Julián Casanova: «La verdad absoluta en la Historia no existe»
julián casanova, historiador ·
El autor de 'Una violencia indómita. El siglo XX europeo' abre hoy el ciclo de conferencias y charlas 'Más allá de Auschwitz' en el Koldo MitxelenaEl historiador Julián Casanova (Teruel, 1956) abrirá hoy el ciclo de conferencias y encuentros 'Más allá de Auschwitz' que se celebrarán en el ... Koldo Mitxelena hasta el próximo mes de junio, en paralelo a la exposición sobre el campo de exterminio nazi. Casanova, autor del celebrado estudio 'Una violencia indómita. El siglo XX europeo' (Ed. Crítica), sostiene que «nadie tiene un relato único, en la Historia no hay una calle de una sola dirección, la verdad absoluta no existe, pero sí las relativas que se encuentran a través de la investigación». Y constata que el historiador «afronta una batalla muy difícil porque nos hemos inundado de propaganda y mentiras».
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– ¿Resulta paradójico que la Historia de Europa, cuna de la Ilustración y los derechos humanos, sea una sucesión de matanzas y guerras?
– Es paradójico si se cuenta que hay un camino único que lleva a la Ciencia, a las mejoras tecnológicas y sociales. Si eso no se ve así, es cierto que un continente tan rico debería haber ido por otro lado, pero la Historia del siglo XX demuestra que todos esos avances se pueden poner al servicio de la conquista colonial y de mejorar las armas para matar. La paradoja es relativa porque si ocurriera en un proceso de progreso avanzado único y unilateral, la hipótesis sería cierta. Pero Europa es un continente muy complicado y hay grandes imperios que no tienen nada que ver con esta idea, que es franco-británica fundamentalmente.
La conferencia
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Título 'Una violencia indómita'.
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Lugar Koldo Mitxelena. 45 localidades. Se retransmitirá en streaming.
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Horario Hoy, a las 19.00 h.
– Auschwitz sería un hijo de la Ilustración, en el sentido de que puso todo el saber y el conocimiento de la época al servicio de un exterminio.
– Sí, pero para pasar de políticas de exclusión y castigo a políticas de exterminio tiene que haber por medio una guerra total. Y ese concepto, aplicado a la II Guerra Mundial, no es posible sin todo lo que ha pasado en las colonias, en los imperios y la I Guerra Mundial. No hay evolución lógica desde la Ilustración, sino que por medio hay grandes quiebras imperiales, la Revolución Rusa. Lo que siempre trato de explicar es que la Historia tiene calles principales y calles secundarias, y desde el punto de vista de las primeras, que son muchas, esa narración no es posible. Como sucede con el tráfico, las carreteras secundarias son aquéllas en las que hay que tener mucho cuidado porque como corras un poco te despeñas.
– El conflicto de los Balcanes, ¿nos devolvió a la realidad en cuanto que nos demostró lo cerca que estábamos de caer en la barbarie?
– Debería, pero no lo hizo por dos razones: en Europa Occidental, empezando por Alemania y siguiendo por el Reino Unido y Francia, no hicieron nada por evitar aquello. Las visiones desde Occidente son siempre tranquilizadoras: «Esto es un conflicto étnico, desde tiempos inmemoriales, no lo vamos a entender, déjalos que se maten», cuando los historiadores hemos roto el discurso de que aquello fuera una guerra étnica. Y en segundo lugar, en 1992 escuché muchísimas veces en España que «esto de la guerra de los Balcanes beneficia muchísimo al turismo español». Estábamos en esa tesitura.
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– Eso se volvió a repetir con las 'primaveras árabes'.
– Sí, lo que pasa es que sabíamos que los crímenes que se estaban cometiendo en los Balcanes eran muy grandes. Es una situación extraordinaria de quiebra en un 1989 en el que ha habido revoluciones en todos los países del bloque del Este, pacíficas salvo en el caso de Rumanía. Pero es que ningún país tuvo la quiebra de desintegración que tuvo la Yugoslavia de Tito a partir de los años ochenta.
– A donde rara vez mira Europa es a su pasado colonial.
