Las Escuelas de Música se parapetan para no admitir al Covid-19 como alumno
Gipuzkoa cuenta con 15.000 estudiantes, la mitad de todo el País Vasco, que se han adaptado a mascarillas, mamparas y distancias
Mamparas, mascarillas, hidrogel, distancia de seguridad y ventilación. Las repetidas medidas de seguridad y de precaución contra la pandemia del Covid-19 se han ... instalado en las escuelas de música de Gipuzkoa, que no están dispuestas a admitir al virus como alumno.
Esta fórmula educativa bate récords de asistencia en Gipuzkoa, con 15.000 alumnos que se afanan en jugar con la música, con los instrumentos, en conocer y tocar el que más les gusta sin aspiraciones profesionales. Hay 30.000 alumnos en toda la Comunidad Autónoma, pero la implantación en el territorio guipuzcoano es la mayor y la de más tradición.
Los responsables de estas enseñanzas, con el funcionamiento reglado por el Gobierno Vasco como un colegio o un instituto más, han tenido que esforzarse para que cumplir con estas medidas pudiera ser una realidad. El principal problema han sido los alumnos de instrumentos de viento que, a diferencia del resto, no pueden interpretar las piezas con mascarilla.
Con esperanza
Han desaparecido las audiciones, aunque el director de la Escuela Municipal de Música y Danza de San Sebastián, Mikel Mate, confía en que a finales de curso la banda, los grupos, puedan salir a la calle. «Con aforo controlado, vale, pero aspiramos a celebrar el fin de curso con conciertos en el Boulevard o en el parque Cristina Enea y poder llevar la música a la calle. Quiero ser optimista y pensar que a partir de septiembre, los miembros de la orquesta, por ejemplo, podrán volver a tocar juntos. Ahora lo hacen repartidos en grupos para mantener la distancia».
El centro que dirige Mate tiene este año 2.360 alumnos, menos que los 2.500 habituales. «Somos un espacio seguro, pero hemos notado un descenso en la matriculación de los niños que tienen entre 4 y 6 años. No vienen con la misma ilusión, no podemos hacer burbujas porque cada uno viene de un colegio diferente y, sobre todo, mantener la distancia de seguridad acota las posibilidades de jugar con la música. En estos primeros años la actividad lúdica y relacional es fundamental, y eso se ha complicado bastante. Pero volverán, seguro que sí lo harán».
El director de la Escuela de Música donostiarra se quita el sombrero ante la actitud del alumnado y su respeto a mascarillas y mamparas, pero también muestra su admiración hacia el profesorado y a la carga de trabajo que supone tener que dar clases mixtas, combinar las presenciales con las que son telemáticas.
«Somos conscientes de que la esencia está tocada. No hay audiciones, que se han sustituido por vídeos, la banda y la orquesta siguen ensayando, sí, pero divididas en grupos pequeños para garantizar las distancias. En las clases de lenguaje musical, los dieciséis alumnos que acudían a cada aula ahora no entran, por lo que se turnan entre lo presencial y lo online».
Los instrumentos de viento son los que más problemas plantean porque no se puede llevar mascarilla para tocarlos
Todos llevan mascarilla, desde los instrumentistas de cuerda y percusión a los miembros del coro y los grupos de danza. Hay una excepción, los alumnos de instrumentos de viento. Aunque lleven la boca tapada en los pasillos o al entrar en las aulas, cuando llega el momento de tocar hay que quitársela y soplar. Igual que si fueran músicos de la Euskadiko Orkestra, están a más distancia entre ellos que el resto de sus compañeros, separados por mamparas. «Las clases son individuales, pero una de esas mamparas separa a profesor y alumno».
El reto
Suena el piano al otro lado del teléfono. Arantxa Gastesi es profesora de este instrumento y dirige el centro de Beasain, que no dispone de demasiado espacio para colocar las mamparas o para respetar las distancias de seguridad, pero que ha hecho un esfuerzo para conseguirlo. Sus 380 alumnos aceptan de buen grado que la fregona se haya convertido casi en un instrumento más de la escuela, vinculada sobre todo a las clases de instrumentos de viento. Hay que limpiar la saliva que se acumula en la trompeta o la trompa y que luego hay que vaciar. Se han acostumbrado también a que las ventanas estén abiertas o que en caso de confinamiento, tengan que seguir las clases vía online. «Utilizamos un sistema que, en el caso de las clases de lenguaje musical, les permite ver todo el aula y a sus compañeros».
No ha habido demasiadas bajas en la matriculación, aunque como ocurre en otros centros, el sector más afectado es el de los niños pequeños, los de edades más tempranas. Porque ellos aprenden con el juego, poco propio para esta época por la exigencia de contacto que tiene.
El efecto mampara
A Arantxa Gastesi sí le preocupa que durante las últimas semanas se hayan incrementado los confinamientos de los chavales. En estos momentos afectan a veinte alumnos. «No sabemos la razón, porque son niños sin contacto entre ellos», explica.
