

Secciones
Servicios
Destacamos
Inclasificable, marginal, escandoloso, taquillero, inimitable, denostado y finalmente, reivindicado. Hoy se cumplen quince años del fallecimiento en Madrid del cineasta Eloy de la Iglesia ( ... Zarautz, 1944), autor de una filmografía polémica y revalorizada por el tiempo, en el que autobiografía, obsesiones, fantasías y toda una época repleta de convulsiones se mezclan de forma impúdica. Más de una veintena de películas dan testimonio del indomesticable impulso creador de un cineasta que vivió como quiso y cuya muerte tampoco se vio libre de la controversia. Según su biógrafo, Eduardo Fuembuena, autor de 'Lejos de aquí-La verdadera historia de Eloy de la Iglesia y Jose Manzano' (2017). «Falleció a causa de una septicemia, después de una intervención quirúrgica en un riñón para la resección de un tumor, causada por una probable negligencia médica. Antes de fallecer en una clínica privada, a la que fue trasladado en una acción desesperada de Fernando Guillén Cuervo, recibió la extremaunción», explica el historiador y biógrafo.
Eduardo Fuembuena, que invirtió once años de investigación y entrevistó a más de quinientas personas para escribir su libro, trabaja actualmente dentro del programa de Residencias de la Academia de Cine en la escritura de un guion para convertir en serie la vida del director guipuzcoano. «Eloy es un cineasta único y original. Nadie ha sido capaz de ponerlo en relación con un director del sistema industrial anterior o contemporáneo. Tampoco ha tenido discípulos. Solo imitadores baratos».
El autor de 'Lejos de aquí' confiesa que de Eloy de la Iglesia le atrajo «su voluntad de acción a partir de la denuncia directa de del abuso de poder sistemático que se da en cualquier ámbito de la sociedad», así como «su necesidad de liberarse y desahogarse de algo que le oprimía, de la represión que tuvo en algún momento, formulando esa denuncia o gritándola en un corpus cinematográfico irrepetible».
A juicio de Eduardo Fuembuena, la vigencia de la obra del cineasta obedece a que sus películas «siguen frescas, con sus imperfecciones narrativas y los convencionalismos establecidos en la industria cinematográfica española cuando todavía existía, pero también con vocación crítica». En contraposición, invita a ver «la mayoría de las películas producidas en España con nombres famosísimos detrás a las que dieron salida entonces desde el Ministerio de Cultura» para que «luego cada cual saque sus propias conclusiones».
Fuembuena coincide con otros teóricos y estudiosos de la trayectoria del director zarauztarra en destacar su intención de convertir su cine en «una herramienta para cambiar la sociedad. Cumplía su deseo de vivir como cineasta y, de paso agredía al sistema que, según sentía, lo marginaba». Por otra parte, continúa el historiador zaragozano, «se remitía a las inquietudes de la clase obrera y resaltaba su conciencia de procedencia. También ennobleció y dio voz a las subclases marginales, en concreto al lumpen, Eloy decía que si los temas de sus películas escandalizaban a otros era por una cuestión subjetiva. Él solo se valía de la libertad de expresión alcanzada a partir de 1977 para poner en primer término verdades incómodas».
Aunque uno de los reproches recurrentes que se lanzaron contra Eloy de la Iglesia fue el de ser un oportunista, Eduardo Fuembuena considera que no lo fue, «o al menos, no sólo fue eso». Y respecto a la revalorización que en los últimos años han experimentado sus películas, señala que «es cierto», pero a continuación aclara que hasta ahora «la única muestra verdaderamente indispensable de esta tendencia ha sido la exposición fotográfica comisariada por Pedro Usabiaga» que se pudo ver en 2018 en la Kutxa Kultur Artegunea bajo el título de 'Eloy de la Iglesia. Oscuro objeto de deseo'.
Tuvo que lidiar Eloy de la Iglesia con la etiqueta de cineasta excesivamente enfático, reñido con la sutileza, algo que Fuembuena admite: «Eloy subrayaba algún particular cuando consideraba que era necesario hacerlo para que el mensaje llegara de forma directa al espectador joven y de barrio, que era el primer destinatario de su cine. Demostró tener un amplio sentido comercial salvo cuando estimó que quería aspirar al fracaso en 'Otra vuelta de tuerca'».
Noticia Relacionada
En 1978, la vida del director se cruza con la de José Luis Manzano, un joven de Vallecas que acabaría protagonizando cinco de sus películas – 'Navajeros', 'Colegas', las dos entregas de 'El pico' y 'La estanquera de Vallecas'– y siendo su pareja. Manzano falleció en 1992 de sobredosis de heroína, una sustancia a la que también era adicto por aquel entonces el propio Eloy de la Iglesia. Su caso de 'enganche' en la madurez, en opinión de Fuembuena, no es tan insólito como pueda parecer. «La debacle electoral del PCE y la crisis interna de esta y de otras formaciones de las izquierdas suscitó un terrible desencanto en muchos y la heroína era una sustancia que, por unas determinadas circunstancias político-sociales, estaban al alcance de su mano». En cualquier caso, «Eloy nunca ocultó su politoxicomanía como no lo había ocultado con sus gustos sexuales o su militancia política. Con la deshabituación, solo seis años después de la primera raya, regresó a la sociedad, pero no al centro de ésta, que es donde hubiera merecido estar. Era un Eloy cansado, más necesitado de cuidados y de afectos que nunca antes pero que se había tenido que levantar solo».
De hecho, sus películas de la Transición protagonizadas por delincuentes juveniles han eclipsado en cierta manera el resto de su filmografía, algo que en opinión de Fuembuena obedece a que «los mitómanos del cine quinqui hacen mucho ruido. Y siempre confunden el cine con la delincuencia», señala. En cuanto a los académicos de las universidades, «son igual de ignorantes y mucho más cobardes que los primeros». A juicio del historiador, «estas películas están estrechamente vinculadas con nuestro ADN e imaginario colectivo reciente. Es natural que se hayan impuesto a las de la década de los setenta que, a su vez, también presentaban otras problemáticas sociales como la escasa relevancia del homosexual en la sociedad de entonces que encontramos en 'Los placeres ocultos'. De todas formas, no podemos descartar que esta tendencia cambie en unos años».
Militante del PCE, el cineasta tampoco resultó cómodo para ninguna corriente política. Fuembuena recuerda que tildó el concepto de moral del PNV de 'beato' y 'aldeano' cuando, después de 'Otra vuelta de tuerca', parece ser que la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco se cerró a seguir apoyando con dinero público sus proyectos cinematográficos«. También con la izquierda abertzale tuvo sus encontronazos. »Eloy siempre se declaró partidario de la autodeterminación de cualquier pueblo y, sobre todo, de las libertades personales«.
Desde la corriente leninista del PCE, Eloy de la Iglesia evolucionó hasta acercarse a las posiciones defendidas por Euskadiko Ezkerra. De hecho, pensó en Juan María Bandrés para interpretar el personaje de Martín Aramendia en 'El pico'«, aunque finalmente el papel lo hizo Luis Iriondo.
Sus tres películas favoritas del director
Preguntado por sus películas preferidas de entre las más de veinte que dirigió Eloy de la Iglesia, Fuembuena se decanta por «'La semana del asesino', que hubiera funcionado mucho mejor con un muchacho de apenas dieciocho años que con Vicente Parra; 'El diputado', a la que el director vasco solía referirse como «la biblia de su cine'; y 'Otra vuelta de tuerca', su verdadera autobiografía encubierta», asegura el historiador zaragozano.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.