«Sería bonito que una mujer fuera la próxima presidenta del Orfeón Donostiarra»
Sucedió en el cargo a José María Vizcaíno en 1996 y ahora cede su sitio en «la institución más bonita del mundo»
La actual sala de ensayos de los cantores del Orfeón era el patio de recreo del antiguo Colegio de los Ángeles, y la puerta que ... ahora cierra tras de sí, es la que antes cruzaba de niño para asistir a clase. El pasado 21 de junio José María Echarri (San Sebastián, 1935) anunció que dejaba la presidencia del Orfeón Donostiarra tras 27 años en el cargo, y lo hace con convicción. Pero cierta melancolía se adivina en esa mirada vidriosa que repasa las estanterías de su despacho, repletas de antiguas partituras de oratorios de Bach, santorales, condecoraciones y medallas de oro.
– La primera pregunta es obligada. ¿Por qué lo deja?
– Por diversos motivos. El primero es que llevaba 27 años y creía que era momento de dar un paso a un lado y de pensar en una sustitución ordenada en la presidencia del Orfeón. Y por otro lado, se habla mucho de la conciliación familiar y de las obligaciones que tienen los padres para con sus hijos, pero se habla poco de la conciliación lateral. Y yo tenía a una mujer, cuya relación tenía que cuidar. Lo más importante es que quiero dedicar más tiempo a mi mujer del que le estaba dedicando ahora.
«Recuerdo un día que llegué a casa por la noche y, al quitarme la chaqueta, mi hijo pequeño me dijo: '¿Te vas?'. Me dejó tocado»
– ¿Quizá ese haya sido el precio a pagar por su intensa implicación durante tantos años?
– Antes de llegar al Orfeón me encontré con una actividad empresarial importante, quizá por eso hubo momentos en que a mis hijos no les dediqué toda la atención que ellos merecían. Pero por suerte tuve algo muy importante, que es una mujer espléndida que se preocupó de que sus seis hijos no echaran de menos a su padre. Y su padre procuró siempre volver a casa, aunque fuera a las diez de la noche, para darles un beso, a pesar de que al día siguiente tuviera que coger un vuelo a las seis de la mañana. Recuerdo que un día llegaba a casa por la noche y, mientras me estaba quitando la chaqueta, mi hijo pequeño se me acercó y me dijo: «Aita, ¿te vas?». Me dejó tocado.
«Terminar como presidente del Orfeón Donostiarra con 91 años me parecía que estaba fuera de lugar»
– ¿Por qué precisamente en este momento y no antes o después?
– Me conozco muy bien y cuando contraigo un compromiso lo hago hasta el final. Aunque tengo una buena salud, si me presentaba a la reelección y me elegían, como ya lo habían hecho en siete veces anteriores, iba a completar los próximos cuatro años. Porque el compromiso con el Orfeón es tan grande y lo llevas tan dentro... que te obliga a estar ahí. Y terminar como presidente del Orfeón Donostiarra con 91 años me parecía que estaba fuera de lugar.
– ¿En qué momento tomó la decisión? ¿A quién se lo comunicó en primer lugar?
– El año pasado con ocasión de la Asamblea General ya anuncié a los miembros –como había hecho unas horas antes a la Junta Directiva–, que se acababa el periodo legislativo y que había decidido no presentarme a la reelección. Pero al primero al que se lo comuniqué fue al director (José Antonio Sáinz Alfaro): «Lo siento muchísimo, pero no voy a seguir». Estoy cansado y la gestión te obligaba cada día a un poco más.
– ¿Y cómo fue la reacción de todos ellos?
– Creo que no querían que me marchase sin haber dejado la presidencia consolidada. He sido un presidente muy presencialista y en ocasiones la implicación ha sido incluso en el trabajo administrativo. Me he ido dejando el mensaje de que hay que realizar un análisis dentro de la institución para que el nuevo presidente vuelva a ser lo que habían sido los antecesores: presidentes institucionales, no un presidente que se dedique al trabajo del día a día. Pues para eso ya había una plantilla profesional que estaba para solucionar problemas de gestión de tipo administrativo, financiero, artístico e institucional. No son cosas tan simples como para que se le carguen a un presidente.
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– Siempre se ha dicho que el Orfeón no necesita buscar conciertos porque le llaman para actuar. ¿Tiene que seguir siendo así?
