«'Ofrenda a la tormenta' va más allá del thriller, permite muchas lecturas»

– Con el estreno, hace apenas diez días, de 'Ofrenda a la tormenta', los espectadores acabamos de reencontrarnos con Amaia Salazar, pero es probable que para usted ya sea agua pasada.

– La verdad es que desde que vi la película en noviembre del año pasado no había vuelto a tener contacto con ella. Se iba a estrenar abriendo el Festival de Cine de Málaga el 13 de marzo, y ya estábamos haciendo las maletas cuando todo se paralizó. En realidad, nos despedimos mucho antes, en enero del año pasado, cuando finalizó el rodaje. ['Legado en los huesos' y 'Ofrenda a la tormenta' se filmaron en un único rodaje']. Terminamos tan cansados... Ha sido un viaje muy largo y muy duro. Durante seis meses pasé más tiempo en la piel de Amaia que en la propia, porque es una historia contada totalmente a través de la mirada de mi personaje. La dimensión del trabajo era tan enorme que cuando terminaba de trabajar solo tenía tiempo para dormir, y cuando finalizó el rodaje lo único que quería era descansar y desconectar de Amaia. Ahora me da un poco de pena haber terminado un proyecto que me ha hecho crecer mucho como actriz y, en perspectiva, con lo que me quedo es con el recuerdo de esa experiencia tan dura y tan enriquecedora.

– Está muy acostumbrada a entrar y salir de los personajes. ¿Le ha resultado sencillo salir de uno tan intenso como Amaia Salazar?

– La verdad es que lo llevaba muy dentro, más de lo que pensaba. Un día, en San Sebastián, me fui a dar un masaje a Massay. Nerea, que al igual que Unai es capaz de leerte el cuerpo, me preguntó si tenía problemas con la ama, y yo le contesté que ninguno, hasta que me di cuenta de que estaba tan metida en Amaia que había hecho míos los problemas que el personaje tenía con su madre. El nivel de implicación fue muy grande porque, entre otras cosas, todos teníamos el deseo de estar a la altura de los libros de Dolores Redondo, y de estas producciones tan grandes y tan cuidadas, que suponen un esfuerzo enorme. Han sido muchos años, mucha dedicación, y todos necesitábamos descansar, hacer cosas distintas, cuanto más distintas mejor. Lo que toca ahora es entregar al público un trabajo con el que estamos muy contentos, y esperar que la gente lo disfrute.

– De momento, lo está disfrutando en sus pantallas caseras, a través de Netflix, donde ha tenido una excelente acogida. En este caso, estrenar en una plataforma es una decisión forzada por la pandemia, pero ya venía apuntándose como tendencia, no exenta de tensiones. ¿Cómo se posiciona en ese debate entre los distintos modelos de exhibición cinematográfica?

– En este caso los productores han tomado una decisión muy pensada y, efectivamente, forzada por la pandemia. Personalmente, soy una apasionada del cine en una sala oscura y en una pantalla grande. Esta película, además, está hecha para ser vista así, y me da una pena enorme no haber podido hacerlo todavía. Pero las circunstancias son las que son, y con lo que me quedo es con la gratitud por haber podido llegar a los espectadores. Además, también tiene sus ventajas: gracias a las plataformas, nuestras películas se pueden ver en muchos países, algo que, yendo de festival en festival, consigue una de cada cien. Sigo pensando que no hay nada comparable a una sala de cine, pero en esta profesión todo cambia constantemente, la ventanas de difusión también están cambiando, y nosotros tenemos que adaptarnos a esos cambios. Todo tiene sus pros y sus contras.

– Las plataformas, más allá de su función de motor de producciones y de escaparate, ¿están difuminando la línea entre el cine y la televisión? ¿Qué supone eso para los intérpretes?

– Yo deseo profundamente que el cine sobreviva en las condiciones que se merece, porque en las salas de cine hay algo mágico; en el cine vuelas, hay mucha mayor implicación con la historia y con los personajes que ves en la pantalla... No obstante, insisto en lo de antes: hay que saber adaptarse. Cuando yo empecé tendía a hacer cine y casi siempre rechazaba la televisión porque se hacían series muy largas. Se estiraban las tramas y los personajes que tenían más tirón, porque mandaba más la audiencia que la historia en si. Ahora, historias que estarían destinadas al cine se desarrollan directamente en la plataforma, con unos niveles de calidad muy altos. Y eso es muy bueno tanto para nosotros, los actores y actrices, como para otros muchos profesionales del sector.

– Las fronteras entre géneros también parecen cada vez más borrosas. 'Ofrenda a la tormenta', como las otras dos películas derivadas de la trilogía de Dolores Redondo, es un thriller. Un thriller bien oscuro, además, tanto en sentido literal como figurado. Pero también afloran temas que, con mayor o menor peso en la trama, dan que pensar.

– Sí, es un thriller. un género que tiene su público y a otra gente no le gusta, pero me parece que es un thriller bastante atípico. No se limita a seguir una trama policial, sino que la trama policial es una excusa para entrar en el mundo de la familia Salazar, en ese valle... Creo que por eso resulta tan poderosa esta película, porque va mucho más allá de un thriller y permite muchísimas lecturas.

– Por ejemplo, la maternidad compatible con una profesión muy exigente y dura. O las relaciones familiares.

– Sí, Amaia Salazar tiene su propia manera de conciliar maternidad y trabajo. En ese sentido, es un reflejo de la realidad de una mujer que es madre y es libre, de una estructura familiar distinta. La familia y los conflictos familiares son otro de los grandes temas. También se plantea qué ocurre en las zonas oscuras de la sociedad; cómo influyen los medios en la forma de comunicarnos... 'Ofrenda a la tormenta' propone, en formato de thriller, una serie de temáticas muy actuales e interesantes pero, básicamente, creo que lo que refleja es esa lucha eterna entre el bien y el mal.

– Lo hace en clave muy baztanesa. Tanto por la atmósfera como por el peso del paisaje y la tradición, incluso por la presencia del euskera, la lengua en la que se desarrollan muchas de las interacciones en la calle, Baztan es uno de los grandes protagonistas de la trilogía. ¿Cree que a los espectadores les resultará fácil acceder a ese mundo tan especial?

– Creo que cuanto más local haces una historia, más universal es, porque en todas las partes del mundo, aunque las vestimentas sean distintas, las preocupaciones y los miedos de los seres humanos son muy similares. Una de las cosas interesantes de la trilogía es cómo te va adentrando en la mitología vasca, en esas creencias que en el valle siguen tan vivas. En Baztan todo, empezando por la climatología, te invita a creer en el poder de esos seres mitológicos, pero en realidad es un tema universal porque, de una manera u otra, todos los humanos necesitamos darle un sentido a lo desconocido. Las novelas de Dolores son muy ricas desde ese punto de vista. Nosotros hemos pretendido capturar toda la esencia y la magia de la mitología, y creo que lo hemos conseguido.