Y llegó el fin de fiesta entre dos aguas

Poco se puede añadir de Mezquida. Autor experimentado en esto de licuar ideas de mundos lejanos para convertirlas en obras únicas. El 'Messi' de las teclas volvió a despuntar en la clausura como socio principal de unos temas que transitaron entre el jazz, la música clásica y el pop con destreza y simpatía. «Son sinfonías que pasean por muchos lugares», dijo. Usó el piano como quiso, a veces en modo autoharpa y otras acercándolo al mundo eléctrico.

A su vera el otro compinche, 'Chicuelo', que no se quedó en la parte flamenca sino que fue enredador necesario en esta mezcla de vapores creativos. El percusionista Paco de Mode, lejos de adoptar funciones de juez de silla, dispuso el camino sobre el que danzaron teclas y cuerdas. Los temas de su último trabajo protagonizaron una noche que tuvo un par de buenos chaparrones de agua mundana cayendo del cielo, bulerías (el acelerado jazz festivo de 'Najando'), rumbosas piezas risueñas ('Carrer del Perill'; el potente cierre con 'Engaños'), baladas de «paz y amor hacia el pueblo palestino» -Mezquida dixit- que incluyeron guiños al 'Imagine', de John Lennon. Y felicidad, mucha felicidad en formato cóctel, como en la bella 'De seda y miel' y su afrancesado golpear. Todo de forma orgánica, alambicada, bien repartida y mejor completada. El trío se movió como pez en el agua.

Soltar a un flamenco en una plaza es sinónimo de fiesta. Pues imaginen un concierto de diez de ellos, recuperando y refrescando el legado del más grande. El Paco de Lucía Legacy que bajaba el telón del Jazzaldia estuvo dirigido y protagonizado por antiguos integrantes de la banda que acompañaba al algecireño, el más especial de los especiales.

Ellos (Josemi Carmona, Chano Domínguez, Duquende, Farru,...) honraron las distintas vertientes del autor de 'Entre dos aguas'; con pasión y emoción. Disfrutamos de los largos y ricos minutajes instrumentales, los rasgados de larga cola de Carmona, los cantes de Duquenque y el zapateado del Farru mientras el resto volaba a buen nivel. Los constantes cambios de músicos sobre el tablado ralentizaron el dinamismo, pero cuando se lanzaban conseguían elevar al público en las calmas y los crecientes arrebatos.