«Poner en marcha el Kursaal resultó tan difícil como apasionante»
José Miguel Ayerza y José Antonio Echenique, claves en el inicio, dialogan sobre los 'cubos' veinte años después
Ahora parece que el Kursaal siempre ha estado ahí, pero solo cumple veinte años y su nacimiento no fue precisamente fácil. Los chavales del Orfeoi Gazte que canten hoy en la gala que celebra las dos décadas de los 'cubos' de Moneo ni siquiera habían nacido cuando el edificio se inauguró. Ellos quizás ignoran que hubo una plataforma ciudadana en contra del proyecto del arquitecto navarro, que los agoreros anunciaban que el Kursaal sería un 'agujero' económico y que incluso algunos responsables institucionales pronosticaron que Gipuzkoa no tenía actividad cultural y congresual para alimentar esa infraestructura.
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La realidad desmintió a todos ellos. Lo dicen ahora, con cierto sentimiento de orgullo, dos personas clave en el nacimiento y éxito de los 'cubos': José Miguel Ayerza fue el primer gerente, entre 1998 y 2008, y José Antonio Echenique, en su calidad entonces de director de la Quincena Musical y programador de 'clásica' del Kursaal, uno de los 'ideólogos' culturales del proyecto. Los dos, reunidos por EL DIARIO VASCO y Teledonosti en este veinte aniversario, coinciden en destacar «el liderazgo» del Ayuntamiento de San Sebastián y Diputación en aquel empeño y la fuerza de Rafael Moneo y su equipo para que el Kursaal se convirtiera en realidad.
Las cifras
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60 millones de euros, o sea, 10.000 millones de pesetas, fue el coste de la obra del Kursaal, inaugurado en verano de 1999.
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2.345 espectáculos culturales se han celebrado en estas dos décadas. A ellos hay que añadir los congresos y reuniones profesionales.
Echenique subraya el papel de Ayerza, «un joven al que acogimos con curiosidad porque venía del mundo de los números y que enseguida se entregó al proyecto», y Ayerza apunta que la intuición de Echenique fue «fundamental».
De 'Josemi' a 'José Miguel'
«Recuerdo que solo tenía 31 años cuando me presenté al puesto, y que me decían que mi mayor hándicap era la juventud», apunta Ayerza, que por primera vez usó su nombre completo, 'José Miguel', en lugar del familiar 'Josemi', «para que me tomaran como más adulto», bromea ahora. Hubo un concurso público al que se presentaron varios candidatos y él fue el elegido. Venía de las auditorías, en Arthur Andersen, y llegaba a los auditorios, continúa con ironía. La construcción en el viejo solar K había comenzado en 1995 y Ayerza llegó en 1998, a tiempo de aprender de «la inteligencia y el saber estar» de Rafael Moneo, «un sabio». Pero también a tiempo de vivir alguno de los peores momentos de la construcción. «Recuerdo perfectamente la fecha, el 19 de abril de 1998, un Domingo de Pascua, cuando se cayó la escalera del foyer. Fue una situación complicada: era una de las apuestas del proyecto, una escalera 'volada' sin apenas apoyo. Pero se resolvió».
En el quinto aniversario del Kursaal José Miguel Ayerza presentó una ponencia en congresos internacionales recordando cómo había sido el proceso de cambiar «cierta negatividad social» con que nació el edificio hasta alcanzar la imagen positiva. «Había una plataforma en contra, gente que decía que quitábamos las vistas de la ciudad, políticos que auguraban una ruina... Pronto dimos la vuelta: en 2001 el edificio recibió el premio Mies Van Der Rohe como mejor obra europea, en Corea nos galardonaron como palacio de congresos con mejor marketing internacional, el público respondió a las propuestas ciudadanas y desde el primer año el Kursaal dio superávit, sin necesidad de financiación institucional».
