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Josette, Lore, Eva y Nacha llegaron a Donostia «disfrazadas de lo que les dio la gana, sabiendo que iban a algo importante». Se alojaron en ... el María Cristina, el mismo hotel que aquel 1983 dio cobijo a estrellas como John Travolta o Mónica Randall. Cuatro mujeres «deslumbrantes», a las que nadie paraba por la calle porque todavía no eran famosas, pero que debutaban en el Zinemaldia como estrellas de la gran pantalla, nada más y nada menos que en la Sección Oficial, con 'Vestidas de azul' de Antonio Giménez-Rico. El día anterior a la exhibición, el director, que estaba en la cafetería del hotel junto al responsable de la fotografía del filme, Teo Escamilla, se detuvo en el hall por «un gran escándalo». El recepcionista no quería alojar a las protagonistas:«Es que esta señora me da el carnet de identidad y aquí pone José Antonio».
«Sí. ¿Y qué pasa?», le espetó el director cuyas cámaras filmaron una extensa charla –seis horas duraba el primer montaje– de seis mujeres transexuales que, sentadas a la mesa, se abrían en canal. Un reportaje que se convirtió en documental y que el autor de 'Retrato de familia' (1976) transformó en película cuando sus protagonistas, «personas reales», narraron en primera persona su transición de Lorenzo, Renée, José Antonio, Paco, Juan y José a Lorena, Renée, Nacha, Eva Tamara y Jossete, respectivamente. Un proyecto de culto que persiste en el imaginario colectivo como referente del colectivo trans y que, más de cuatro décadas después de su estreno en San Sebastián, la Berlinale recupera en una restaurada versión.
'Vestidas de azul' se convirtió en el primer título que, abiertamente, abordaba la transexualidad y ponía, literalmente, sobre la mesa el debate sobre la identidad de género a través de las vivencias de mujeres artistas que alternaban las varietés con la prostitución por supervivencia. «Quise encontrar a algún travesti que se dedicara a una profesión más o menos 'normal' , pero no encontré ninguno, exceptuando a René que trabajaba en una peluquería», detalló Giménez-Rico durante la presentación del filme en una Donostia a la que el reportaje cinematográfico «cayó muy bien». Una cita de Giménez-Rico, fechada en plena década de los ochenta, que ahora habría que corregir: las protagonistas, pese a que ni siquiera ellas mismas hacían alusión a tal expresión, eran mujeres transexuales, que no travestis –personas que se visten con ropas de otro género– sino derivadas de la disforia de género que explícitamente relataban a viva voz.
El Victoria Eugenia proyectó la cinta a la que nada más que había tenido acceso el equipo técnico de Giménez-Rico. «Mis chicas, la veían por primera vez. Yo estuve más atento a ellas que a la película, pero estaban totalmente emocionadas. En algunos casos llegué a verlas con lágrimas en los ojos y obviamente me di cuenta de que la cosa funcionaba de maravilla. Quedé muy contento porque para mí era importante que les gustase», reveló el artífice del proyecto a la periodista Valeria Vegas para su ensayo homónimo, que luego ha servido a Los Javis para dar continuidad al biopic sobre Cristina Ortiz, 'Veneno'.
Una insólita propuesta que el público donostiarra supo «entender muy bien». Diez minutos duró la ovación al finalizar su segunda proyección y, como de costumbre, a ellas también les bailaron el aurresku en la escalinata del teatro. Algo que, particularmente, emocionó a Lorena, que «era de Tolosa. Estoy orgullosa de presentar en San Sebastián una parte de mí y de poder decir que, además de andaluza, también soy vasca», declaró al finalizar la proyección. Por su parte, Nacha Sánchez, que ha viajado al certamen berlinés para la presentación de la nueva versión, se mostró feliz por el «calor» de los asistentes. «Me he dado cuenta de que la gente ha percibido que ser travesti no es ningún delito y de que somos personas como las demás» reivindicó.
Una obra precursora, que mostraba por primera vez, en la gran pantalla, testimonios reales, y en profundidad, de mujeres transexuales y de perfiles absolutamente diferentes. «Tenía claro que debían ser personalidades variadas. Tamara era gitana; Renée venía de una familia tradicional; y Loren era la mayor por lo que representaba otra visión desde su generación», explicó Giménez-Rico sobre sus protagonistas, a quienes las crónicas de la época alabaron, junto con el trabajo de Teo Escamilla, «para ofrecernos el pálpito humano de estas vidas un tanto marginadas en una película muy dignamente hecha», reseñó el crítico de DV Santiago Aizarna en la página que dedicó al filme el lunes 19 de septiembre de 1983.
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