– Está cambiando eso. Hablamos de un reparto de África y de Asia, con un etnonacionalismo que no tiene nada que ver con el discursos de los siglos XVI y XVII. En los últimos años, la gente ha visto que hay un efecto rebote y que hay una conexión clarísima con lo que pasa en las colonias –persecución de niños, de civiles, no hay separación entre frente y retaguardia...–, que prepara una semilla que brota en Europa a partir de 1914. Y en España sucede exactamente igual: el golpe del 36 no se explica sin el 'africanismo' colonial por parte del militarismo. Ahora están en revisión los lugares de memoria, las estatuas y los textos porque Gran Bretaña había tenido una plácida mirada al pasado. Francia ha tenido unos problemas increíbles con su pasado, lo cual nos muestra que no hay excepciones a la hora de recordar los pasados infames.
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– Hay gobiernos de Europa del Este, especialmente el polaco, que tienen en el punto de mira a los historiadores.
– Si a los españoles nos parece que nuestro pasado es complejo, váyanse ustedes a Polonia. Hay unos pasados fracturados muy difíciles de abordar que estamos confrontando con la libertad. En el País Vasco y en España hay ejemplos de esto y en Polonia, no digamos. En Hungría y Polonia están revisando unos pasados que les resultan muy complicados porque les estorban en la medida en la que eran multiculturales y diversos, y los judíos fueron aniquilados, no sólo por los alemanes, sino también con apoyos de sectores importantes de sus poblaciones.
– En los Balcanes, las violaciones masivas fueron una arma de guerra. Sin embargo, se pasa más de puntillas sobre las que perpetró el Ejército soviético en Alemania, sin que afecte a su prestigio.
– Fueron durante mucho tiempo tema tabú, pero hasta las violaciones masivas de las mujeres musulmanas en Bosnia ésta era una violencia barata porque no se habían llevado a los tribunales internacionales y nadie había sido acusado de violencia sexual. A partir de los noventa, hubo un replanteamiento historiográfico sobre un asunto que no se había estudiado, desde los rapados de pelo hasta las violaciones cristianas en Armenia. Había una violencia bastante más específica que no sólo era de género y que se encuadraba en las políticas de exterminio para atacar de raíz a la persona responsable de traer al mundo a esos seres de una etnia supuestamente inferior. Bosnia sirve de punto ético para decirle a la gente que en el pasado hubo episodios similares que no habíamos percibido. La historia feminista se había ocupado sobre el voto, sobre la desigualdad, pero hasta los años noventa no hay estudios serios sobre este tema.
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«Lo que siempre trato de explicar es que la Historia tiene calles principales y calles secundarias»
visión histórica
«En la España de 1992 escuché mucho que la guerra de los Balcanes beneficiaba al turismo»
guerra de yugoslavia
«Lo que pasa en las colonias prepara una semilla que brota en Europa a partir de 1914»
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Hasta los años noventa, no hay estudios serios sobre la violencia contra la mujer en las guerras»»
violencia sexual
– ¿Sienten cierta impotencia los historiadores frente al llamado 'relato', que se impone ahora desde los productos audiovisuales, como el cine y la televisión?
– La investigación científica necesita tiempo y sosiego. Avanzamos sobre las investigaciones de los demás. Creo que ese discurso cuando cala es más profundo que el audiovisual, pero vivimos en la era digital y hay una tensión clarísima entre lo que puede reposar y lo que es flor de una noche de discusión, de insulto y de grito. Por un lado, va la educación y por otro, los opinadores. Ésta es la tensión del historiador del siglo XXI: nos enfrentamos a la paradoja de que sabemos más que de ninguna otra época, tenemos más fuentes, tenemos documentos gráficos y audiovisuales y, sin embargo, estamos bajo sospecha porque el opinador cree que está haciendo lo mismo que tú.
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– El ejemplo paradigmático sería Hannah Arendt, que levantó una teoría sin haber pisado un archivo.
– Cuando Arendt construye su relato de 'la banalidad del mal' a través de Eichmann, la investigación histórica ha avanzado muy poco, pero después se convierte en una guía para muchos historiadores por la fuerza que tiene su pensamiento. Sin embargo, posteriormente se ha hecho mucha revisión de esa 'banalidad del mal'. Nadie tiene un relato único, en la Historia no hay una calle de dirección única, la verdad absoluta no existe, pero sí las relativas que se encuentran a través de la investigación. Hay un término medio entre los relativistas para los que todo vale y los historiadores que creen en el relato objetivo. Yo tengo dos principios: no callo nunca lo que encuentro y no me gusta, y no saco sólo las cosas que se adaptan a mi relato. Es una batalla muy difícil porque nos hemos inundado de propaganda y mentiras.
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