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El congreso de los 5.000
La obra costó 10.000 millones de pesetas, 60 millones de euros. «Hasta el final no teníamos resuelto el conjunto de la financiación, lo que nos provocó más de una tensión de tesorería», rememora Ayerza. Visto veinte años después, ¿no habría sido mejor una mayor ambición a la hora de construir el edificio? «Era un momento difícil, pero sí, pronto vimos que se quedaba pequeño. En los primeros años registramos un congreso de medicina familiar con 5.000 profesionales, un congreso que pienso que sigue siendo el récord de los celebrados en Donostia. Cuando yo dejé el Kursaal, en 2008, ya teníamos preparado un proyecto de ampliación subterránea para ganar espacios». Ayerza 'fichó' entonces por Adegi, donde hoy es director general, e Iker Goikoetxea asumió la gerencia, donde continúa hoy.
También sabe mucho de aquellos primeros y difíciles años José Antonio Echenique. En sus tiempos de director de la Quincena Musical fue el responsable de pasar del Victoria Eugenia a un auditorio que doblaba el aforo, y como responsable de la Fundación Kursaal fue uno de los ideólogos de la nueva programación cultural de los 'cubos'. «Para nosotros fue una suerte contar con personas de la experiencia e intuición de Echenique», dice Ayerza. «Quienes estábamos en las entidades culturales de entonces te recibimos con precaución», responde Echenique. «Venías de las auditorías, de los números, y no sabíamos si serías un esclavo de la cuenta de la explotación, pero pronto vimos que también creías en la apuesta cultural que suponía para Gipuzkoa una infraestructura así».
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El cambio de aforo
Subraya José Antonio Echenique que la entrada en funcionamiento del Kursaal traía muchas incógnitas. «En la Quincena, por ejemplo, llenábamos siempre el Victoria Eugenia, pero no sabíamos si había espectadores para un aforo de 1.800 personas. Pronto descubrimos que había público para la Quincena, para los festivales de cine y de jazz, para todo... La Orquesta de Euskadi, por ejemplo, disparó su cifra de abonados con el traslado, hasta el punto de que sigue llenando dos conciertos en cada uno de sus programas de abono». En ese sentido se habló de un «efecto Kursaal», similar al crecimiento del público que se dio en la Real Sociedad con el traslado de Atotxa a Anoeta.
Echenique, desde su perspectiva de profesional de la música, destaca como uno de los grandes logros la acústica lograda en el auditorio, gracias a Higini Arau. «Todos los artistas que viene por aquí destacan esa acústica extraordinaria, que permite apreciar con la música con calidad... y también permite percibir con claridad los errores».
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Ayerza lleva más de una década fuera del Kursaal y Echenique se mantiene como asesor, «pero en segundo plano», dice. Hoy los dos disfrutarán de la gala del 20 aniversario, quizás con más gusto que otros espectadores porque saben bien, en primera persona, lo difícil que fue el parto de los 'cubos'.
Una gala y charla de Moneo con Gabilondo para celebrar
Una doble celebración conmemora hoy en el Kursaal los veinte años del edificio. A las 18.00, en la Sala de Cámara, el arquitecto Rafael Moneo y el periodista Iñaki Gabilondo dialogarán sobre los 'cubos' y Donostia. Las invitaciones están agotadas desde hace semanas. Sí quedan entradas, aunque pocas, para la gala posterior en el auditorio: a partir de las 20.00 artistas vascos de la música clásica y voces del pop-rock compondrán «una noche única e irrepetible», según el gerente del Kursaal, Iker Goikoetxea.
Juanjo Ocón es el director de un programa que contará con la Orquesta Sinfónica de Euskadi como hilo conductor. Por el escenario pasarán Orfeoi Gaztea, la bailarina Lucía Lacarra, la soprano Elena Sancho Pereg y los cantantes Izaro, Mikel Erentxun y Eñaut Elorrieta. Se estima que la gala durará unas dos horas. Los artistas se irán sucediendo en el escenario y también los rockeros cantarán con el apoyo de la OSE gracias a los arreglos del compositor Fernando Velázquez. Aunque el final es «secreto» se intuye que todos terminarán interpretando juntos una canción.
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