoano», le han denominado.

– Me gusta que asocien Donostia y Gipuzkoa con mi nombre. Lo del volcán no sé si ahora suena tan positivo, pero me siento con fuerza. No sé dónde están mis límites: si los demás no me los ponen, no seré yo quien los marque.

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