Jordi Savall
El Kursaal recibe este domingo a un gran referente de la interpretación historicista con el coro y orquesta que fundó y lidera desde hace más de tres décadas
Músico legendario y habitual en los escenarios donostiarras, el maestro catalán (Igualada, Barcelona, 1941) vuelve al podio con dos de las agrupaciones fundadas y lideradas ... por él, Le Concert des Nations y La Capella Nacional de Catalunya. Este domingo presenta en el Kursaal un monográfico con obras de Mendelssohn.
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– Le hemos escuchado en Donostia repertorios de todo tipo, como intérprete o director. ¿Por qué ahora un programa dedicado íntegramente a Mendelssohn?
– Porque es un compositor poco reconocido que sufrió campañas horribles del mismo Wagner, que llegó a decir que los compositores judíos no tenían invención. En la época nazi Mendelssohn fue renegado y maltratado por ser judío. Queremos mostrar su última sinfonía y 'La primera noche de Walpurgis'. Además, nos gusta concentrarnos en un autor, porque así profundizamos más en su estilo, el aspecto orquestal con la sinfonía y el vocal. Considero que hay variedad suficiente para hacer un encuentro hermoso.
– 'La primera noche de Walpurgis', utiliza un poema de Goethe que habla de una noche de brujas. ¿Cómo se plasma este texto en la música de Mendelssohn?
– El texto plantea el conflicto entre las antiguas tradiciones, con sus aspectos mágicos, y la llegada del cristianismo, lo que está de plena actualidad. Es muy interesante por la forma en la que está planteada y por su modernidad, ya que Mendelssohn da un carácter fantástico al texto. Por ejemplo, la tempestad es de una riqueza y una belleza fabulosas, así como el tratamiento del coro o de los diferentes personajes.
«La historia de la música es la historia de un gran olvido. En España nunca hemos recuperado nuestro patrimonio»
– La obra presenta a personajes como druidas, un sacerdote o una anciana y cuenta con solistas como la mezzosoprano Sara Mingardo . ¿Cómo son sus intervenciones?
– Sara Mingardo es una de mis mezzos preferidas. Contamos con un equipo muy bueno de solistas, realmente espectacular: un tenor que hace de druida y de soldado cristiano, IIker Arcayürek, el barítono Matthias Winckhler, como el sacerdote y el bajo Arttu Kataja, que es quien defiende a los druidas.
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– ¿Y el coro?
– Tiene una gran fuerza, una gran dicción y es muy importante en el entramado de la obra, porque dialoga constantemente con los solistas. Y además tiene que trabajar con una orquesta importante con madera a dos, dos trompetas, tres trombones, timbales, un gran tambor, platos…
– También interpretan hoy la 'Sinfonía nº 3, Escocesa'.
– La obra se inspira en el viaje que Mendelssohn hizo a Escocia, de la fascinación que tuvo por sus paisajes, por el mar, por las grutas mágicas, por la relación entre el agua y el país, en definitiva, por el mundo escocés, en el que la naturaleza es muy importante. La sinfonia es muy distinta a la 'Italiana', inspirada en las músicas de Napoles'. Aquí Mendelssohn presenta una música más asentada, con melodías de belleza excepcional y un final que es una elegía maravillosa.
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– Como defensor de la interpretación historicista, ¿qué busca al interpretar esta obra?
– Intentamos dar espacio a los colores originales. La sección de viento madera tiene instrumentos construidos con madera, con un sonido más dulce que los equivalentes modernos, que tienen metal o plástico. El sonido de los vientos es mucho más cálido, también más articulado, pero sobre todo se recuperan los colores, también en las trompas naturales y las trompetas. Intentamos establecer ese equilibrio que el compositor pensó.
– ¿Eso influye en el tamaño de la orquesta?
– Sí. La orquesta es la mitad de tamaño que la moderna, con 18 cuerdas. La orquesta moderna tiene muchas más, por lo que se pierde la claridad de toda la articulación y los contrastes de los instrumentos de viento. Cuantas más cuerdas hay, el sonido es más pastoso y hay menos espacio para escuchar los detalles, además de que se pierde este equilibrio. Nosotros, además, usamos cuerdas de tripa como los músicos de la época de Mendelssohn, que habían aprendido de los que tocaban música barroca o rococó. Nosotros también llevamos esta especie de mochila llena de articulaciones y conceptos técnicos del pasado que nos ayudan a encontrar la interpretación adecuada.
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«El sonido de los vientos es mucho más cálido, también más articulado, pero sobre todo se recuperan los colores»
– Usted tiene 84 años y una larga trayectoria. ¿Qué balance hace de su vida como músico?
– Diría que en los últimos veinte años no he cambiado nada de mi modo de vida, porque una cosa es la edad física y otra la mental. Continúo haciendo más de cien conciertos al año, toco la viola, acabo de dirigir la integral de Beethoven en Viena… pero no considero mi vida frenética porque tengo tiempo de preparar las cosas y cuando tengo una actividad intensa tomo un descanso y vuelvo. No soy una persona nerviosa, tengo mucha paz en mí y esa paz me permite afrontar las actividades con mucha calma.
– ¿Queda música por recuperar o difundir?
– La historia de la música es la historia de un gran olvido. Durante siglos hemos olvidado la del renacimiento o el barroco y en España nunca hemos recuperado nuestro patrimonio. No hay una conciencia colectiva. Aquí siempre se ha tenido la música como algo secundario y desgraciadamente no conozco muchos políticos que tengan cultura musical.
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– ¿Qué siente cuando se le define como una referencia? ¿Se considera un pionero o un rompedor?
– Soy un músico que empezó tocando el violoncello y cantando en el coro y descubrí que la música era mi vida. Siempre he sido muy fiel a mis objetivos, porque cuando uno tiene la suerte de encontrar lo puro se siente en casa. Cuando me pusieron el violoncello en mis manos por primera vez, sentí que estaba en casa y me sentí feliz. Siempre he creído en la importancia de dejar mella en aquello que he hecho. Por eso creé las agrupaciones. Y espero que el día que yo me vaya estos conjuntos puedan seguir.
– En tiempos de autotunes y música hecha por Inteligencia Artificial, ¿cómo ve el presente y el futuro de la música?
– La música es absolutamente indisociable del ser humano, es el lenguaje que parte directamente del corazón. Y su fuerza viene de la simbiosis que nos han dejado los compositores y de la capacidad de recrearlos con belleza y emoción. Eso solo lo puede hacer el ser humano. La Inteligencia Artificial podrá imitar las voces y todo lo demás, pero el alma de la música está ligada al alma del intérprete. Es imposible que la música hecha por ordenador emocione. Nos podrá sorprender, pero nunca emocionar. Necesitamos ser tocados en el alma, no sorprendernos. Se vive de emoción, no de sorpresa.
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