Eduardo Chillida

Lunes, 8 de enero 2024, 09:51

Conmemoramos el centenario del nacimiento de Eduardo Chillida, sin duda uno de los artistas vascos más importantes del siglo XX y una figura reconocida internacionalmente como referente de la escultura de posguerra. Su extraordinaria trayectoria le hizo merecedor de prestigiosos galardones, un sinfín de reconocimientos y centenares de exposiciones entre las que se encuentran las que le hemos dedicado en el Museo Guggenheim Bilbao. Para mí tiene un especial significado la irrepetible retrospectiva comisariada por Kosme de Barañano que, cuando solo había transcurrido poco más de un año desde la inauguración del Museo, tuvimos el privilegio de acoger para celebrar el 75 aniversario del artista. Han pasado casi 25 años desde aquella ocasión en que presentamos a nuestro público más de 300 obras que abarcaban toda la extensión de su excepcional capacidad creativa desarrollada en los más variados materiales, desde la madera, el hierro o el acero hasta el granito, el alabastro, la tierra o el papel.

Además, somos afortunados porque la figura de Chillida esté representada en la Colección del Museo con ejemplos como 'Consejo al espacio V' (1993), en la que la simplicidad y las grandes planchas de acero que conforman una suerte de chimenea aluden a un vacío de fuego, de calor, que dinamiza el espacio a su alrededor. De manera similar, en 'Espacio para el espíritu' (1995), una obra de granito cuyo material se niega a ser transformado debido a su impenetrabilidad, la propia materia encuentra una geometría intrínseca y una capacidad de modular el espacio y activar la energía del vacío. Algunas de las piezas reflejan la estrecha relación existente entre su obra y la naturaleza, como es el caso de 'Abrazo XI' (1996), cuya configuración escultórica constituye un elemento vertical con secciones de acero que se entrelazan y se curvan, evocando el mundo vegetal que puede surgir de la tierra donde se alza. Y por último, la obra 'Lo profundo es el aire' (1996), cuyo título hace referencia a una serie de obras en homenaje al poeta y amigo del artista Jorge Guillén, eleva la materia del alabastro a lo espiritual en una pieza de la que surge un vacío arquitectónico lleno de luz. La obra de Chillida elogia esa arquitectura de silencio con una presencia matérica y una percepción que habla también a las manos, al peso y a la levedad, y muestra elegantemente la esencia de la escultura tal como la podemos ver en estos grandes ejemplos que albergan nuestros fondos artísticos.

Espero que esta onomástica sea una nueva oportunidad para celebrar la fortuna de haber contado entre nosotros con un creador que, al permitirnos caminar entre sus imponentes volúmenes o admirar la delicadeza de sus dibujos, nos ha ofrecido la medida de su humanidad ante la grandeza del arte.

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