Jorge Pardo, en una imagen registrada en el Jazzaldia de 2013. Unanue

Jorge Pardo: «He elegido hacer algo personal aunque sea malo»

Premio Donostiako Jazzaldia ·

El saxofonista y flautista Jorge Pardo, el último de los tres ganadores del Donostiako Jazzaldia que nos faltaba por entrevistar, actúa mañana con su trío y el sábado, con Iñaki Salvador

Jueves, 23 de julio 2020, 07:19

Será la séptima visita de Jorge Pardo (Madrid, 1956) al Jazzaldia, un festival que le ha dejado «una huella emocional y sentimental muy grande». «No ... tendría ni 20 años cuando actué allí por primera vez: supuso el descubrimiento del jazz en una ciudad en la que siempre me lo he pasado muy bien», dice.

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- ¿Qué sintió al recibir la noticia del premio?

- Agradecimiento e incredulidad. Con los premios soy, como dicen los andaluces, un poco 'desaborío' porque lo mismo te lo mereces tú que otras cien personas. Es una casualidad de la vida, no hace falta andar sacando pecho porque el verdadero premio es seguir haciendo música.

- Pero le honrará compartir palmarés con John Zorn, Chick Corea, Charles Lloyd...

- Claro, no me malinterpretes. Es un orgullo, pero a mi ego lo tengo un poco domado. Si me toca un premio, lo celebro, pero tampoco me voy a amargar si no me lo dan.

- En este año de pandemia comparte galardón con Iñaki Salvador y Chano Domínguez: no habrá artistas estadounidenses -los que habitualmente copan el Premio Donostiako Jazzaldia- ni en el palmarés ni en el escenario. ¿Es una buena ocasión para mirar más hacia nosotros y no tanto al exterior?

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- Esa reflexión es permanente en mí. Es obvio que EEUU, como gran país e imperio, ejerce una atracción e influencia sobre todo el mundo. A los artistas que no somos de allí o no pertenecemos a esa cultura, nos resulta mucho más difícil sobresalir en este negocio. Los festivales de jazz europeos y asiáticos dirigen su mirada siempre hacia EEUU y se nutren de los artistas de las grandes agencias de música americanas. No quiero lanzar una crítica directa a los festivales de aquí, pero que cada cual haga su reflexión.

- ¿Y cuál es la suya?

- No hay más que ver cómo esos grandes artistas copan las programaciones de los festivales que más dinero y publicidad tienen. El porcentaje de músicos no americanos es mínimo, y no me refiero sólo a los artistas locales o españoles, sino a los del resto de Europa y del mundo. Ya no es que no haya músicos de Logroño, sino que tampoco los suele haber de Francia, Berlín o India. Pero en fin, es una reflexión planteada sin acritud y que no llega a la categoría de reproche porque entiendo que los festivales viven de esto. Tienen sus compromisos y vías de llegar al público, y lo están haciendo muy bien, como el Jazzaldia, así que vaya para ellos mi felicitación.

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- ¿Cómo definiría sus 40 años de carrera?

- Me resulta muy difícil pensar en mí mismo, pero siempre he sido un músico curioso con diferentes culturas musicales y me ha atraído mezclarme con todo tipo de artistas. Me gusta conservar el espíritu joven, seguir preguntándome cómo se hacen ciertas cosas, compartir escenario con músicos desconocidos o arriesgar con brillantez en el escenario. Porque la brillantez está en la actitud, no en lo que haces en ese momento… Eso es una seña de identidad.

«En el jazz y el flamenco el compositor no lo es todo, pues muchas veces el intérprete toma las riendas de la pieza»

ritmo y libertad

«Para mí ha sido un regalo porque suspiraba por pasar un par de meses parado, pero ha sido un regalo cabrón»

el confinamiento

«La música es el mejor psicólogo: te pones a tocar la flauta y en diez minutos se te han ido todos los demonios»

terapia

- ¿Qué fue antes para usted, el jazz o el flamenco?

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- Vino todo muy de repente y en el mismo momento. Al elegir como instrumentos el saxo y la flauta, pensé que no podía aspirar a mucho en el flamenco, hasta que luego descubrí que sí. Al principio me fijé en los grandes maestros del jazz, pero por casualidades de la vida, mi relación con guitarristas flamencos y con gente como Paco de Lucía y Camarón determinaron mi futuro.

- Y se convirtió en uno de los primeros en utilizar instrumentos de viento en el flamenco…

- Nunca tuve la sensación de estar inventando nada, sino que me limitaba a disfrutar de cómo tocaban aquellos músicos. Yo gozaba del misterio del flamenco e iba rastreando, al principio sin pretensión ninguna, pero luego, al revisar lo hecho, ves que hay un camino recorrido y, sin ser grandilocuente, hay cosas históricas. De todos modos, fue Pedro Iturralde el primero en introducir el saxo en el flamenco, aunque igual otros pudimos desarrollarlo con mayor profundidad.

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- ¿Cómo de parecidos y distintos son el jazz y el flamenco?

- En común tienen el gusto por el ritmo y la libertad del intérprete. En ambas músicas no se puede decir que el compositor lo sea todo, sino sólo una parte, ya que muchas veces el intérprete toma las riendas de la pieza. Jazz y flamenco tienen un espíritu indómito, no académico, y aunque en lo social sí difieren, si te pones a desnudar las liturgias, en el fondo no son tan distintos.

- En su doble alma jazzera y flamenca, ¿cuál se impone?

- En lo relativo a mí estética, nunca pienso en términos de si es más jazz o flamenco. Las frases que me salen de una manera espontánea están superconectadas unas con otras. Habría que coger el bisturí, diseccionar y decir: «Esto de aquí es bebop, esto son seguiriyas, esto parece una frase de Paco…» Es todo un revoltijo.

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- El «revoltijo» entraña el peligro de caer en el pastiche...

- En términos artísticos, no hay cosas buenas o malas, sino alguien que tiene algo que decir o alguien que dice lo que ya dijo su maestro hace 20 años. Entre esas dos opciones, yo he elegido hacer algo personal aunque sea malo. Me da igual si es malo, yo lo hago así sin importar lo que me digan. Si está afinado y al compás, todo lo demás es permisible. El arte y la imaginación no tienen límites. Así se forjaron las músicas de Mozart, Bach o el jazz. Hay artistas nuevos que, lógicamente, tendrán que luchar por ser escuchados y atendidos en su época, lo que no siempre sucede, pero un artista debe apostar por cómo ve él las cosas.

- ¿Cómo vivió las semanas de confinamiento?

- Para mí han sido un regalo. Yo suspiraba por pasar un par de meses parado, estudiando en casa tranquilo, y me los han regalado. Pero claro, ha sido un regalo cabrón por todo lo que ha pasado: la gente que ha muerto, las consecuencias económicas… Dentro del colectivo de músicos sé que soy un privilegiado, pero pienso también en la gente que no ha podido iniciar sus proyectos, en los clubes de jazz que, ya de por sí, tienen una economía limitada…

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- ¿Y ha podido aprovechar para crear nuevas músicas?

- A ratos. Soy superdisciplinado y me he forzado a acercarme a la música, que es el mejor psicólogo. Puedes llegar a casa furioso porque te ha dejado la novia, te han echado del trabajo y te han puesto tres multas, pero te pones a tocar la flauta y en diez minutos se te han ido todos los demonios. La música también es salud mental y espiritual.

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