La agenda portátil
Por qué decimos Woody si queremos decir JaioneDe la dura pero espléndida Concha de Oro para 'O corno', de Camborda, a la brillante historia francesa de Allen. Solo tienen en común el talento: no es poco
En febrero de 2020 fui convocado a un pase de prensa de 'Arima', la primera película de una joven cineasta donostiarra afincada en Galicia. Era ... en una sala del Trueba y solo estuvimos en la sala la directora del filme, Jaione Camborda, su padre y yo. Como Donostia es una ciudad txikita yo conocía al padre, el doctor Camborda, porque fue el traumatólogo que años atrás había operado a mi madre. Vimos la película, críptica, inquietante e hipnótica como las brumas de aldea gallega que retrataba, y hablamos después para una entrevista. «La vida está repleta de incertidumbres y de misterio, y mi película también», me dijo Camborda, y así titulamos la charla.
La directora, recién cumplidos los 40 años, volvió a San Sebastián hace diez días para competir en el Zinemaldia. Que su 'O corno' fuese seleccionada era ya todo un hito: que además ganara la Concha de Oro, un suceso para la historia festivalera. Su película es una dura y espléndida mirada sobre la mujer y la maternidad, servida a fuego lento y ambientada en la Galicia rural de los años 70. No es un filme fácil, pero sí muy potente. En la fiesta de clausura de Miramar brindamos por ese triunfo que aún no acababa de digerir esta mujer donostiarra que estudió cine en Praga o Munich y recaló en Santiago de Compostela por amor.
El Festival terminó hace solo una semana, pero parece un siglo. Empezó hablando de Ternera y de ausencia de estrellas y terminó marcado por dos mujeres, Jessica Chastain y Jaione Camborda. Hay años que el Zinemaldia sale mejor y otros peor, pero sigue siendo la mejor imagen de esta ciudad en el exterior («es el festival más acogedor del mundo», escribían en Variety) y una fiesta en la que participamos los de casa.
Terminó el 'festi' pero nos quedamos con más ganas de cine. Con síndrome de abstinencia llenamos esta semana el Trueba para ver 'Coup de chance', la nueva película de Woody Allen, y al final de la proyección nos quedamos con ganas de aplaudir, como si aún estuviésemos dentro del Festival.
Qué mala suerte tuvimos en San Sebastián: fue una maravilla que Woody rodara en la ciudad y fuese donostiarra por unos meses (le veíamos entrar en los restaurates y pasear por La Concha como un paisano más) pero le salió un filme flojillo, e iluminado por Storaro de amarillo crespuscular, como si la bahía fuera la de Nápoles. Podíamos pensar que el autor de 'Annie Hall', el cineasta que desde hace medio siglo regala cada año su película, estaba ya en las últimas, pero ahora, a los 87 años, sorprende con este 'golpe de suerte' que es como 'Match Point', aunque menos redonda, rodada en París y en francés. Un disfrute, en cualquier caso.
Es la película, por cierto, que desde el principio incluyó en sus notas oficiales a Barbara Goenaga en el reparto, por una confusión cuyo origen se desconoce: ella nunca supo el porquéa de esa confusión que parece un enredo de la película. Goenaga sí rodó una secuencia en 'Rifkin's Festival', la comedia donostiarra, que quedó luego en la mesa de montaje. Viendo la salud creativa de Allen aún pueden encontrarse en la próxima.
En voz baja
Pasión por el conocimiento...y por el disfrute
La capacidad de celebración de Donostia es inagotable. No se habían apagado los ecos del Zinemaldia y ya arrancaba Passion For Knowledge, el festival de la ciencia promovido por el DIPC y presidido por Pedro Miguel Etxenike, que es como una Concha de Oro permanente que por la mañana te encuentras a pie o en bici por Igeldo y por la tarde recibiendo a los Nobel. Qué buena idea fue y qué bien funciona esta iniciativa que suena tan resultona en eso de mezclar las ideas de «ciencia» y «festival».
Pero a esta pasión por el conocimiento le toma ya el relevo San Sebastian Gastronomika, que el lunes abre la gran fiesta de su 25 aniversario, cargada de celebraciones. Ayer fue la presentación en el Nobu, el nuevo y espectacular hotel asomado a la bahía. Aparte de los homenajes a Adrià y todos los grandes maestros me quedo con el reconocimiento al gran Hilario Arbelaitz y el Zuberoa. Desde que el 30 de diciembre pasado cerró el restaurante de Oiartzun Hilario vive el cariño de la gente. Está contento pero quiere frenar esta cascada de homenajes: dice que el de Gastronomika será el último. Esta misma semana recibió el premio de honor de los Nacionales de Gastronomía en Madrid (en la foto). Será aún más cálido el guiño de esta ciudad donde el reconocimiento y el disfrute se mezclan.
mezquiaga@diariovasco.com
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