'País nómada' de Jessica Bruder (Editorial Capitán Swing)

Son personas de clase media, frisan la jubilación, no tienen hogar fijo, viven sobre ruedas. Furgorresidentes, temporeros, mano de obra low cost. Workampers. ¿Por qué? Porque con la pensión no les da ni para pagar el alquiler de su vivienda, porque la crisis financiera de 2008 devoró sus ahorros, por un divorcio, una enfermedad o un accidente, por negocios que se fueron a pique... Porque saben que probablemente tendrán que trabajar hasta que mueran en un país donde el Estado del Bienestar comienza a ser un espejismo y la pobreza asciende por la pirámide social.

Lo harán en almacenes de Amazon con condiciones equiparables a las de talleres clandestinos, vendiendo cerveza y hamburguesas en estadios, cosechando remolacha, como stripper ambulante... por apenas seis euros la hora. En muchos casos con jornadas agotadores, entre 15 y 30 kilómetros diarios distribuyendo o escaneando paquetes entre lineales de Amazon. Linda Chesser, ex-asesora académica de la Universidad de Washington, toma cada día ocho ibuprofenos para soportar los dolores físicos de sus 68 años.

Jessica Bruder se integró en esa comunidad durante tres años y 24.000 kilómetros después relata en 'País nómada' –plasmada en la gran pantalla por Frances McDormand en 'Nomadland'– la realidad lancinante de miles de ciudadanos –40.000 se instalan cada invierno en el desierto, cerca de Quartzsite (Arizona)– que ante un futuro que ya es amenaza optaron por dar un giro de 180 grados a sus existencias, básicamente a través de la renuncia a un modo de vida arraigado en una comunidad. La suya es ahora rodante. Una subcultura que tiene su canon en el 'Walden', de Thoreau, 'Hacia rutas salvajes', de Krakauer o 'El solitario del desierto', de Edward Abbey. Bruder muestra esa realidad emergente de una clase media empobrecida hasta el desarraigo dando voz a trabajadores de 50,60, 70 años abocados a no jubilarse.