Nadie es como todo el mundo

Lo que plantea la sinopsis ocurre después de más de media hora de metraje. Para entonces la veterana Magüi Mira ha tenido tiempo de componer un personaje recio y particular. Ella quiere que cuando muera le tiren al mar; no las cenizas, de cuerpo entero. Y llegado el momento, el hijo se toma el deseo como misión posible. Un detonante para hacer un poco de 'road-movie' y de recomposición de los afectos, de las cosas importantes.

Suena a autoayuda sobada pero Achero Mañas no va por ahí, gracias a la entrega de Ernesto Alterio y a personajes muy vivos y sólidos como el de la hija, el hermano, hasta la exmujer que sale poco. En la última parte sí que se le va un poco la mano: el desenlace tan puestito no pega con la autenticidad de las conversaciones y las dudas vitales de esos personajes bien conectados en todo el metraje anterior, que citan a Sartre con más sarcasmo que pedantería, con el inconfundible aroma del desencanto y el inevitable impulso de salir adelante.