Pascoal al teclado en el Kursaal. Sara Santos
Hermeto Pascoal en el Kursaal

Un laboratorio de silencio en manos del orfebre del sonido

El veterano músico brasileño ofreció este viernes un concierto bucólico, lleno de silencios, detalles mínimos y una complicidad profunda

Iker Elduayen

San Sebastián

Viernes, 25 de julio 2025

El aire en el Kursaal tenía esa densidad callada que precede a la intimidad. No era una espera ansiosa, sino cauta. Frente a la disparidad ... de rostros, una escena detenida. Los instrumentos reposaban como piezas de tablero. Entre guitarras, pianos y baterías, una mesa alquímica con tazas, cuencos y una flauta baja, simulando un bastón que sostenía no al músico, sino al decorado. Sonaron los primeros acordes. Entró la banda —& Grupo— y ovacionaron al orfebre de las notas.

Publicidad

Su cuerpo requería atenciones constantes, una coreografía invisible para permitirle estar. Eso sí, ni un solo respiro con el que desatender la puesta en escena. A sus 89 años, Hermeto Pascoal aún es sostenido por los ritmos de lo cotidiano, de sus orígenes bucólicos. Sigue la música con chasquidos, graves y miradas, diciéndole al mundo que aún no ha terminado. Quedan ganas. Y queda música.

Fue este el primer recital de su nueva gira, que presentará en Berlín el domingo, en Holanda el martes y así por todo el mundo. Pero la tarde no se vivió como un inicio, sino como una suerte de pausa suspendida en el tiempo. Al teclado, Pascoal vociferó sutilmente: fragmentos breves, ruidos encantados, gotas musicales. Parecía jugar como un niño con su primer juguete. Y, sin hablar, estuvo presente —inmóvil— los 90 minutos de concierto, porque todo giraba en torno al gran referente del jazz brasileño.

En todo momento fue latente la confianza plena en sus músicos, quienes, como pilares, levantaron la puesta en escena. Un 'olé' para Itiberê Zwarg, André Marques, Jota P., Fábio Pascoal y Ajurinã Zwarg; y otro para su virtuosismo instrumental, mientras el chamán de la percusión se entregaba a la supervisión y al juego de los sonidos, únicos en cada cita.

Publicidad

El aplauso constante fue un reconocimiento a quien sigue tocando por el mundo como un artesano de los sonidos que todavía guarda en sus manos el pulso del misterio. La leyenda brasileña no reclamó su lugar en la historia, sino que mostró que, incluso en la quietud, la música es un acto de resistencia. Y que, a un paso de los 90, aún tiene ganas de jugar con el sonido, el tiempo y la memoria.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad