No pasaba nada: teníamos a Arconada (sobre él y nosotros)
El portero tuvo talento, bajo las palos y cuando bajó la escalera del éxito. Escribo de su figura, pero también de la generación que crecimos animándole
Ahora me lo encuentro por el barrio con sus nietos, como aitona feliz, o paseando por la orilla de La Concha con nuestro común amigo ... Miguel Irizar. Pero nunca olvido que este hombre apacible y eternamente discreto fue una leyenda para mi generación: cuando fue portero y también cuando dejó de serlo, porque como suele decir Juanra Viles, el músico que terminó de concejal, «es más difícil bajar las escaleras del éxito que subirlas». Se cumplen 50 años del debut de Luis Arconada en el primer equipo y los porteros de todos los equipos de la Real Sociedad vestirán esta temporada con camisetas inspiradas en las equipaciones que lució el guardamenta. Siempre hay un motivo para escribir de Arconada.
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No soy mitómano, «salvo algún caso», que diría Rajoy. Saludé a mi admirado Woody Allen hace justo seis años en el rodaje de su película donostiarra, en el puente del Kursaal, pero me respondió ligeramente ausente. «Otro pelma», pensaría. En cambio he podido tratar más a otros referentes más cercanos: Iñaki Gabilondo, Peio Ruiz Cabestany o Arconada.
Quienes peinamos canas consideramos su figura innegociable, por su propia carrera y sobre todo por nosotros mismos: Arconada es nuestra juventud. Hay que volver a aquellos años de la Transición, donde se mezclaban los cambios en la sociedad con el plomo, en una Donostia y un País Vasco efervescentes. Fue el tiempo de la Real que terminó campeona, de ese blanco y azul que unía a una sociedad tan fragmentada como la guipuzcoana. Hoy ocurre algo parecido, pero sin tiros, y solo quienes vivimos los momentos más duros sabemos qué significa eso.
Arconada daba seguridad bajo los palos y también fuera de la portería, como una quintaesencia del tópico carácter guipuzcoano: discreto, eficaz. Era un líder en el vestuario (a veces con guante de hierro, según algunos de sus excompañeros) y también fuera. Rechazó ofertas para ir a clubes de más campanillas, pero desde la Real y desde la selección fue un referente que lo mismo protagonizaba anuncios de Coca-Cola que inspiraba aquel divertido 'Arco-manta' de Forges, el cariñoso antihéroe inventado por el humorista.
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El portero vivió la fama con discreción y luego supo volver a la 'vida civil' con normalidad: no era fácil, y quizás fue su mejor parada. Pasó por la CAF (otro ejemplo de la sobriedad y eficacia locales) y siguió siempre interesado por la marcha de su Real. Hubo tiempos en que pareció que sería presidente, pero con tino siempre lo fue dejando para más tarde. Se evitó así las llamas del infierno futbolero.
Somos la generación que tuvo de banda sonora el 'no pasa nada, tenemos a Arconada'. Ser portero de la Real es algo más que ser portero de un equipo de fútbol, ya desde los tiempos de Chillida. Esto no es una loa a Arconada, sino un recuerdo a quienes le animábamos, una inyección de autoestima ahora que entramos en la década de los sesenta. Ojalá los porteros de todos los equipos blanquiazules, enfundados en sus camisetas vintage, se contagien de su talento. El tímdo volvió a pisar Zubieta bajo los focos por su amor a los colores.
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Otra generación: los Gastronomika Talent como mapa de la diversidad
No hablemos solo de nostalgias: escribamos también de presentes proyectados al futuro. Cada año este periódico promueve los premios Gastronomika Talent, que destacan a la nueva generación de la cocina guipuzcoana, la cantera que viene a sumarse a los clásicos ya establecidos. El miércoles vivimos la entrega de premios en el María Cristina: es siempre una fiesta divertida, dominada por el empuje de los jóvenes y el buen rollo. Me tocó presentarla: es un momento feliz sentirse en un escenario al que llegan oleadas de talento fresco.
La foto final de los premiados arroja un mapa completo de la diversidad de Gipuzkoa, de sucesores de casas históricas hasta emprendedores llegados de otros lugares e integrados en este territorio activo y cambiante. Los chicos del Ama de Tolosa, ya consagrados, se llevaron el premio al mejor cocinero (en la foto, Gorka Rico con Idoia Calleja del BCC). Y por ahí fueron pasando los emprendedores del Mamis Etxe de Aiete, el Masta de Zarautz, el MuxuMartin de la Parte Vieja, la chocolatería donostiarra Lurka, el Mendizaliek de Azpeitia y el Manojo de Gros, el sumiller delAlameda Stefan Rosales, Maialen Jurado del Cámara o Gabriel Sandoval, parrillero del Julián de Tolosa. Esa foto final dice que hay futuro. Abran paso.
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