– Cuando llegué aquí era una filosofía que me extrañaba, pero es que ha pasado. Aquí no hacía falta venderse, venían y nos llamaban. Pero claro, en esos años, en Galicia no había coro, como tampoco en Valladolid, en la Maestranza de Sevilla o en Madrid, donde ahora hay cinco coros profesionales. Las programaciones de conciertos sinfónico-corales han bajado muchísimo y, probablemente, haya sido por el coste. Eso obliga ahora al Orfeón a estar muy presente en todos los auditorios, festivales y orquestas.
– «Adaptarse a los nuevos tiempos», decía hace unos meses. ¿De qué manera podría modernizarse?
– No lo sé, pero sí soy de los que cree que, sin perder la esencia sinfónico-coral, sí que teníamos que estar haciendo cosas colaterales. Un pequeño ejemplo de ello es nuestra participación en Urmuga (festival que une excursiones por el monte y conciertos), pero también hemos cantado rancheras y canciones del mundo... Habría que ir pensando en algo nuevo porque hoy en día se puede ver flamenco de palmeros en el Teatro Real, y eso es un indicador de que algo se está moviendo. Y aún y todo, el coro tiene que hacer como mínimo 35 conciertos. Y digo conciertos con mayúsculas.
– ¿A quién le gustaría ver al frente de la institución?
– Por esto que se está oyendo tanto, a lo mejor sería bonito que fuera una mujer la próxima presidenta del Orfeón Donostiarra. A lo largo de este año, desde que anuncié que lo dejaba hasta esta última Asamblea, he intentado formar un comité reducido para tratar el tema, pero en enero tuve una fisura de tibia que me retuvo tres meses en casa. En las reuniones que hemos tenido no pudimos concretar nada. En la Junta directiva hay gente que piensa que el presidente tiene que ser un melómano. Yo, sin embargo, he estado al frente de empresas sin tener ni idea de tornillos, de moquetas, de inyección de plástico, de cemento o de mutuas de accidentes. La gestión está en tener buenos profesionales que te resuelvan los problemas técnicos y en que tú sepas sacarlos adelante. Para mí tiene sentido que sea alguien del mundo de la empresa.
«A mi sucesor solo le puedo decir que tiene en sus manos lo más bonito del mundo, a la embajadora de Euskadi en el mundo»
– ¿Cuál sería el mejor consejo que podría recibir de usted?
– No puedo dejar ningún consejo. Lo único que puedo decir es que tiene en sus manos la herramienta más bonita del mundo, a la institución más laureada desde el punto de vista social, y a los embajadores de la música coral de Euskadi por todo el mundo. Yo, antes de llegar aquí, ni era melómano, ni conocía al Orfeón Donostiarra pero hoy estoy convencido de que quien venga se va a encontrar aquí con lo mejor. Es imprescindible que se lleve fenomenal con el director artístico, porque si ese tándem funciona bien... al Orfeón le esperan siglos de gloria.
– Todo esto, ¿le genera cierto cosquilleo emocional?
– (Se toma unos segundos en silencio) Soy bastante frío. También es verdad que no es lo mismo dejar de ser presidente de la Cámara de Comercio que del Orfeón Donostiarra, aquí el tema emocional pesa muchísimo. La emoción de escuchar un 'Aita gurea' del Orfeón Donostiarra no se me va a quitar nunca, las lágrimas me seguirán saliendo aunque en 27 años la haya escuchado cientos de veces.
– Usted le ha dado mucho al Orfeón, pero el Orfeón se lo ha devuelto también.
– Con creces. El Orfeón no me debe nada, ¡qué puñetas me va a deber! Yo le debo ese cariño que voy a seguir teniéndole. No sé si voy a ser un seguidor del Orfeón como fui en los primeros tiempos, yendo a todos los conciertos en todos los países. Pero, de alguna forma, el Orfeón tiene que ser algo para mí. He dicho antes que voy a ser lo suficientemente frío, pero en el sentido de que no pienso crear confusión ni bicefalias, lo que no quiere decir que si se me pide ayuda estaré al cien por cien. ¡Me gustaría hacer eso! (señala a la maqueta del proyecto de auditorio en Miramon). Hace unos meses que lo intenté relanzar con Markel Olano y Jabier Larrañaga y se quedó en agua de borrajas, pero con Eider Mendoza pienso volverlo a intentar. No quiero solapar a la nueva gestión del Orfeón, pero es un tema mío pues yo conseguí el terreno, y creo que ahora es el momento de hacer 'La Casa de los Coros de Gipuzkoa'.
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