
Historia de una maleta que guardaba 5.000 fotografías
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El Photomuseum de Zarautz acoge la muestra 'Y al fin volar' en la que el fotógrafo alavés Josetxu Silgo evoca los veraneos de su adolescencia en los años ochenta y noventaSecciones
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El Photomuseum de Zarautz acoge la muestra 'Y al fin volar' en la que el fotógrafo alavés Josetxu Silgo evoca los veraneos de su adolescencia en los años ochenta y noventaJosetxu Silgo (Vitoria, 1966) era un adolescente cuando empezó a hacer fotografías de lo que veía en su entorno vital. En una maleta, guardó durante ... más de treinta años alrededor de 5.000 imágenes, hasta que un buen día decidió sacarlas a relucir, al menos una parte y poco a poco. El primer resultado de este trabajo de archivo es 'Y al fin volar', la exposición que hasta el próximo 16 de marzo acoge el Photomuseum de Zarautz y que reúne una treintena de instantáneas de Silgo realizadas en blanco y negro en el Tenerife de sus orígenes familiares, allá por los años ochenta y noventa.
La exposición, estructurada en cuatro secciones –'Mar', 'Isla', 'Familia' y 'Mujer'–, es un triple viaje en el tiempo, en el espacio y al interior a través de la memoria de una mujer, la madre del fotógrafo, cuya muerte desencadenó el proyecto. Josetxu Silgo se inició en la fotografía de la mano de su tío. «Como tantas familias del País Vasco, la mía vino de fuera, en concreto, de Tenerife. Emigraron a Vitoria en los años sesenta, pero todos los veranos íbamos allí a ver a nuestra familia. Uno de mis tíos, Antonio, era profesor de Químicas en un instituto, y muy aficionado a la fotografía». Por este motivo, el adolescente Josetxu acompañaba a su tío a su laboratorio de revelado. «Allí me empezó a picar el gusanillo de la fotografía, que en aquellos tiempos era analógica». En esa época, «empiezo a comprarme mis primeras cámaras y a hacer mis primeras fotos», recuerda.
La temática de sus instantáneas era muy variada: «La gente que tenía alrededor, tanto familiares como amigos, también de los viajes y paisajes... Era una actividad más lúdica y artística que profesional porque yo luego no me dediqué a esta actividad, como tantos otros. Sí es verdad que en aquella época fui muy activo porque hice alrededor de 5.000 fotos».
Esos rollos fueron a parar a una maleta que permaneció sin abrir durante cerca de treinta y cinco años. «Ha sido ahora cuando he visto los negativos que tenía y he hecho este trabajo de rescate y reinterpretación de ese archivo fotográfico». El resultado es esta exposición que antes de llegar al centro zarautztarra pasó por la localidad tineferña en la que nació su madre, Tacoronte, y el año pasado, por Vitoria.
A la pregunta de por qué ahora, después de tantos años, Silgo responde con una explicación:«Siendo honestos, hasta ahora me daba la sensación de que era un trabajo muy amateur que a nadie le podía interesar», pese a la intención artística que se adivina detrás de cada imagen. «Eso me ha dado el impulso. Con la edad, vas perdiendo el miedo o la vergüenza y ahora me he animado. Y he encontrado fotos que, al menos para mí, tienen una historia detrás».
Respecto al criterio que ha aplicado a la hora de seleccionar treinta y un fotografías entre nada menos que cinco mil, admite que «la selección fue costosa», aunque todo se mezcló con la muerte de su madre en 2020, al inicio de la pandemia de Covid-19. «Su deseo era que cuando falleciera, lleváramos a Tenerife sus cenizas. Sin embargo, no lo pudimos hacer hasta tres años después debido a la pandemia».
Esta circunstancia hizo que la inmersión de Josetxu en su archivo y el viaje a Tenerife coincidieran en el tiempo. «Se me ocurrió que podía ser bonito extraer las fotografías más significativas para mí de la época en la que pasábamos los veranos en Tacoronte con la familia». Sin embargo, no se trata de un álbum de fotos familiares, sino que domina el tono evocador. «Siempre pienso en la fotografía como en un viaje, primero en el tiempo que lleve al espectador a su propia infancia; luego, en el espacio porque mi situación es la de mucha gente en Euskadi, con el arraigo familiar lejos de aquí; y finalmente, interior a las emociones que a mí me transmiten esas imágenes».
La estructura de la exposición en cuatro apartados responde a un criterio temático que «conforman el imaginario visual de aquellas épocas. Obviamente, Tenerife es una isla, el mar lo rodea todo, la familia y la mujer, en referencia a mi madre». Bajo su falsa apariencia de banalidad, las fotografías responden al deseo del autor de «rescatar los momentos que más me gustan de aquel tiempo. Estamos muy acostumbrados en el día a día a la rapidez y a lo mejor nos conviene a todos pararnos de vez en cuando para invertir unos minutos en contemplar el mar o en charlar en un café con los amigos. De alguna forma, trato de llevar con la exposición ese tipo de mensajes».
Silgo, que continúa con su afición a la fotografía, prepara una nueva incursión a su archivo, esta vez, con la amistad como eje central del proyecto.
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