Al aire puro del jazz esencial

Se hacía raro ver la plaza de la Trinidad tan ordenada y contenida, con acomodadores para que los asistentes pudieran encontrar sin problemas su asiento asignado y numerado, con holgado espacio entre una silla y otra, y piedras de distancia entre los espectadores antes apiñados en las gradas laterales.

Pero también aparecía totalmente familiar y acogedor el corazón del Jazzaldia, que se diría que retornaba a un formato más humilde y esencial como en las primeras ediciones, si no fuera porque las condiciones de escenario, sonido y seguridad son de alto standing como es habitual, y ahora no resulta posible el espíritu comunitario, casi 'hippy', de antaño.

Las mascarillas que todo el mundo portaba, excepto para comer el imprescindible bocadillo, beber la cerveza o el botellín de agua, o tocar en el caso de los músicos, era lo más llamativo del paisaje de la 'Trini' en la nueva normalidad, acostumbrada al verde de los ponchos cuando llueve, pero sin más uniformidad estética entre los asistentes.

No hubo necesidad de hacer cola antes de que abrieran las puertas y los aproximadamente 600 espectadores que se reunieron en la sesión de anoche, la primera en la Trinidad de esta rara 55 edición, tuvieron mayor comodidad que nunca.

Las distancias entre espectadores que impone la seguridad sanitaria resultaban insólitas, acostumbrados al codo con codo que siempre se ha vivido en ese recinto. Tampoco había el revuelo de fotógrafos al comienzo de las actuaciones: todo tiene que ser restringido ahora, y apenas media docena de profesionales tenían permiso para actuar con rapidez y orden.

Javier Colina (contrabajo), Antonio Serrano (armónica), Josemi Carmona (guitarra) y Borja Barrueta (batería) salieron a escena con la manifiesta alegría de poder volver a subirse a un escenario. El actual proyecto del cuarteto, titulado 'Veinte veinte', quiere hacer referencia al aquí y ahora, a sacar partido al presente, pero también a lo aprendido y acumulado.

La 'Alegría de vivir' que compuso Ray Heredia vino que ni pintada para el sentimiento que se vivía en la plaza. Y fue una versión preciosa, desde el recogimiento inicial a la euforia. Colina hizo alusiones a una melodía vasca antes de virar más al jazz con 'You and the Night and the Music' y otro standard americano, 'Danny Boy'.

«Vamos a luchar por la música y vamos a vencer, con un poco de cabeza y de corazón», dijo Carmona antes de dedicar 'Océano' de Javan «a todos los que estamos aquí, vivos y coleando». Y bien viva y rítmica, con sones cariocas, se puso la cosa, con más de una espectadora moviendo las caderas sobre la silla y con una gran ovación para Serrano por su efusivo solo final. El saludo de despedida fue con el público en pie y un espontáneo gritando «¡Colina, eres Dios!».

Chano Dominguez ocupó la segunda parte de la noche. Pero antes Miguel Martín salió a escena para recordar a Rafael Aguirre Franco para entregar el premio Donostiako Jazzaldia a Chano Dominguez. «Es un día muy especial porque hacía meses que no nos subíamos a un escenario», expresó el pianista.