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Lo que por la mañana había sido un escenario de rodaje, por la tarde se convirtió en un mercadillo en el que se exhibía un ... género singular: el vestuario y algunas piezas de 'atrezzo' de la última película de Woody Allen. Pasadas las 17.00 horas, se abrieron las puertas del parque del Palacio de Miramar- que permaneció cerrado por la mañana a causa de la grabación que finalizó ayer- a los centenares de ciudadanos, amantes del cine y fetichistas que se arremolinaban en las inmediaciones. «Yo el parque ya me lo conozco, vengo por curiosidad a ver lo que venden», comentaba una chica a una turista que se preguntaba si siempre solía haber estas colas para entrar al Palacio de Miramar.
Una vez dentro y como si fuera una carrera a contrarreloj se acercaron hasta la entrada de los jardines del Palacio para curiosear entre el millar de enseres que puso a la venta la productora Mediapro en los diferentes puestos del mercadillo. La recaudación irá destinada al Proyecto Zaporeak, centrado en personas con necesidad alimentaria, como los refugiados en la isla griega de Lesbos.
En poco menos de una hora, los burros de los que colgaban las camisas, americanas, pantalones, vestidos y camisetas casual que vistieron actores y figurantes de la película quedaron medio vacíos y temblando la mesa donde se colocaron los zapatos y alpargatas. «Igual esta camisa la ha llevado Louis Garrel», comentaba una joven emocionada a su amiga. Un turista alemán portaba una camisa gris de algodón que le había costado quince euros. Quién sabe si la vistió el sonriente Wally Shawn en alguna de las secuencias. «Estoy de vacaciones en Donostia y me enteré que había este mercadillo. Soy fan de las películas de Woody Allen y quería llevarme algo».
En la larga cola para pagar, dos miembros del equipo de Mediapro atendían al gentío, que hacia acopio de gorras, camisas e incluso lámparas de mesa a quince euros. «He cogido dos para las mesillas de noche y una de pie para el salón, en total me he gastado 55 euros», enseñaba orgullosa Lourdes. Junto a los objetos de menaje y al mobiliario, de líneas simples y minimalistas, destacaban dos candelabros de aspecto antiguo y un reloj blanco de pie, que se vendía por 90 euros, aunque la productora se cuidó mucho de no exponer cualquier objeto que pudiera desvelar algún detalle sobre el argumento de la nueva película del cineasta neoyorquino.
Fuese por puro fetichismo o por solidaridad con los refugiados, cada euro contó ayer para los miembros del proyecto Zaporeak, que dispuso un punto informativo para explicar a los ciudadanos todo el trabajo que vienen desarrollando desde 2016.
Hasta el lunes no se conocerá la cantidad total recolectada aunque la aportación que realizó ayer cada ciudadano, por pequeña que fuera, se traducirá en un mayor número de personas que podrán comer en el campo de refugiados de Lesbos. «Cada euro conseguido es la comida de una persona refugiada y nos da la posibilidad de cocinar una ración digna de comida para una persona más», explica la responsable de comunicación y miembro del Proyecto Zaporeak, Maider Iriarte.
La iniciativa solidaria organizada ayer en Miramar surgió de la mano de la productora Mediapro, que «se sentía en deuda con la ciudad de San Sebastián por todas las facilidades que se les ha brindado a la hora de realizar el rodaje de la película. Con la venta de este material pensaron que sería una buena manera de devolver todo ese agradecimiento que han recibido de la ciudad, por lo que eligieron entre diferentes organizaciones que estuvieran trabajando con fines solidarios. Conocieron nuestro proyecto y les encajó», comenta agradecida Iriarte.
El dinero recaudado irá destinado a la cocina de Lesbos, donde 400 voluntarios de Euskadi y Navarra preparan un menú diario, «sano y equilibrado» para las personas refugiadas que permanecen en el campo militar de Moria, «donde la situación es más crítica». Cuenta esta voluntaria que «cuando llegamos hace seis meses cocinamos el primer día para 58 personas. Ahora lo hacemos para 1.900. Estas personas, aunque reciben apoyo de la UE y las autoridades griegas no están recibiendo la alimentación equilibrada que sería recomendable».
Gracias a la labor de esta organización, «nadie se queda sin comer», subraya. «Nosotros cocinamos comida digna y con mucho cariño. Preparamos raciones de medio kilo de comida, con sus proteínas, hidratos, etc. Un menú podría ser arroz, pollo con verduras, pan de pita y una pieza de fruta», detalla Iriarte, que destaca y agradece la ayuda aportada por toda la ciudadanía, «por pequeña que sea». «Todo suma», añade.
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