«La actividad para el alumnado de la Escuela de Música de Tolosa sigue adelante», dice su directora, Amaia Lizaso. Son 386 chicos y chicas, que pueden optar a todos los instrumentos que hay en una orquesta a excepción del fagot, además del bajo eléctrico, el acordeón, el piano, la dulzaina y el txistu.
En Tolosa no han tenido el problema de espacio que han vivido en Beasain, porque cuentan con aulas muy grandes. En sus pasillos y en sus aulas las mascarillas se han vuelto un elemento tan necesario como las partituras. Las mamparas, para los de viento, que tienen que guardar mayor distancia que el resto de los instrumentos, son otro elemento al que todos se acostumbran poco a poco.
Han eliminado conciertos y audiciones, pero la enseñanza no se ha parado pese a las limitaciones
«No hemos tenido ninguna incidencia, pero es cierto que con las mamparas no se escucha perfectamente. Las clases normalmente son individuales, pero en las de grupo suena todo diferente. Estamos aprendiendo a manejar estas dificultades». Así, se han dividido las clases y no es necesario recurrir al sistema online.
Menos matrículas
Pasaia también cuenta con un edificio grande para su Escuela de Música, lo que les ha facilitado la adaptación a las medidas protocolarias, sobre todo a la complicada necesidad de establecer distancias de seguridad entre los aprendices de intérprete. Si en Tolosa no se ha notado el descenso de matriculaciones, en Pasaia sí y no se ha llegado a los 1.200 alumnos habituales en un curso normal
Gorka Miranda es el director de este centro, que, quiere recordar, como todos los públicos y algunos privados que están homologados, está bajo el paraguas del Gobierno Vasco. Funcionan igual, aunque con un régimen especial porque lo que se enseña es música y dantza. «No somos academias sino centros educativos normalizados con el mismo protocolo de seguridad de mascarillas, ventilación y distancias».
En el caso de Pasaia también han sido los más pequeños los que han fallado en las matriculaciones. «Es complicado dar esas clases tan específicas y adaptadas a esas edades en las que el juego tiene un papel fundamental también para adentrarse en el mundo de la música».
Como ocurre en otros lugares de enseñanza, la ventilación, el respeto a las distancias, las mascarillas obligatorias y las mamparas para los aprendices de instrumentos de viento se han convertido en un elemento habitual de las aulas. En el coro también cantan con mascarillas, a dos metros de separación entre cada integrante. «Se van adaptando. Es cierto que se pierde inteligibilidad, pero las voces se escuchan bien. No suena tan raro».
Reconoce que no poder hacer actuaciones, audiciones o conciertos «puede ser frustrante», pero es un convencido de que la enseñanza de la música se debe mantener. Otras medidas que se han tomado es que cada niño ocupe un espacio definido en cada clase, «lo que permite una actuación rápida en el caso de que hubiera algún contagio».
En este edificio pasaitarra impera la ventilación cruzada, se imparten clases de todos los instrumentos propios de la orquesta salvo el oboe, la trompa, el fagot o el contrabajo, «por falta de demanda». El piano también está incluido en la carta y, como originalidad, es el único centro vasco que, además de instrumentos autóctonos, cuenta con clases de gaita gallega, una petición que surgió en su momento dada la procedencia de parte de la población que residía sobre todo en la zona de Trintxerpe.
El director del centro pasaitarra explica que cuenta también con clases de dantza, aunque no de ballet. «Hay que matizar que una de las disposiciones de estas escuelas de música y danza es que los bailes que se impartan tengan raíz tradicional si quieren estar amparadas por el decreto. Nosotros lo cumplimos a rajatabla y, por supuesto, bailan con mascarillas y respetando la distancia de seguridad, con coreografías en las que no sea necesario el contacto físico». Como en el resto, no hay audiciones.
Barras limpias,vestuarios fijos asignados y sin acrobacias
Solo las escuelas de música de Donostia y Errenteria cuentan con clases de danza clásica o contemporánea, porque el resto se limita a la dantza que es la que contempla el Gobierno Vasco en regulación. «Si se quiere incluir el ballet, queda fuera de la normativa», comenta desde Pasaia Gorka Miranda, el director.
Las bailarinas exigen medidas especiales y mucha limpieza, sobre todo de la barra, que manosean constantemente. Todos llevan mascarilla y guardan la distancia de seguridad de dos metros, pero además han quedado fuera de las clases los elementos más acrobáticos y más duros de las coreografías.
El director de la Escuela de Música de Donostia, Mikel Mate, explica que, además, cada persona cuenta con un puesto fijo en los vestuarios.
«Estamos siendo muy cuidadosos. De todas formas preparamos ya el curso que viene, pensando en que no serán necesarias tantas medidas y podrán volver a juntarse», concluye.
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